Lo Imposible
Por: Yldefonso Finol
La capacidad de soñar y la tentación por alcanzar los sueños diferencia al humano del animal.
Por: Yldefonso Finol
La capacidad de soñar y la tentación por alcanzar los sueños diferencia al humano del animal.
Las lágrimas del reverendo Jesse Jackson en la celebración del triunfo de Barak Obama, son la expresión más humana de alegría entre la multitud que grita y ríe. Contradictorio, verdad?.
Quizá nadie como Jackson en ese tumulto tenía la capacidad de recordar y valorar el camino trillado. Su mente revivió en esos leves minutos la travesía sangrienta desde África a América. Las muertes de Luther King y Malconl X. La segregación racial y las largas luchas por los derechos civiles.
Obama no desciende de esclavos estadounidenses. Su padre no vino encadenado. Sus familiares negros permanecen en Kenia. Allá celebraron como nadie lo hizo en Estados Unidos. Mataron un toro para comer carne ese día.
Pero un afrodescendiente acaba de ganar la presidencia de los Estados Unidos, y eso no es poca cosa. Algo está cambiando en ese país. El evento ha estado marcado por ciertos mensajes cósmicos dignos de una escena mágico-espiritual. Muere su abuela blanca. Deportan a su tía negra. La poderosísima magia negra de los brujos anglosajones del KKK no funcionó, en cambio se impuso la debilitada ceremonia animista del baile de tambor y el canto totémico del clan.
Ahora sólo los días nos dirán cuál era el cambio que ofrecía Barak Husein. Sabemos que no es sólo de piel, algunas de sus valoraciones de campaña matizaron sus diferencias con la gestión republicana del innombrable. También es notable el cambio generacional. Todo eso suma.
Pero no es para hacerse muchas ilusiones. Sobretodo los nuevos socialistas latinoamericanos, no debemos adelantarnos a emitir juicio. Porque Obama podrá ser todo lo progresista que se le antoje, más, el poder real en esa superpotencia que le toca gobernar, lo tienen en la práctica las transnacionales del complejo militar industrial y las sectas imperialistas que están detrás de ellas.
El sistema de privilegios que ha gozado la nación estadounidense en los últimos ciento cincuenta años está basado precisamente en su condición de país imperialista. Las plusvalías de millones y millones de trabajadores explotados en todo el mundo pero principalmente en Nuestra América, se trasladan a bolsillos gringos en forma de ganancias directas extraídas de las operaciones económicas transnacionales en nuestros países, y también en la masiva adquisición que hacemos de los productos generados en esa poderosa economía, incluidas las tecnologías y bienes de capital que profundizan la dependencia.
La lógica de existencia del imperio yanqui tiene allí su esencia y sus raíces, en esa condición de fuerza económica y político-militar opresora, capaz de despojar a México de la mitad de su territorio o de invadir Irak con toda clase de mentiras por excusas.
Estamos una vez más ante esa paradoja de que el Gobierno no es el poder. Obama gana la jefatura del gobierno, pero el poder lo siguen teniendo otros. Puede hacer mucho por “humanizar” al imperio, pero debe mantener al imperio. Tal vez, este cambio de época que algunos han señalado, sea esa etapa que el imperio para perpetuarse, deba asimilar ciertos impulsos populares incontenibles y mediatizarlos con cambios superficiales. Cambios de piel, por ejemplo. Y también cambios de discurso.
Lo imposible no es que gane un negro. Lo imposible es que gane un antiimperialista. Pero nosotros no comemos de eso y tenemos que seguir remando para donde hemos decidido. Obama tiene la palabra.
Ildefonso Finol
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador.
Quizá nadie como Jackson en ese tumulto tenía la capacidad de recordar y valorar el camino trillado. Su mente revivió en esos leves minutos la travesía sangrienta desde África a América. Las muertes de Luther King y Malconl X. La segregación racial y las largas luchas por los derechos civiles.
Obama no desciende de esclavos estadounidenses. Su padre no vino encadenado. Sus familiares negros permanecen en Kenia. Allá celebraron como nadie lo hizo en Estados Unidos. Mataron un toro para comer carne ese día.
Pero un afrodescendiente acaba de ganar la presidencia de los Estados Unidos, y eso no es poca cosa. Algo está cambiando en ese país. El evento ha estado marcado por ciertos mensajes cósmicos dignos de una escena mágico-espiritual. Muere su abuela blanca. Deportan a su tía negra. La poderosísima magia negra de los brujos anglosajones del KKK no funcionó, en cambio se impuso la debilitada ceremonia animista del baile de tambor y el canto totémico del clan.
Ahora sólo los días nos dirán cuál era el cambio que ofrecía Barak Husein. Sabemos que no es sólo de piel, algunas de sus valoraciones de campaña matizaron sus diferencias con la gestión republicana del innombrable. También es notable el cambio generacional. Todo eso suma.
Pero no es para hacerse muchas ilusiones. Sobretodo los nuevos socialistas latinoamericanos, no debemos adelantarnos a emitir juicio. Porque Obama podrá ser todo lo progresista que se le antoje, más, el poder real en esa superpotencia que le toca gobernar, lo tienen en la práctica las transnacionales del complejo militar industrial y las sectas imperialistas que están detrás de ellas.
El sistema de privilegios que ha gozado la nación estadounidense en los últimos ciento cincuenta años está basado precisamente en su condición de país imperialista. Las plusvalías de millones y millones de trabajadores explotados en todo el mundo pero principalmente en Nuestra América, se trasladan a bolsillos gringos en forma de ganancias directas extraídas de las operaciones económicas transnacionales en nuestros países, y también en la masiva adquisición que hacemos de los productos generados en esa poderosa economía, incluidas las tecnologías y bienes de capital que profundizan la dependencia.
La lógica de existencia del imperio yanqui tiene allí su esencia y sus raíces, en esa condición de fuerza económica y político-militar opresora, capaz de despojar a México de la mitad de su territorio o de invadir Irak con toda clase de mentiras por excusas.
Estamos una vez más ante esa paradoja de que el Gobierno no es el poder. Obama gana la jefatura del gobierno, pero el poder lo siguen teniendo otros. Puede hacer mucho por “humanizar” al imperio, pero debe mantener al imperio. Tal vez, este cambio de época que algunos han señalado, sea esa etapa que el imperio para perpetuarse, deba asimilar ciertos impulsos populares incontenibles y mediatizarlos con cambios superficiales. Cambios de piel, por ejemplo. Y también cambios de discurso.
Lo imposible no es que gane un negro. Lo imposible es que gane un antiimperialista. Pero nosotros no comemos de eso y tenemos que seguir remando para donde hemos decidido. Obama tiene la palabra.
Ildefonso Finol
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador.
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