El pasado 21 de junio en el Salón Bolívar de la sede de Pdvsa La Campiña, fue presentada esta obra dedicada al Teniente Nicolás Hurtado Barrios, asesinado en 1967 por el régimen puntofijista.
Al acto asistieron además del autor Néstor Francia y los familiares del protagonista, el Vicepresidente de la República José Vicente Rangel, el Contralor General Clodosvaldo Russian y el Ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez entre otros invitados.
Al acto asistieron además del autor Néstor Francia y los familiares del protagonista, el Vicepresidente de la República José Vicente Rangel, el Contralor General Clodosvaldo Russian y el Ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez entre otros invitados.
El libro se quiso presentar justamente en el día del 40 aniversario del asesinato de Fabricio Ojeda como un tributo a estos hombres que en los 60 ofrecieron sus vidas para luchar contra un un Estado y un sistema injusto y excluyente.
El padrino del libro, quien además lo prologó fue el Vicepresidente José Vicente Rangel quien destacó la importancia para un pueblo de aprender de su pasado, no para la venganza sino para avanza hacia la construcción de una sociedad más justa sin revanchismos, al respeto esa fueron sus palabras:
"Es funesto para un pueblo olvidar su pasado, por cierto no hay que invocarlo en función del odio. Yo no he encontrado en ninguno de los familiares de las víctimas de la represión punto fijista, de las miserias de la cuarta república, ni en ningún familiar, ningún sobreviviente, ni los prisioneros de San Carlos ni de la Isla de Tacarigua, ni de los familiares de los centenares de desaparecidos, torturados, humillados, vejados, no he encontrado en uno sólo de ellos, algún rastro de odio, de venganza; lo que piden simplemente es el ejercicio de la justicia y todos sabemos que cuando la justicia se ejerce sin odio, sino más bien para reivindicar la justicia es, a mi manera de ver la mejor expresión de la condición humana".
Néstor Francia es un destacado periodista, escritor, analista político y poeta. Ha publicado varios libros sobre el proceso revolucionario venezolano entre los cuales: “Antichavismo y estupidez ilustrada” en 2002; “Abril rojo y el rescate de Chávez” en 2003; “Puente Llaguno, hablan las víctimas” en 2002. Es licenciado en Letras de la UCV, experto en Comunicación Social y Corporativa. Conduce junto a Ailyn Padrón el programa de televisión “La Réplica” que se transmite todo los sábados por la tarde en Venezolana de Televisión.
Prólogo: El recuerdo que no cesa
El momento del bautizo del libro con Néstor, José Vicente Rangel y la hija de Nicolás Hurtado
No es fácil alejarse del recuerdo cuando éste taladra lo más sensible del ser humano. Cuando se vive con una vaga noción de destino final que corriera a un ser querido. Cuando hay miles de preguntas sin respuesta. Cuando el tiempo permea imágenes, palabras; cuando alguien se aferra a la búsqueda imposible y recurre a fugaces leyendas y veladas informaciones.
¿Qué ocurrió en verdad? ¿Por qué el silencio? ¿Qué tupida red de intereses impidió el acceso a la verdad? El tiempo apaga recuerdos y también los revive. Sólo se necesita voluntad para remover la capa de olvido, y la única manera de lograrlo es asumiéndole encuentro con la verdad.
¿Pero dónde está la verdad? Siempre está oculta en cualquier pliegue. Agazapada en cualquier rincón de la memoria, tras de alguna reiterada reminiscencia. Una figura diluida, apenas una sombra que aletea con terquedad y el lacerante afecto que no cesa. Que no sucumbe al paso del tiempo.
Cuando es algo que afecta directamente a mujeres, la huella es aún más profunda. Tengo la impresión que la memoria es, en esencia, femenina. En el medio familiar el género es determinante. Así Yolanda Birriel de Hurtado y Yolanda Hurtado Birriel, viuda e hija del teniente Nicolás Hurtado Barrios, no permitieron que la memoria les hiciera una mala jugada. Impidieron con fiereza que el olvido sepultara la figura del esposo y del padre. De quien siendo un profesional de la milicia optó por irse a la guerrilla y morir en la montaña.
Pero no es la muerte de quien decidió luchar por ideales con las armas en la mano lo que sorprende. La muerte no es sorpresa cuando hay un claro desafío de por medio y la voluntad de encararla. Es como ésta ocurre y su secuela.
Nicolás Hurtado Barrios grafíca el proceso de identificación del soldado y el pueblo que se gestó en Venezuela en dramáticas circunstancias. Cuando la estructura militar perdió autonomía y la intrumentalización para la ejecución de las prácticas antisubversivas del imperio, caracterizadas por la violación de los más elementales principios de respeto a la vida y a la dignidad humana. Hurtado simboliza –o prefiguró- en Venezuela la alianza que con el correr del tiempo cuajaría en una opción capaz de desalojar del poder aquellos partidos, instituciones, grupos económicos y sociales que garantizaban la dominación. En otras palabras, el nudo imperio global-oligarquía económica y política criolla, contra el cual apuntó el intento reivindicador del hecho nacional durante la década del 60. En síntesis, la desnacionalización del país tuvo para entonces una respuesta, si se quiere, voluntarista y romántica que no obstante echaría las bases para el proceso revolucionario que luego se daría bajo diversas formas a partir de la década de los 90.
Para las hurtado, madre e hija, nunca hubo reposo. La investigación sobre la muerte del Teniente y guerrillero siempre tropezó con un muro de silencios y complicidades. Todas las vias se cerraron y apenas se lograban colar referencias generales y datos parciales sobre lo sucedido.
El cambio político operado en Venezuela con la victoria de las fuerzas populares lideradas por Hugo Chávez, permitió la apertura de espacios para la búsqueda de la verdad sobre miles de casos de violación –con total impunidad- de los derechos humanos en la Cuarta República. Uno de ellos, la muerte del teniente Nicolás Hurtado Barrios, la alevosa emboscada que se le tendió y la amputación de las manos de acuerdo a los manuales de la inefable escuela de las Américas, fábrica de represores en la región latinoamericana y la posterior desaparición del cadáver.
Luego vendría la búsqueda por parte de los familiares, inútil y desesperada. La infinita congoja agravada por el correr del tiempo inútil. Las noticias contradictorias acerca de su paradero. La información filtrada con morbosidad por los organismos de inteligencia y seguridad de un Estado cómplice en torno a la horrenda muerte , la búsqueda agotadora del cadáver y el llanto, siempre el llanto, incesante, hacia adentro y hacia fuera.
Estuve muy cerca de ese dolor. La amistad con la familia Hurtado, la participación en la investigación, la indefinición política a través de movimiento cívicos y protestas, me colocaron en el centro de esa desoladora angustia. Me conectaron a la resistencia tenaz a aceptar la dolorosa angustia. El tiempo y las obligaciones propias de cada quien nos alejaba o acercaba. Fue un flujo y reflujo durante años con un hilo conductor: la memoria del oficial asesinado, su ejemplo y el insondable misterio que rodeaba a su desaparición.
Un día el arqueólogo y revolucionario probado, Pedro Pablo Linárez, investigador del Proyecto “Construcción de la Memoria de los Años 60”, me informó que manejaba importante información sobre la muerte del teniente Nicolás Hurtado Barrrios y que había la posibilidad de determinar si un cadáver hallado en las montañas de portuguesa, en el sitio denominado “El Plan de los Muertos”, fuera el del oficial desaparecido. Al respecto, el informe Linárez abunda en detalles, profundizados con posterioridad con rigor profesional.
Con Yolanda Birriel conversé muchas veces sobre el tema y siempre aprecié en ella la firme convicción de que su esposo había sido brutalmente asesinado, que sus restos serían ubicados, así como la esperanza de que con el tiempo todo se aclararía. Más recientemente su hija, holandita, quien conocí siendo niña, que a lo largo de casi 40 años no desmayó en la búsqueda del padre, me habló de la ansiedad que la acosaba y la necesidad que sentía de exteriorizar sus vivencias, de darle rienda suelta al sentimiento que día y noche la invadía sobre esa figura que la tragedia y el tiempo devoraron. Comprendí lo que ella sentía y el requerimiento que, tácitamente, me hacía: transmitir algo que llevaba por dentro y que le resultaba imposible seguir guardando.
Fue entonces cuando hablé con Néstor Francia, periodista de excepción y escritor que sabe captar el momento para cada tema. Lo puse en contacto y, de inmediato, iniciaron un frenético diálogo. El tenso relato de ella lo recogió él con habilidad y diligencia de escriba exigente.
El padrino del libro, quien además lo prologó fue el Vicepresidente José Vicente Rangel quien destacó la importancia para un pueblo de aprender de su pasado, no para la venganza sino para avanza hacia la construcción de una sociedad más justa sin revanchismos, al respeto esa fueron sus palabras:
"Es funesto para un pueblo olvidar su pasado, por cierto no hay que invocarlo en función del odio. Yo no he encontrado en ninguno de los familiares de las víctimas de la represión punto fijista, de las miserias de la cuarta república, ni en ningún familiar, ningún sobreviviente, ni los prisioneros de San Carlos ni de la Isla de Tacarigua, ni de los familiares de los centenares de desaparecidos, torturados, humillados, vejados, no he encontrado en uno sólo de ellos, algún rastro de odio, de venganza; lo que piden simplemente es el ejercicio de la justicia y todos sabemos que cuando la justicia se ejerce sin odio, sino más bien para reivindicar la justicia es, a mi manera de ver la mejor expresión de la condición humana".
Néstor Francia es un destacado periodista, escritor, analista político y poeta. Ha publicado varios libros sobre el proceso revolucionario venezolano entre los cuales: “Antichavismo y estupidez ilustrada” en 2002; “Abril rojo y el rescate de Chávez” en 2003; “Puente Llaguno, hablan las víctimas” en 2002. Es licenciado en Letras de la UCV, experto en Comunicación Social y Corporativa. Conduce junto a Ailyn Padrón el programa de televisión “La Réplica” que se transmite todo los sábados por la tarde en Venezolana de Televisión.
Prólogo: El recuerdo que no cesa
El momento del bautizo del libro con Néstor, José Vicente Rangel y la hija de Nicolás Hurtado
No es fácil alejarse del recuerdo cuando éste taladra lo más sensible del ser humano. Cuando se vive con una vaga noción de destino final que corriera a un ser querido. Cuando hay miles de preguntas sin respuesta. Cuando el tiempo permea imágenes, palabras; cuando alguien se aferra a la búsqueda imposible y recurre a fugaces leyendas y veladas informaciones.
¿Qué ocurrió en verdad? ¿Por qué el silencio? ¿Qué tupida red de intereses impidió el acceso a la verdad? El tiempo apaga recuerdos y también los revive. Sólo se necesita voluntad para remover la capa de olvido, y la única manera de lograrlo es asumiéndole encuentro con la verdad.
¿Pero dónde está la verdad? Siempre está oculta en cualquier pliegue. Agazapada en cualquier rincón de la memoria, tras de alguna reiterada reminiscencia. Una figura diluida, apenas una sombra que aletea con terquedad y el lacerante afecto que no cesa. Que no sucumbe al paso del tiempo.
Cuando es algo que afecta directamente a mujeres, la huella es aún más profunda. Tengo la impresión que la memoria es, en esencia, femenina. En el medio familiar el género es determinante. Así Yolanda Birriel de Hurtado y Yolanda Hurtado Birriel, viuda e hija del teniente Nicolás Hurtado Barrios, no permitieron que la memoria les hiciera una mala jugada. Impidieron con fiereza que el olvido sepultara la figura del esposo y del padre. De quien siendo un profesional de la milicia optó por irse a la guerrilla y morir en la montaña.
Pero no es la muerte de quien decidió luchar por ideales con las armas en la mano lo que sorprende. La muerte no es sorpresa cuando hay un claro desafío de por medio y la voluntad de encararla. Es como ésta ocurre y su secuela.
Nicolás Hurtado Barrios grafíca el proceso de identificación del soldado y el pueblo que se gestó en Venezuela en dramáticas circunstancias. Cuando la estructura militar perdió autonomía y la intrumentalización para la ejecución de las prácticas antisubversivas del imperio, caracterizadas por la violación de los más elementales principios de respeto a la vida y a la dignidad humana. Hurtado simboliza –o prefiguró- en Venezuela la alianza que con el correr del tiempo cuajaría en una opción capaz de desalojar del poder aquellos partidos, instituciones, grupos económicos y sociales que garantizaban la dominación. En otras palabras, el nudo imperio global-oligarquía económica y política criolla, contra el cual apuntó el intento reivindicador del hecho nacional durante la década del 60. En síntesis, la desnacionalización del país tuvo para entonces una respuesta, si se quiere, voluntarista y romántica que no obstante echaría las bases para el proceso revolucionario que luego se daría bajo diversas formas a partir de la década de los 90.
Para las hurtado, madre e hija, nunca hubo reposo. La investigación sobre la muerte del Teniente y guerrillero siempre tropezó con un muro de silencios y complicidades. Todas las vias se cerraron y apenas se lograban colar referencias generales y datos parciales sobre lo sucedido.
El cambio político operado en Venezuela con la victoria de las fuerzas populares lideradas por Hugo Chávez, permitió la apertura de espacios para la búsqueda de la verdad sobre miles de casos de violación –con total impunidad- de los derechos humanos en la Cuarta República. Uno de ellos, la muerte del teniente Nicolás Hurtado Barrios, la alevosa emboscada que se le tendió y la amputación de las manos de acuerdo a los manuales de la inefable escuela de las Américas, fábrica de represores en la región latinoamericana y la posterior desaparición del cadáver.
Luego vendría la búsqueda por parte de los familiares, inútil y desesperada. La infinita congoja agravada por el correr del tiempo inútil. Las noticias contradictorias acerca de su paradero. La información filtrada con morbosidad por los organismos de inteligencia y seguridad de un Estado cómplice en torno a la horrenda muerte , la búsqueda agotadora del cadáver y el llanto, siempre el llanto, incesante, hacia adentro y hacia fuera.
Estuve muy cerca de ese dolor. La amistad con la familia Hurtado, la participación en la investigación, la indefinición política a través de movimiento cívicos y protestas, me colocaron en el centro de esa desoladora angustia. Me conectaron a la resistencia tenaz a aceptar la dolorosa angustia. El tiempo y las obligaciones propias de cada quien nos alejaba o acercaba. Fue un flujo y reflujo durante años con un hilo conductor: la memoria del oficial asesinado, su ejemplo y el insondable misterio que rodeaba a su desaparición.
Un día el arqueólogo y revolucionario probado, Pedro Pablo Linárez, investigador del Proyecto “Construcción de la Memoria de los Años 60”, me informó que manejaba importante información sobre la muerte del teniente Nicolás Hurtado Barrrios y que había la posibilidad de determinar si un cadáver hallado en las montañas de portuguesa, en el sitio denominado “El Plan de los Muertos”, fuera el del oficial desaparecido. Al respecto, el informe Linárez abunda en detalles, profundizados con posterioridad con rigor profesional.
Con Yolanda Birriel conversé muchas veces sobre el tema y siempre aprecié en ella la firme convicción de que su esposo había sido brutalmente asesinado, que sus restos serían ubicados, así como la esperanza de que con el tiempo todo se aclararía. Más recientemente su hija, holandita, quien conocí siendo niña, que a lo largo de casi 40 años no desmayó en la búsqueda del padre, me habló de la ansiedad que la acosaba y la necesidad que sentía de exteriorizar sus vivencias, de darle rienda suelta al sentimiento que día y noche la invadía sobre esa figura que la tragedia y el tiempo devoraron. Comprendí lo que ella sentía y el requerimiento que, tácitamente, me hacía: transmitir algo que llevaba por dentro y que le resultaba imposible seguir guardando.
Fue entonces cuando hablé con Néstor Francia, periodista de excepción y escritor que sabe captar el momento para cada tema. Lo puse en contacto y, de inmediato, iniciaron un frenético diálogo. El tenso relato de ella lo recogió él con habilidad y diligencia de escriba exigente.
El resultado es este libro, con título rotundo: CON LAS BOTAS PUESTAS (Vida extraordinaria del Teniente guerrillero desaparecido Nicolás Hurtado Barrios). Más apropiado no podía ser.
Hurtado barrios murió no sólo con las botas puestas, como todo hombre, sino también con las ideas y la fe en Venezuela bien puestas.
José Vicente Rangel
Hurtado barrios murió no sólo con las botas puestas, como todo hombre, sino también con las ideas y la fe en Venezuela bien puestas.
José Vicente Rangel
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