Fabricio Ojeda:
El enigma de su vida y de su muerte
El hombre que dejó el Congreso por la montaña
La prensa del dia 22 de junio de 1966 anunció el suicidio de Fabricio Ojeda.
Según la descripción certificada por el tribunal se trataba de un sujeto de 37 años de edad, de raza blanca, bien constituido, cuyo nombre era Fabricio Ramón Ojeda, nacido el 6 de febrero de 1929 en Boconó, Estado Trujillo.
No es mucho lo que se conoce de la vida de Fabricio, comparado con la popularidad de que gozó en la opinión pública desde el año de 1958. La madrugada del 23 de enero este hombre hizo un llamado a la calma del pueblo tras la caída de una de las dictaduras más opresoras en la historia del país, y así reveló su identidad como presidente de la Junta Patriótica, la agrupación de los partidos políticos que condensó la unión de la fuerza popular y la militar para lograr la caída del general Marcos Pérez Jiménez.
Conocido antes del derrocamiento como el periodista del diario El Nacional que cubría la fuente de Miraflores, Fabricio había asumido el rol de dirigente político y era seguidor del líder del partido Union Republicana Democrática. “Mi inscripción en el partido siguió a un elocuente discurso de Jóvito Villalba, a quien conocí ese día y por quien sentía profunda admiración debido a sus luchas el 28 y el 36”, relata Fabricio Ojeda en su libro La guerra del pueblo.
Sin embargo, esa especie de guía que este joven de izquierda vio en Villalba se resquebrajó cuando el 20 de enero de 1958 se produjo el Pacto de Nueva York, que luego se reafirmaría en el Pacto de Punto Fijo, instaurado entre Rómulo Betancourt, de Acción Democrática, Rafael Caldera, del partido socialcristiano COPEI, y Jóvito Villalba, de URD, dejando fuera al Partido Comunista de Venezuela, que había sido primer protagonista en la acción de la Junta Patriótica.
“La popularidad de Fabricio, que era evidente, y su protagonismo, despertó la envidia de los viejos lideres: Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt, Caldera. Incluso había celos por parte de los viejos cuadros del Partido Comunista hacia una figura joven con aquel poder de convocatoria.
Era una amenaza para la vieja dirección, y comenzaron a cerrarle el paso y a desplazarlo”, conto Guillermo García Ponce, quien fue miembro de la Junta Patriótica.
El diputado revolucionario
Luego de la caída de Pérez Jiménez, la Junta Patriótica perdió protagonismo político. Sin embargo, Fabricio Ojeda fue elegido parlamentario al Congreso Nacional por URD y desde su investidura denunció que el 23 de enero sólo se habían cambiado unos nombres por otros al frente de los destinos públicos.
“El 23 de enero hubo sólo esto: un cambio de nombres. La oligarquía explotadora, los servidores del imperialismo buscaron acomodo inmediato en el nuevo gobierno. El poder político había quedado en manos de los mismos intereses y los instrumentos de ese poder seguían bajo la responsabilidad de las mismas clases”, expresó
Fabricio en su discurso de renuncia como diputado, el 30 de junio de 1962.
Así este hombre activo, de izquierda y claro políticamente, como lo define García Ponce, se separa de aquella política de segregación ejercida por los viejos partidos y por los viejos líderes, se une al movimiento revolucionario y se va a las montañas de Lara a encabezar el Frente Guerrillero José Antonio Páez.
“Ahora a mí me queda, como decía un insigne pensador latinoamericano: cambiar la comodidad por el miasma fétido del campamento, y los goces suavísimos de la familia por los azares de la guerra, y el calor del hogar por el frío del bosque y el cieno del pantano, y la vida muelle y segura por la vida nómada y perseguida y hambrienta y llagada y enferma y desnuda”, expresó el diputado renunciante.
Con el propósito de liberar a los trabajadores de la miseria, la ignorancia y la explotación, tomó las armas y ensambló las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), constituidas el primero de enero de 1963, pero más tarde fue capturado, sentenciado por un Consejo de guerra a 18 años de presidio por rebelión militar, y encerrado en la cárcel de Trujillo.
“Escaparon de la cárcel de Trujillo”, tituló el diario La República su edición del día martes 17 de septiembre de 1963. Entre los nueve fugados de aquella prisión andina, condenados por los tribunales militares, se encontraba el dirigente político, periodista y ex diputado Fabricio Ojeda.
Más tarde Fabricio se trasladará a Caracas “en un intento por evitar la división en el seno de las FALN, que era el organismo que dirigía la lucha armada, pero es delatado”, según García Ponce.
El 20 de junio de 1966 es detenido, junto a su compañera Anayansi Jiménez, por el Servicio de Información de las Fuerzas Armadas, SIFA, del gobierno de Raúl Leoni, y al día siguiente el Ministerio de la Defensa “cumple con informar a la colectividad, que hoy a las 8:15 de la mañana, cuando un guardia abrió la puerta de la dependencia del SIFA, donde se hallaba detenido el ciudadano Fabricio Ojeda, observó que éste se había ahorcado...»
La causa de la muerte fue asfixia mecánica por ahorcadura. Supuestamente Fabricio Ojeda se valió de una cuerda de persiana, la amarró en la parte superior del travesaño de hierro de una ventana y se dejó caer para provocarse la brusca pérdida del conocimiento, la detención de las funciones vitales y la muerte. Sin embargo, en la propia sentencia se manifestaba: “Los pies resbalaron por el suelo, hubo suspensión incompleta”.
El asesinato de Fabricio
“Jamás los viejos cuadros le perdonaron el haber encabezado la Junta Patriótica, haber sido un líder tan popular; la prensa lo buscaba por todas partes, aparecía en las primeras páginas de los periódicos”, indica
Guillermo García Ponce, quien afirma que la tesis de que Fabricio Ojeda se suicidó no tiene fundamento. “No tenía ninguna tendencia suicida, era un hombre alegre, optimista, dado a vivir muy intensamente; jamás vi algún rasgo en él de pesimismo, era un hombre que no se rendía”, recordó. Esta opinión se enlaza con la que dio la compañera de Fabricio Ojeda a la revista Élite, en 1967:
“Nunca decayó su ánimo, ni aun ante las situaciones más azarosas. Nunca le conocí un momento de decaimiento. Nunca oí una frase de pesimismo. Siempre tenía la sonrisa pronta, el chiste a tiempo, la frase optimista en los labios. Ese es uno de los motivos por los cuales en ningún momento he aceptado la tesis del suicidio”, relató Anayansy Jiménez, quien fuera estudiante de medicina.
Además, ella destaca una serie de contradicciones en los informes y declaraciones sobre la muerte del periodista y guerrillero, y observa que el cadáver no presentaba las fases características del ahorcado, y que en el estómago se hallaron signos de que había ingerido barbitúricos.
“Yo pienso que a Fabricio lo llevaron a interrogar. Eso, ahora es indudable, como también es indudable que su actitud fue siempre de burla hacia el aparato represivo. Y lo golpearon. Él no cedió», afirmó la compañera del revolucionario.
Sostuvo que cuando golpearon a Fabricio, uno de los golpes dio en el plexo solar. “Eso le produjo un paro. Trataron de reanimarlo administrándole estimulantes cardiacos (...).
Esos estimulantes fueron los que se le encontraron a Fabricio en las vísceras cuando le practicaron la autopsia.”
Con sus propias palabras
“En los países colonizados nada escapa al control del imperialismo. Éste tiene a su alcance los mínimos y elementales instrumentos para modelar mente y conciencia. Dispone de la prensa, la radio, la televisión, el cine; de escritores, dirigentes políticos, gobernantes, parlamentarios, historiadores, sociólogos, etc., que a través de todas sus zonas de influencia y sus manifestaciones públicas, tergiversan acontecimientos, deforman realidades y construyen un mundo artificial que, con ayuda del aparato coercitivo del Estado, meten por los ojos y oídos a todo el pueblo.”
Fabricio Ojeda: La guerra del pueblo (1966)
“La propia experiencia, además del estudio de la teoría política, demuestra que a esta altura de la historia, nada tiene que buscar nuestro país en el cambio de una camarilla por otra; o de un partido o grupo de partidos por otro partido o grupo de partidos. Lo que se trata de lograr es un cambio revolucionario, de fondo, en la composición social del gobierno, que sea capaz de modificar las estructuras mismas del país y consolidar un régimen independiente, liberado del imperialismo y la oligarquía. La magnitud y causas de los problemas nacionales requieren, sin duda, la conquista del Poder por una alianza de las clases populares, democráticas y progresistas con la fuerza suficiente en lo político y militar para hacer frente a las fuerzas de la reacción”
Fabricio Ojeda: La guerra del pueblo (1966)
“Los dos caminos que se marcan en la actual encrucijada histórica, polarizan las dos políticas en pugna: la política reaccionaria y la política revolucionaria. Una en descenso vertiginoso, sostenida por fuerzas agonizantes, sin otro asidero que el de sus propios instrumentos de Poder; la otra, en flujo permanente, conducida por fuerzas nuevas en pleno desarrollo y vigor, que como torrente desbordado se abren sus propios cauces y arrastran con todo lo que pretende detenerlas.”
Fabricio Ojeda: La guerra del pueblo (1966)
“Venezuela —lo sabemos y lo sentimos todos—, necesita un cambio a fondo para recobrar su perfil de nación soberana, recuperar los medios de riqueza hoy en manos del capital extranjero y convertirlos en instrumentos de progreso colectivo. Necesitamos un cambio a fondo para liberar al trabajador de la miseria, la ignorancia y la explotación; para poner la enseñanza, la técnica y la ciencia al alcance del pueblo; para que el obrero tenga trabajo permanente y sus hijos amparo y protección. Venezuela, en fin, necesita un cambio profundo para que los derechos democráticos del pueblo no sean letra muerta en el texto de las leyes; para que la libertad exista y la justicia impere; para que el derecho a la educación, al trabajo, a la salud y al bienestar sean verdaderos derechos para las mayorías populares y no privilegio de escasas minorías. Pero nada de esto podrá lograrse en un país subdesarrollado y dependiente, como el nuestro, sino a través de la acción revolucionaria que concluya con la conquista del Poder Político por parte del pueblo.”
Fabricio Ojeda: Discurso de renuncia al Congreso (1962)
El enigma de su vida y de su muerte
El hombre que dejó el Congreso por la montaña
La prensa del dia 22 de junio de 1966 anunció el suicidio de Fabricio Ojeda.
Según la descripción certificada por el tribunal se trataba de un sujeto de 37 años de edad, de raza blanca, bien constituido, cuyo nombre era Fabricio Ramón Ojeda, nacido el 6 de febrero de 1929 en Boconó, Estado Trujillo.
No es mucho lo que se conoce de la vida de Fabricio, comparado con la popularidad de que gozó en la opinión pública desde el año de 1958. La madrugada del 23 de enero este hombre hizo un llamado a la calma del pueblo tras la caída de una de las dictaduras más opresoras en la historia del país, y así reveló su identidad como presidente de la Junta Patriótica, la agrupación de los partidos políticos que condensó la unión de la fuerza popular y la militar para lograr la caída del general Marcos Pérez Jiménez.
Conocido antes del derrocamiento como el periodista del diario El Nacional que cubría la fuente de Miraflores, Fabricio había asumido el rol de dirigente político y era seguidor del líder del partido Union Republicana Democrática. “Mi inscripción en el partido siguió a un elocuente discurso de Jóvito Villalba, a quien conocí ese día y por quien sentía profunda admiración debido a sus luchas el 28 y el 36”, relata Fabricio Ojeda en su libro La guerra del pueblo.
Sin embargo, esa especie de guía que este joven de izquierda vio en Villalba se resquebrajó cuando el 20 de enero de 1958 se produjo el Pacto de Nueva York, que luego se reafirmaría en el Pacto de Punto Fijo, instaurado entre Rómulo Betancourt, de Acción Democrática, Rafael Caldera, del partido socialcristiano COPEI, y Jóvito Villalba, de URD, dejando fuera al Partido Comunista de Venezuela, que había sido primer protagonista en la acción de la Junta Patriótica.
“La popularidad de Fabricio, que era evidente, y su protagonismo, despertó la envidia de los viejos lideres: Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt, Caldera. Incluso había celos por parte de los viejos cuadros del Partido Comunista hacia una figura joven con aquel poder de convocatoria.
Era una amenaza para la vieja dirección, y comenzaron a cerrarle el paso y a desplazarlo”, conto Guillermo García Ponce, quien fue miembro de la Junta Patriótica.
El diputado revolucionario
Luego de la caída de Pérez Jiménez, la Junta Patriótica perdió protagonismo político. Sin embargo, Fabricio Ojeda fue elegido parlamentario al Congreso Nacional por URD y desde su investidura denunció que el 23 de enero sólo se habían cambiado unos nombres por otros al frente de los destinos públicos.
“El 23 de enero hubo sólo esto: un cambio de nombres. La oligarquía explotadora, los servidores del imperialismo buscaron acomodo inmediato en el nuevo gobierno. El poder político había quedado en manos de los mismos intereses y los instrumentos de ese poder seguían bajo la responsabilidad de las mismas clases”, expresó
Fabricio en su discurso de renuncia como diputado, el 30 de junio de 1962.
Así este hombre activo, de izquierda y claro políticamente, como lo define García Ponce, se separa de aquella política de segregación ejercida por los viejos partidos y por los viejos líderes, se une al movimiento revolucionario y se va a las montañas de Lara a encabezar el Frente Guerrillero José Antonio Páez.
“Ahora a mí me queda, como decía un insigne pensador latinoamericano: cambiar la comodidad por el miasma fétido del campamento, y los goces suavísimos de la familia por los azares de la guerra, y el calor del hogar por el frío del bosque y el cieno del pantano, y la vida muelle y segura por la vida nómada y perseguida y hambrienta y llagada y enferma y desnuda”, expresó el diputado renunciante.
Con el propósito de liberar a los trabajadores de la miseria, la ignorancia y la explotación, tomó las armas y ensambló las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), constituidas el primero de enero de 1963, pero más tarde fue capturado, sentenciado por un Consejo de guerra a 18 años de presidio por rebelión militar, y encerrado en la cárcel de Trujillo.
“Escaparon de la cárcel de Trujillo”, tituló el diario La República su edición del día martes 17 de septiembre de 1963. Entre los nueve fugados de aquella prisión andina, condenados por los tribunales militares, se encontraba el dirigente político, periodista y ex diputado Fabricio Ojeda.
Más tarde Fabricio se trasladará a Caracas “en un intento por evitar la división en el seno de las FALN, que era el organismo que dirigía la lucha armada, pero es delatado”, según García Ponce.
El 20 de junio de 1966 es detenido, junto a su compañera Anayansi Jiménez, por el Servicio de Información de las Fuerzas Armadas, SIFA, del gobierno de Raúl Leoni, y al día siguiente el Ministerio de la Defensa “cumple con informar a la colectividad, que hoy a las 8:15 de la mañana, cuando un guardia abrió la puerta de la dependencia del SIFA, donde se hallaba detenido el ciudadano Fabricio Ojeda, observó que éste se había ahorcado...»
La causa de la muerte fue asfixia mecánica por ahorcadura. Supuestamente Fabricio Ojeda se valió de una cuerda de persiana, la amarró en la parte superior del travesaño de hierro de una ventana y se dejó caer para provocarse la brusca pérdida del conocimiento, la detención de las funciones vitales y la muerte. Sin embargo, en la propia sentencia se manifestaba: “Los pies resbalaron por el suelo, hubo suspensión incompleta”.
El asesinato de Fabricio
“Jamás los viejos cuadros le perdonaron el haber encabezado la Junta Patriótica, haber sido un líder tan popular; la prensa lo buscaba por todas partes, aparecía en las primeras páginas de los periódicos”, indica
Guillermo García Ponce, quien afirma que la tesis de que Fabricio Ojeda se suicidó no tiene fundamento. “No tenía ninguna tendencia suicida, era un hombre alegre, optimista, dado a vivir muy intensamente; jamás vi algún rasgo en él de pesimismo, era un hombre que no se rendía”, recordó. Esta opinión se enlaza con la que dio la compañera de Fabricio Ojeda a la revista Élite, en 1967:
“Nunca decayó su ánimo, ni aun ante las situaciones más azarosas. Nunca le conocí un momento de decaimiento. Nunca oí una frase de pesimismo. Siempre tenía la sonrisa pronta, el chiste a tiempo, la frase optimista en los labios. Ese es uno de los motivos por los cuales en ningún momento he aceptado la tesis del suicidio”, relató Anayansy Jiménez, quien fuera estudiante de medicina.
Además, ella destaca una serie de contradicciones en los informes y declaraciones sobre la muerte del periodista y guerrillero, y observa que el cadáver no presentaba las fases características del ahorcado, y que en el estómago se hallaron signos de que había ingerido barbitúricos.
“Yo pienso que a Fabricio lo llevaron a interrogar. Eso, ahora es indudable, como también es indudable que su actitud fue siempre de burla hacia el aparato represivo. Y lo golpearon. Él no cedió», afirmó la compañera del revolucionario.
Sostuvo que cuando golpearon a Fabricio, uno de los golpes dio en el plexo solar. “Eso le produjo un paro. Trataron de reanimarlo administrándole estimulantes cardiacos (...).
Esos estimulantes fueron los que se le encontraron a Fabricio en las vísceras cuando le practicaron la autopsia.”
Con sus propias palabras
“En los países colonizados nada escapa al control del imperialismo. Éste tiene a su alcance los mínimos y elementales instrumentos para modelar mente y conciencia. Dispone de la prensa, la radio, la televisión, el cine; de escritores, dirigentes políticos, gobernantes, parlamentarios, historiadores, sociólogos, etc., que a través de todas sus zonas de influencia y sus manifestaciones públicas, tergiversan acontecimientos, deforman realidades y construyen un mundo artificial que, con ayuda del aparato coercitivo del Estado, meten por los ojos y oídos a todo el pueblo.”
Fabricio Ojeda: La guerra del pueblo (1966)
“La propia experiencia, además del estudio de la teoría política, demuestra que a esta altura de la historia, nada tiene que buscar nuestro país en el cambio de una camarilla por otra; o de un partido o grupo de partidos por otro partido o grupo de partidos. Lo que se trata de lograr es un cambio revolucionario, de fondo, en la composición social del gobierno, que sea capaz de modificar las estructuras mismas del país y consolidar un régimen independiente, liberado del imperialismo y la oligarquía. La magnitud y causas de los problemas nacionales requieren, sin duda, la conquista del Poder por una alianza de las clases populares, democráticas y progresistas con la fuerza suficiente en lo político y militar para hacer frente a las fuerzas de la reacción”
Fabricio Ojeda: La guerra del pueblo (1966)
“Los dos caminos que se marcan en la actual encrucijada histórica, polarizan las dos políticas en pugna: la política reaccionaria y la política revolucionaria. Una en descenso vertiginoso, sostenida por fuerzas agonizantes, sin otro asidero que el de sus propios instrumentos de Poder; la otra, en flujo permanente, conducida por fuerzas nuevas en pleno desarrollo y vigor, que como torrente desbordado se abren sus propios cauces y arrastran con todo lo que pretende detenerlas.”
Fabricio Ojeda: La guerra del pueblo (1966)
“Venezuela —lo sabemos y lo sentimos todos—, necesita un cambio a fondo para recobrar su perfil de nación soberana, recuperar los medios de riqueza hoy en manos del capital extranjero y convertirlos en instrumentos de progreso colectivo. Necesitamos un cambio a fondo para liberar al trabajador de la miseria, la ignorancia y la explotación; para poner la enseñanza, la técnica y la ciencia al alcance del pueblo; para que el obrero tenga trabajo permanente y sus hijos amparo y protección. Venezuela, en fin, necesita un cambio profundo para que los derechos democráticos del pueblo no sean letra muerta en el texto de las leyes; para que la libertad exista y la justicia impere; para que el derecho a la educación, al trabajo, a la salud y al bienestar sean verdaderos derechos para las mayorías populares y no privilegio de escasas minorías. Pero nada de esto podrá lograrse en un país subdesarrollado y dependiente, como el nuestro, sino a través de la acción revolucionaria que concluya con la conquista del Poder Político por parte del pueblo.”
Fabricio Ojeda: Discurso de renuncia al Congreso (1962)
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