Etnocidio en Perú
Ya sabíamos que nada bueno pasaría en Perú con otro gobierno de Alan García. Político típico, corrupto, megalómano crónico, inculto a rabiar, este aprista apátrida, y, como tal, antibolivariano empedernido, está cometiendo conscientemente un genocidio contra los pueblos originarios de la Amazonia peruana, todo con tal de complacer el modelo neoliberal transnacional que domina al Perú.
Su racismo bestial le brota en las palabras. Dice que los indígenas no son “ciudadanos de primera”. Que “no tienen corona”. Que son unos pocos frente a la población total. Que bestial forma de ser una bestia fascista. Decimos bestia en el sentido bíblico.
Precisamente un peruano muy gente, buena gente, el cura convertido a la Orden de Predicadores (o Dominicos, como Antonio Montesino y Bartolomé de Las Casas), Gustavo Gutiérrez, en su obra fundamental “En busca de los pobres de Jesucristo”, concluyó que lo ocurrido en nuestro continente con la destrucción de millones de vidas durante la conquista fue una verdadera “catástrofe demográfica”. ¿Como aspira la bestia García que seamos mayoría?
Otro gran peruano, el Amauta José Carlos Mariategui, en sus imprescindibles “Siete ensayos sobre la realidad peruana”, precisa la razón histórica según la cual, no habrá en Perú camino al establecimiento de una sociedad más justa, sino se toma como prioridad la reivindicación del derecho indígena ancestral a la tierra y la existencia según su cosmovisión originaria.
Para el genocida García, los planteamientos indígenas representan la edad de piedra. La inversión extranjera es, en cambio, el progreso. Está claro a quien sirve este aparatoso bufón de cortes decadentes y absurdas.
Con pose de un Nicolás de Ovando y saña de un Antonio de Torres, exterminadores de los ancestros tahínos de las islas caribeñas, que magistralmente retrata en su novela “Anacaona y las tormentas” el laureado escritor bogotano y dilecto amigo Luís Darío Bernal Pinilla; el bandido de Alan García justifica su barbarie con un discurso tan manido como añeja es su ruindad.
Pareciera ignorar este pedante, que la doctrina constitucional latinoamericana de los últimos veinte años apunta a consolidar el derecho indígena como un aporte enriquecedor del derecho constitucional comparado, y que, instituciones de derecho internacional como la ONU, ya han adoptado estos avances como materia propia que ya cuenta con instrumentos concretos de valor trasnacional.
Amén del carácter imprescriptible de los delitos de lesa humanidad, como lo es típicamente el genocidio, sujeto de la jurisdicción penal planetaria, esta masacre provocada a propósito por el gobierno lacayo y corrupto de Alan García, es un desconocimiento al mandato de El Libertador Simón Bolívar plasmado palmariamente en su Carta de Jamaica, donde reconoció en nuestros pueblos originarios a los “verdaderos dueños de estos territorios”.
La región amazónica del Perú, por la que anduvieron Ernesto Guevara y Alberto Granado con sus hermosos sueños de solidaridad y liberación, es hábitat natural de numerosas comunidades raigales. También es emporio de riqueza en biodiversidad y recursos energéticos y mineros. La mano del capital voraz quiere lo que el genocida pretende brindarles complacientemente, ya sabemos todos a cambio de qué.
Pero no habrá calma para los Francisco Pizarro. Y tu García, tienes ahora una deuda de sangre con todos nosotros.
Ildefonso Finol
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador.
Ya sabíamos que nada bueno pasaría en Perú con otro gobierno de Alan García. Político típico, corrupto, megalómano crónico, inculto a rabiar, este aprista apátrida, y, como tal, antibolivariano empedernido, está cometiendo conscientemente un genocidio contra los pueblos originarios de la Amazonia peruana, todo con tal de complacer el modelo neoliberal transnacional que domina al Perú.
Su racismo bestial le brota en las palabras. Dice que los indígenas no son “ciudadanos de primera”. Que “no tienen corona”. Que son unos pocos frente a la población total. Que bestial forma de ser una bestia fascista. Decimos bestia en el sentido bíblico.
Precisamente un peruano muy gente, buena gente, el cura convertido a la Orden de Predicadores (o Dominicos, como Antonio Montesino y Bartolomé de Las Casas), Gustavo Gutiérrez, en su obra fundamental “En busca de los pobres de Jesucristo”, concluyó que lo ocurrido en nuestro continente con la destrucción de millones de vidas durante la conquista fue una verdadera “catástrofe demográfica”. ¿Como aspira la bestia García que seamos mayoría?
Otro gran peruano, el Amauta José Carlos Mariategui, en sus imprescindibles “Siete ensayos sobre la realidad peruana”, precisa la razón histórica según la cual, no habrá en Perú camino al establecimiento de una sociedad más justa, sino se toma como prioridad la reivindicación del derecho indígena ancestral a la tierra y la existencia según su cosmovisión originaria.
Para el genocida García, los planteamientos indígenas representan la edad de piedra. La inversión extranjera es, en cambio, el progreso. Está claro a quien sirve este aparatoso bufón de cortes decadentes y absurdas.
Con pose de un Nicolás de Ovando y saña de un Antonio de Torres, exterminadores de los ancestros tahínos de las islas caribeñas, que magistralmente retrata en su novela “Anacaona y las tormentas” el laureado escritor bogotano y dilecto amigo Luís Darío Bernal Pinilla; el bandido de Alan García justifica su barbarie con un discurso tan manido como añeja es su ruindad.
Pareciera ignorar este pedante, que la doctrina constitucional latinoamericana de los últimos veinte años apunta a consolidar el derecho indígena como un aporte enriquecedor del derecho constitucional comparado, y que, instituciones de derecho internacional como la ONU, ya han adoptado estos avances como materia propia que ya cuenta con instrumentos concretos de valor trasnacional.
Amén del carácter imprescriptible de los delitos de lesa humanidad, como lo es típicamente el genocidio, sujeto de la jurisdicción penal planetaria, esta masacre provocada a propósito por el gobierno lacayo y corrupto de Alan García, es un desconocimiento al mandato de El Libertador Simón Bolívar plasmado palmariamente en su Carta de Jamaica, donde reconoció en nuestros pueblos originarios a los “verdaderos dueños de estos territorios”.
La región amazónica del Perú, por la que anduvieron Ernesto Guevara y Alberto Granado con sus hermosos sueños de solidaridad y liberación, es hábitat natural de numerosas comunidades raigales. También es emporio de riqueza en biodiversidad y recursos energéticos y mineros. La mano del capital voraz quiere lo que el genocida pretende brindarles complacientemente, ya sabemos todos a cambio de qué.
Pero no habrá calma para los Francisco Pizarro. Y tu García, tienes ahora una deuda de sangre con todos nosotros.
Ildefonso Finol
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador.
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