Luchemos por la socialización de los medios
Gonzalo Gómez
Los medios privados o corporaciones de la información y la propaganda, así como los medios informativos manejados por los gobiernos burgueses, son instrumentos para la imposición de la hegemonía ideológica y cultural del capitalismo.
Son, por supuesto, a la vez, instrumentos para la conversión de la información en mercancía. Con la propiedad de los medios, manipulan dicha “mercancía” a conveniencia de su clase social, restringen su valor de uso a los intereses y a los límites de la tolerancia del capital.
Por eso no respetan parámetros éticos y morales, ni los más elementales criterios de resguardo a la salud psíquica. Los dueños de las televisoras se meten en las casas con la pantalla chica y le roban la crianza de los hijos a las familias y a la nación, para convertirlos en mercado de consumo y en esclavos mentales inconscientes, manejados como un gran rebaño social.
De esta manera despojan a la comunicación de su condición de servicio público y de su condición de derecho humano, derecho colectivo y difuso. En realidad, deja de ser comunicación para convertirse en flujo unilateral de información direccionada según las apetencias y requerimientos de los capitalistas, de la clase que utiliza esa “comunicación” para ejercer y multiplicar su dominio.
Los dueños de los grandes medios o empresas de la información, son también los dueños de los bancos, de redes monopólicas industriales y comerciales, latifundios. Suelen ser miembros, asociados o correas de transmisión de las cadenas transnacionales que manejan la información en el mundo, a capricho del imperialismo.
Acá, sabemos del emporio financiero, industrial y comercial que representa el Grupo Cisneros, propietario de Venevisión, conectado con intereses e inversiones en Estados Unidos y en otras potencias. Este grupo estuvo metido hasta el cuello en el golpe de Estado del 11 de Abril de 2002 contra el Gobierno Bolivariano del presidente Chávez.
El canal Globovisión ya es “emblemático”, como cabeza del golpismo y de la ultraderecha en Venezuela. Fue una de las principales herramientas de la conspiración golpista en esa oportunidad y en el paro-sabotaje petrolero, en todos los sentidos. Sus dueños son banqueros (Banco federal) y tienen todo tipo de negocios. Todavía está reciente, el caso de las camionetas Toyota acaparadas por Zuloaga (uno de los magnates de “Globoterror”), que muestra los vericuetos de sus ramificaciones “comerciales”. El descubrimiento en el jardín de la residencia del Sr. Zuloaga, presidente de la directiva del canal, de 24 carros de lujo vendidos entre sus distintas empresas para el engorde de los precios, muestra que además de conspirar, andan envueltos en tremendas estafas a los consumidores. No se nos olvide que el nombre de otros propietarios de Globovisión, como Mezerhane (del Federal) estuvo ligado al caso del mortal atentado terrorista contra el fiscal Danilo Anderson, que venía investigando los entramados del golpe de Estado.
De manera que, el tema de los medios es vital para la defensa y triunfo de la revolución y para la construcción del socialismo. Así como hay que pasar de la propiedad capitalista de los medios de producción a la propiedad social; lo mismo tendremos que hacer con los medios de comunicación. Esas herramientas deben estar al servicio de la clase trabajadora y de los sectores populares, de los campesinos, de nuestros indígenas, de nuestra juventud. No al servicio del lucro particular, de la manipulación y del golpismo, de los enemigos de la independencia nacional. Con los medios de comunicación en las manos de los capitalistas y sin medios de comunicación en las manos del pueblo, será sumamente difícil o imposible defender y hacer triunfar la revolución para edificar la nueva cultura humanista y socialista.
No basta con tener unos cuantos racimos de medios alternativos. No resuelve el problema tener televisoras estatales manejadas por funcionarios y vulnerables al burocratismo. Se trata de construir un sistema público nacional en manos de las comunidades, de los organismos del Poder Popular, de los trabajadores, de los campesinos, de la juventud, de las organizaciones que luchan por los derechos de la mujer, de quienes se desenvuelven en la esfera del arte, la cultura, la educación, la ciencia y el deporte… Las televisoras y radios del Estado deben estar abiertas al control y a la auditoría social. Debemos dotarnos de centros integrales de comunicaciones y de prensa, con todos los recursos disponibles, en correspondencia proporcional con las necesidades de comunicación de los distintos sectores, organizaciones y movimientos del pueblo. Incluyendo las telecomunicaciones e Internet. Hay que sembrar radios y televisoras accesibles a los trabajadores en las grandes empresas nacionalizadas. Hay que hacerlo en las comunas que se vayan creando. Las imprentas del Estado deben estar al alcance de las organizaciones populares, sindicales, culturales, del pueblo.
Porque sin comunicación obrera y popular no habrá poder popular. Y sin poder obrero y popular no va a haber socialismo.
Para esto, necesitamos organización y movilización, mediante la constitución de Comités de Comunicación y de Usuarios, la creación y consolidación de medios comunitarios y alternativos. Pero, se necesitan medidas revolucionarias, dirigidas a poner los medios en manos de los trabajadores y el pueblo. Y también algunas reformas que vayan abriendo el camino, para avanzar hacia el objetivo. La Reforma de la Ley de Telecomunicaciones debe ser uno de los próximos pasos a dar, para reducir o incluso eliminar la explotación comercial del espacio radioeléctrico y consolidar su básica función social, como garantía del ejercicio de los derechos humanos y libertades, relacionados con la información, la expresión y la comunicación. Otra tarea urgente es poner coto al descarado papel golpista de los medios privados, ejerciendo el control social. Los medios privados actúan con la mayor impunidad y frente a esto el Estado debe cumplir con sus responsabilidades, sin ceder al chantaje ni temerle a la “sacrosanta” propiedad privada.
En este sentido es muy valiosa la iniciativa de los movimientos sociales que han presentado un Recurso de Amparo contra los dueños de Globovisión por violación de Derechos Humanos.
Gonzalo Gómez
Los medios privados o corporaciones de la información y la propaganda, así como los medios informativos manejados por los gobiernos burgueses, son instrumentos para la imposición de la hegemonía ideológica y cultural del capitalismo.
Son, por supuesto, a la vez, instrumentos para la conversión de la información en mercancía. Con la propiedad de los medios, manipulan dicha “mercancía” a conveniencia de su clase social, restringen su valor de uso a los intereses y a los límites de la tolerancia del capital.
Por eso no respetan parámetros éticos y morales, ni los más elementales criterios de resguardo a la salud psíquica. Los dueños de las televisoras se meten en las casas con la pantalla chica y le roban la crianza de los hijos a las familias y a la nación, para convertirlos en mercado de consumo y en esclavos mentales inconscientes, manejados como un gran rebaño social.
De esta manera despojan a la comunicación de su condición de servicio público y de su condición de derecho humano, derecho colectivo y difuso. En realidad, deja de ser comunicación para convertirse en flujo unilateral de información direccionada según las apetencias y requerimientos de los capitalistas, de la clase que utiliza esa “comunicación” para ejercer y multiplicar su dominio.
Los dueños de los grandes medios o empresas de la información, son también los dueños de los bancos, de redes monopólicas industriales y comerciales, latifundios. Suelen ser miembros, asociados o correas de transmisión de las cadenas transnacionales que manejan la información en el mundo, a capricho del imperialismo.
Acá, sabemos del emporio financiero, industrial y comercial que representa el Grupo Cisneros, propietario de Venevisión, conectado con intereses e inversiones en Estados Unidos y en otras potencias. Este grupo estuvo metido hasta el cuello en el golpe de Estado del 11 de Abril de 2002 contra el Gobierno Bolivariano del presidente Chávez.
El canal Globovisión ya es “emblemático”, como cabeza del golpismo y de la ultraderecha en Venezuela. Fue una de las principales herramientas de la conspiración golpista en esa oportunidad y en el paro-sabotaje petrolero, en todos los sentidos. Sus dueños son banqueros (Banco federal) y tienen todo tipo de negocios. Todavía está reciente, el caso de las camionetas Toyota acaparadas por Zuloaga (uno de los magnates de “Globoterror”), que muestra los vericuetos de sus ramificaciones “comerciales”. El descubrimiento en el jardín de la residencia del Sr. Zuloaga, presidente de la directiva del canal, de 24 carros de lujo vendidos entre sus distintas empresas para el engorde de los precios, muestra que además de conspirar, andan envueltos en tremendas estafas a los consumidores. No se nos olvide que el nombre de otros propietarios de Globovisión, como Mezerhane (del Federal) estuvo ligado al caso del mortal atentado terrorista contra el fiscal Danilo Anderson, que venía investigando los entramados del golpe de Estado.
De manera que, el tema de los medios es vital para la defensa y triunfo de la revolución y para la construcción del socialismo. Así como hay que pasar de la propiedad capitalista de los medios de producción a la propiedad social; lo mismo tendremos que hacer con los medios de comunicación. Esas herramientas deben estar al servicio de la clase trabajadora y de los sectores populares, de los campesinos, de nuestros indígenas, de nuestra juventud. No al servicio del lucro particular, de la manipulación y del golpismo, de los enemigos de la independencia nacional. Con los medios de comunicación en las manos de los capitalistas y sin medios de comunicación en las manos del pueblo, será sumamente difícil o imposible defender y hacer triunfar la revolución para edificar la nueva cultura humanista y socialista.
No basta con tener unos cuantos racimos de medios alternativos. No resuelve el problema tener televisoras estatales manejadas por funcionarios y vulnerables al burocratismo. Se trata de construir un sistema público nacional en manos de las comunidades, de los organismos del Poder Popular, de los trabajadores, de los campesinos, de la juventud, de las organizaciones que luchan por los derechos de la mujer, de quienes se desenvuelven en la esfera del arte, la cultura, la educación, la ciencia y el deporte… Las televisoras y radios del Estado deben estar abiertas al control y a la auditoría social. Debemos dotarnos de centros integrales de comunicaciones y de prensa, con todos los recursos disponibles, en correspondencia proporcional con las necesidades de comunicación de los distintos sectores, organizaciones y movimientos del pueblo. Incluyendo las telecomunicaciones e Internet. Hay que sembrar radios y televisoras accesibles a los trabajadores en las grandes empresas nacionalizadas. Hay que hacerlo en las comunas que se vayan creando. Las imprentas del Estado deben estar al alcance de las organizaciones populares, sindicales, culturales, del pueblo.
Porque sin comunicación obrera y popular no habrá poder popular. Y sin poder obrero y popular no va a haber socialismo.
Para esto, necesitamos organización y movilización, mediante la constitución de Comités de Comunicación y de Usuarios, la creación y consolidación de medios comunitarios y alternativos. Pero, se necesitan medidas revolucionarias, dirigidas a poner los medios en manos de los trabajadores y el pueblo. Y también algunas reformas que vayan abriendo el camino, para avanzar hacia el objetivo. La Reforma de la Ley de Telecomunicaciones debe ser uno de los próximos pasos a dar, para reducir o incluso eliminar la explotación comercial del espacio radioeléctrico y consolidar su básica función social, como garantía del ejercicio de los derechos humanos y libertades, relacionados con la información, la expresión y la comunicación. Otra tarea urgente es poner coto al descarado papel golpista de los medios privados, ejerciendo el control social. Los medios privados actúan con la mayor impunidad y frente a esto el Estado debe cumplir con sus responsabilidades, sin ceder al chantaje ni temerle a la “sacrosanta” propiedad privada.
En este sentido es muy valiosa la iniciativa de los movimientos sociales que han presentado un Recurso de Amparo contra los dueños de Globovisión por violación de Derechos Humanos.
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