jueves, 6 de agosto de 2009

MEMORIA HISTÓRICA: NACE ANDRES ELOY BLANCO Y ES ARRASADA HIROSHIMA POR PARTE DE LOS EEUU CON UNA BOMBA ATOMICA

En 1897, nace en Cumaná, el poeta Andrés Eloy Blanco
Nació en Cumaná el 6 de agosto de 1896 y murió trágicamente en México, en un choque de vehículos en mayo de 1955
Poeta, abogado, político, internacionalista y educador. Su casa natal, es hoy un monumento histórico, visitado con devoción por los miles de admiradores de su eterna poesía.
Gran parte de su infancia la pasó en las playas del golfo de Cariaco. Hizo sus estudios en la Universidad Central, recibiéndose de abogado, profesión que nunca ejerció.
Desde muy joven se dedicó a la poesía, obteniendo su primer triunfó en 1916: Primer Premio de los Juegos Florales de Caracas. Años más tarde fue galardonado en España, en el Concurso de Poesía, celebrado en Madrid, con el poema titulado "Canto a España". Andrés Eloy Blanco es considerado uno de los poetas más populares de Venezuela. Poda en 1934, poemas conocidos como Las uvas del tiempo y La renuncia. poemas muy famosos son Coplas del amor viajero, Silencio y La Hilandera. Un año después (1935) publicó La aeroplana clueca.
Le cantó al pueblo, a los campesinos, atrapados en las tenazas de las guerras civiles, arrebatados por la recluta, que a las puertas de su rancho, la mujer veía cómo se le llevaban al marido y, luego, también al hijo. Uno, dos tres, cuatro, cinco. Se volvió loca Luz Caraballo, se cuenta los deditos de la mano, los deditos de los pies.
Y demanda que cese la discriminación, aun cuando esta sea celestial. Si quieres pintar tu cielo/igual que pintas tu tierra,/cuando pintas angelitos, acuérdate de tu pueblo/ y al lado del ángel blanco/ Y junto al ángel trigueño/ aunque la virgen sea blanca/ píntame angelitos negros. Recuerda a la madre muerta. A un año de tu luz, de tu voz, de tu mano y de tu huella, retorna a la niñez, donde palpita sangre de luz de tu corazón de estrella. Y en 1923, recibe por su Canto a España, yo me hundí hasta los hombros en el mar de Colón, el Premio de la Real Academia Española de la Lengua.
También le canta al guerrillero, que se alza contra la dictadura en lucha desigual, pero heroica. Unos lo llaman Mai Santa, y otros el Americano, Americano lo mientan porque es buenmozo y catire, entre bayo y alazano, era el general Pedro Pérez Delgado.
Así es Andrés Eloy Blanco, el poeta que nunca muere, el mismo que sintió en Venezuela y su gente, fuente inagotable de su numen creador.

El 25 de julio de 1945 fue enviada una orden secreta del general Thomas T. Handy, sustituto del Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, al general Carl Spaatz, comandante general de la Fuerza Aérea Estratégica.
El cumplimiento de esa indicación de apenas 24 líneas, escrita en un incoloro lenguaje castrense, provocó que, en apenas dos días, el 6 y el 9 de agosto, se provocase la muerte a 105 mil personas, se hiriese terriblemente a más de 94 mil, y se propiciase la destrucción, casi total, de dos grandes ciudades japonesas.
Nada semejante había presenciado la Humanidad desde que en la noche del 24 al 25 de agosto del año 79 DNE, durante el reinado del emperador Tito, la erupción del volcán Vesubio sepultó las ciudades de Herculano y Pompeya bajo un infierno de ceniza y lava. Las víctimas causadas entonces por la furia de la Naturaleza representan apenas el 9,52% de las causadas en Hiroshima y Nagasaki por la barbarie de un gobierno. Plinio, El Joven, testigo de la erupción volcánica, recordaría que “...muchos clamaban a los dioses, pero la mayoría estaban convencidos de que ya no había dioses, y que esa era la última noche del mundo”. El presidente Harry Truman apelaría también a una metáfora religiosa para describir su poder destructivo, cuando escribió en su Diario:
“Hemos creado la bomba más terrible que haya conocido la historia universal. Será como la destrucción por el fuego profetizada para la Era del Valle del Éufrates...”
Los apólogos de este acto inmoral de inédita barbarie, los mismos que defendieron los bombardeos contra Hanoi y Haiphong, o contra Belgrado y Bagdad, aún intentan demostrar que el lanzamiento de las bombas fue necesario para golpear blancos militares decisivos y acelerar la rendición de Japón, evitar la caída de más soldados norteamericanos, frenar la influencia de los soviéticos en el Pacífico, y advertir al mundo que su país disponía del arma capaz de garantizar al occidente capitalista la supremacía en la postguerra.
La orden emitida por Truman, y comunicada al general Spaatz, indicaba que sólo se debían bombardear objetivos militares, evitando dañar a mujeres y niños. Pero el texto de la orden cursada no hace tal distinción:
“El grupo 509, de la Fuerza Aérea 20, -se le ordena- lanzará la primera bomba especial después del 3 de agosto de 1945, tan pronto como el estado del tiempo permita visibilidad. Se escogerá uno de los siguientes blancos: Hiroshima, Kokura, Niigata o Nagasaki. Para transportar a científicos civiles y militares del Departamento de la Guerra con el objetivo de observar y documentar los efectos de la explosión, deberán habilitarse aviones acompañantes” (1). Truman mintió deliberadamente sobre el primer blanco bombardeado, en su anuncio oficial a la nación, al decir:
“Hace 16 horas un avión norteamericano lanzó una bomba sobre Hiroshima, una importante base del ejército japonés... Se trata de una bomba atómica...”

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