Carta de una mujer mapuche
Soy mujer indígena, hija de la Madre Tierra y del Padre Sol.
Pertenezco a una raza con una cultura milenaria que hoy conservo como un tesoro.
Convivo con lo que me rodea, con la lluvia, el viento, la montaña, el cielo…
Soy feliz en este paisaje.
Tengo tiempo para contar las estrellas.
Tiempo para poner mis sueños al día, para danzar con los pájaros sintiendo el aire fresco del amanecer y hablar en silencio con los animales, con las plantas, con los espíritus.
Sé sembrar con la Luna los frutos del alimento,
teñir la lana para hacer el tejidos, hacer medicina como me enseñó mi abuela, cantar al nuevo día.
Sé amansar sencillamente, con fidelidad y con ternura. Soy mujer indígena
Mujer, como la madre tierra, fértil, callada, protectora y fuerte. Se cuando mi mundo está en peligro y sé cuando las cosas son buenas o no.
No entiendo de muchas cosas. A la gente del gobierno que viene con muchas promesas, palabras de aire, cuando hay elecciones, y después nada. A los que vienen a querer cambiar mi mundo, mis vestidos, mi espiritualidad. A los que nos roban. A los que experimentan con nuestros hijos o les sacan sus órganos para los winkas ricos. A los que mienten. A los que nos sacan de las tierras. A los que nos explotan. A los que intercambian arte y tejidos por comida o alcohol y me pagan una miseria por el trabajo de meses.
No entiendo a los que se hacen mis amigos para sacarme conocimientos. A los que vienen con grandes máquinas para talar el bosque; a los que agujerean la tierra para sacarle su sangre. A los que esconden en la comunidad basura en bidones para contaminarnos. A los que nos ponen vacunas. A los que experimentan con nuestra sangre. A los que tienen buena fe y creen que vienen a ayudarnos a integrarnos poniéndonos cables de luz y trayendo la “caja boba” para confundirnos. A los que nos ponen zapatos. A los que quieren cambiarnos nuestras costumbres ancestrales. A los que nos miran como un bicho raro y nos sacan fotos. A los que quieren que bailemos por dinero. A los que vienen con muchas palabras bonitas a hacer iglesias en nuestros lugares sagrados. A los que intentan esclavizarnos con dependencias ajenas a nuestras culturas. A los que entran armados en nuestras tierras para echarnos. A los extranjeros que vienen de guerrilla a enfrentarnos con los militares y luego se van protegidos a sus lejanas tierras… A veces las cosas se ponen peor para nuestra gente, nos apresan, nos matan…Tampoco entiendo a los que nos desprecian, a los que nos ignoran, a los que no les importo nada y nos roban todo, hasta la dignidad.
Soy mujer indígena y sé lo que quiero; cambiar las cosas; esas cosas que duelen dentro y se van agrandando, como la impotencia, el desamparo, la destrucción, las palabras incumplidas, el desamor y ese sentimiento de estar siendo violada constantemente.
Quiero gritar: -¡Déjenme en paz!… Quiero seguir viviendo así simplemente, con la tierra y mi gente, la que ríe, la que crea, la que vibra la vida así como es, sin alterar las cosas, la que comparte, la que acaricia, la que no tiene prisa y ama sin esperar nada, la que no se aburre.
Quiero que nos respeten, soy mujer de la tierra, fuerte.
Como el árbol que resiste al viento, como el junco en la corriente, firme como la montaña más alta, frágil como el colibrí, dulce como los atardeceres.
Soy mujer indígena, hija mayor de la Tierra y el Sol, desde siempre y para siempre.
Soy mujer indígena, hija de la Madre Tierra y del Padre Sol.
Pertenezco a una raza con una cultura milenaria que hoy conservo como un tesoro.
Convivo con lo que me rodea, con la lluvia, el viento, la montaña, el cielo…
Soy feliz en este paisaje.
Tengo tiempo para contar las estrellas.
Tiempo para poner mis sueños al día, para danzar con los pájaros sintiendo el aire fresco del amanecer y hablar en silencio con los animales, con las plantas, con los espíritus.
Sé sembrar con la Luna los frutos del alimento,
teñir la lana para hacer el tejidos, hacer medicina como me enseñó mi abuela, cantar al nuevo día.
Sé amansar sencillamente, con fidelidad y con ternura. Soy mujer indígena
Mujer, como la madre tierra, fértil, callada, protectora y fuerte. Se cuando mi mundo está en peligro y sé cuando las cosas son buenas o no.
No entiendo de muchas cosas. A la gente del gobierno que viene con muchas promesas, palabras de aire, cuando hay elecciones, y después nada. A los que vienen a querer cambiar mi mundo, mis vestidos, mi espiritualidad. A los que nos roban. A los que experimentan con nuestros hijos o les sacan sus órganos para los winkas ricos. A los que mienten. A los que nos sacan de las tierras. A los que nos explotan. A los que intercambian arte y tejidos por comida o alcohol y me pagan una miseria por el trabajo de meses.
No entiendo a los que se hacen mis amigos para sacarme conocimientos. A los que vienen con grandes máquinas para talar el bosque; a los que agujerean la tierra para sacarle su sangre. A los que esconden en la comunidad basura en bidones para contaminarnos. A los que nos ponen vacunas. A los que experimentan con nuestra sangre. A los que tienen buena fe y creen que vienen a ayudarnos a integrarnos poniéndonos cables de luz y trayendo la “caja boba” para confundirnos. A los que nos ponen zapatos. A los que quieren cambiarnos nuestras costumbres ancestrales. A los que nos miran como un bicho raro y nos sacan fotos. A los que quieren que bailemos por dinero. A los que vienen con muchas palabras bonitas a hacer iglesias en nuestros lugares sagrados. A los que intentan esclavizarnos con dependencias ajenas a nuestras culturas. A los que entran armados en nuestras tierras para echarnos. A los extranjeros que vienen de guerrilla a enfrentarnos con los militares y luego se van protegidos a sus lejanas tierras… A veces las cosas se ponen peor para nuestra gente, nos apresan, nos matan…Tampoco entiendo a los que nos desprecian, a los que nos ignoran, a los que no les importo nada y nos roban todo, hasta la dignidad.
Soy mujer indígena y sé lo que quiero; cambiar las cosas; esas cosas que duelen dentro y se van agrandando, como la impotencia, el desamparo, la destrucción, las palabras incumplidas, el desamor y ese sentimiento de estar siendo violada constantemente.
Quiero gritar: -¡Déjenme en paz!… Quiero seguir viviendo así simplemente, con la tierra y mi gente, la que ríe, la que crea, la que vibra la vida así como es, sin alterar las cosas, la que comparte, la que acaricia, la que no tiene prisa y ama sin esperar nada, la que no se aburre.
Quiero que nos respeten, soy mujer de la tierra, fuerte.
Como el árbol que resiste al viento, como el junco en la corriente, firme como la montaña más alta, frágil como el colibrí, dulce como los atardeceres.
Soy mujer indígena, hija mayor de la Tierra y el Sol, desde siempre y para siempre.
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