Otro genocidio más de la derecha latinoamericana
Cuando la noticia llegó, nos llenamos de indignación. ¡No podía ser de otra manera! Gracias a la valentía de periodistas que se atrevieron a desafiar la censura y las amenazas del gobierno peruano, el mundo pudo ser testigo de cómo cientos de policías y militares armados y enfundados en sus trajes antibalas, disparaban a mansalva con armas de guerra desde helicópteros, carros blindados y barreras antimotines sobre un puñado de hombres y mujeres que blandían lanzas, palos y piedras, con el resultado ya conocido por todos: Decenas de muertos y centenares de heridos pertenecientes a las comunidades indígenas de la amazonia peruana.
Es un genocidio, no puede calificarse de otra manera, aunque el genocida Alan García y sus secuaces pretendan manipular los hechos tildando de subversivos y conspiradores a las comunidades y organizaciones indígenas que se oponen al despojo de sus territorios ancestrales y al robo de las riquezas en ellos contenidas para sin ningún escrúpulo entregarla a las ya muy conocidas transnacionales gringas depredadoras del ambiente y la vida de nuestros pueblos.
Ante la dignidad de los pueblos originarios y su valentía y arrojo para defender lo que en justicia le pertenece, el títere del imperio hace uso de la violencia más brutal para probar a sus amos hasta donde es capaz de llegar en la defensa de sus intereses. Sólo bastó que un grupo de los protestantes, después de permanecer durante 60 días en un paro regional, sometidos a un estado de sitio y cansados de la burla del gobierno, cerraran una carretera rural para que, de manera ruin y cobarde, ordenara a su jauría que arremetiera contra ellos, sin importar las previsibles y graves consecuencias que una acción criminal como esa acarrearía.
Lamentablemente esta es una historia ya harto conocida para todas y todos los latinoamericanos. Es la típica respuesta de los gobiernos de derecha ante los pueblos que se atreven a desafiar la dominación y luchan por la defensa de sus derechos. Así ha sucedido una y otra vez en todas las naciones latinoamericanas. No hay ningún país de la región donde hechos similares no hayan ocurrido y esto no es mera coincidencia o una condena histórica que todos debamos sufrir. Es sencilla y llanamente una instrucción y una "receta" que el imperio hace ya mucho tiempo impartió a las oligarquías regionales para aplicarla en situaciones de insurgencia popular. Cuando el sistema de dominación capitalista se pone en riesgo en alguno de nuestros países y con ello los intereses imperiales, aparece entonces la inmediata respuesta fascista con los resultados ya conocidos de muerte y desolación.
En los años 60 y 70 se le llamaba "Doctrina de Seguridad Nacional" hoy se denomina "lucha contra el terrorismo". Ambas caracterizaciones se asientan en la misma lógica: la eliminación del llamado "enemigo interno".
Y por supuesto ese enemigo es el pueblo que lucha por sus derechos y reivindicaciones y para ello tiene que enfrentar a gobiernos fascistas que son los perros guardianes de los intereses transnacionales que, como si la historia no existiera, pretenden continuar expoliando nuestras riquezas y condenarnos a la miseria y opresión hasta el fin de los tiempos.
Alan García sólo es el perro furioso que muerde por mandato de las oligarquías locales que le atienden los negocios al amo del norte, que esta vez de la mano de un negro que ocupa temporalmente la casa blanca nos vuelve a mostrar la zanahoria mientras empuña cínicamente el mismo garrote de siempre para descargarlo a la menor oportunidad sobre nuestros dignos pueblos que resisten y resistirán por siempre a la dominación imperial.
¡Denunciemos el genocidio de la derecha peruana!
¡Denunciemos al gobierno fascista y genocida de Alan García!
¡Denunciemos a la derecha latinoamericana como responsable de estos crímenes de lesa humanidad!
¡Solidaridad activa con los hermanos indígenas peruanos!
Isabel Rada
Cuando la noticia llegó, nos llenamos de indignación. ¡No podía ser de otra manera! Gracias a la valentía de periodistas que se atrevieron a desafiar la censura y las amenazas del gobierno peruano, el mundo pudo ser testigo de cómo cientos de policías y militares armados y enfundados en sus trajes antibalas, disparaban a mansalva con armas de guerra desde helicópteros, carros blindados y barreras antimotines sobre un puñado de hombres y mujeres que blandían lanzas, palos y piedras, con el resultado ya conocido por todos: Decenas de muertos y centenares de heridos pertenecientes a las comunidades indígenas de la amazonia peruana.
Es un genocidio, no puede calificarse de otra manera, aunque el genocida Alan García y sus secuaces pretendan manipular los hechos tildando de subversivos y conspiradores a las comunidades y organizaciones indígenas que se oponen al despojo de sus territorios ancestrales y al robo de las riquezas en ellos contenidas para sin ningún escrúpulo entregarla a las ya muy conocidas transnacionales gringas depredadoras del ambiente y la vida de nuestros pueblos.
Ante la dignidad de los pueblos originarios y su valentía y arrojo para defender lo que en justicia le pertenece, el títere del imperio hace uso de la violencia más brutal para probar a sus amos hasta donde es capaz de llegar en la defensa de sus intereses. Sólo bastó que un grupo de los protestantes, después de permanecer durante 60 días en un paro regional, sometidos a un estado de sitio y cansados de la burla del gobierno, cerraran una carretera rural para que, de manera ruin y cobarde, ordenara a su jauría que arremetiera contra ellos, sin importar las previsibles y graves consecuencias que una acción criminal como esa acarrearía.
Lamentablemente esta es una historia ya harto conocida para todas y todos los latinoamericanos. Es la típica respuesta de los gobiernos de derecha ante los pueblos que se atreven a desafiar la dominación y luchan por la defensa de sus derechos. Así ha sucedido una y otra vez en todas las naciones latinoamericanas. No hay ningún país de la región donde hechos similares no hayan ocurrido y esto no es mera coincidencia o una condena histórica que todos debamos sufrir. Es sencilla y llanamente una instrucción y una "receta" que el imperio hace ya mucho tiempo impartió a las oligarquías regionales para aplicarla en situaciones de insurgencia popular. Cuando el sistema de dominación capitalista se pone en riesgo en alguno de nuestros países y con ello los intereses imperiales, aparece entonces la inmediata respuesta fascista con los resultados ya conocidos de muerte y desolación.
En los años 60 y 70 se le llamaba "Doctrina de Seguridad Nacional" hoy se denomina "lucha contra el terrorismo". Ambas caracterizaciones se asientan en la misma lógica: la eliminación del llamado "enemigo interno".
Y por supuesto ese enemigo es el pueblo que lucha por sus derechos y reivindicaciones y para ello tiene que enfrentar a gobiernos fascistas que son los perros guardianes de los intereses transnacionales que, como si la historia no existiera, pretenden continuar expoliando nuestras riquezas y condenarnos a la miseria y opresión hasta el fin de los tiempos.
Alan García sólo es el perro furioso que muerde por mandato de las oligarquías locales que le atienden los negocios al amo del norte, que esta vez de la mano de un negro que ocupa temporalmente la casa blanca nos vuelve a mostrar la zanahoria mientras empuña cínicamente el mismo garrote de siempre para descargarlo a la menor oportunidad sobre nuestros dignos pueblos que resisten y resistirán por siempre a la dominación imperial.
¡Denunciemos el genocidio de la derecha peruana!
¡Denunciemos al gobierno fascista y genocida de Alan García!
¡Denunciemos a la derecha latinoamericana como responsable de estos crímenes de lesa humanidad!
¡Solidaridad activa con los hermanos indígenas peruanos!
Isabel Rada
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