Junto a la imagen y el recuerdo de José Martí ,el pueblo cubano, reunido en una concentración de un millón de personas en la capital del país, aprobó la Declaración de La Habana
Los cubanos emprendieron hace 48 años una batalla de ideas por Cuba, por los desposeídos de América y por la Humanidad se reunieron en Asamblea General Nacional y aprobaron jubilosos la Primera Declaración de La Habana, leída por Fidel Castro.
El histórico pronunciamiento fue la réplica viril a la Declaración de San José, acordada en una reunión en Costa Rica por la Organización de Estados Americanos (OEA), en la que el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa García, denunció los ataques, falacias y maniobras de Estados Unidos y sus acólitos contra la isla caribeña. El servilismo de la mayoría de los gobiernos allí representados condujo a la adopción de una decisión lesiva a Cuba.
El documento político aprobado en La Habana condena las atrocidades y crímenes del imperialismo yanqui y proclama el derecho de los oprimidos a combatir por alcanzar reivindicaciones económicas, políticas y sociales, y a decidir sus propios destinos; enarbola el latinoamericanismo liberador de José Martí y Benito Juárez, y ratifica la amistad y solidaridad de Cuba con todos los pueblos del mundo.
la declaración de La Habana proclamó "el derecho de los campesinos a la tierra, el derecho del obrero al fruto de su trabajo, el derecho de los niños a la educación, el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria, el derecho de los jóvenes al trabajo, el derecho de los estudiantes a la enseñanza libre, experimental y científica, el derecho de los negros e indios a la dignidad plena del hombre, el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política, el derecho del anciano a una vejez segura, el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor, el derecho de los estados a la nacionalización de los monopolios imperialistas, rescatando así las riquezas y recursos nacionales, el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo, el derecho de las naciones a su plena soberanía, el derecho de los pueblos a convertir sus fortalezas militares en escuelas, y a armar a sus obreros, a sus campesinos, a sus estudiantes, a sus intelectuales, al negro, al indio, a la mujer, al joven, al anciano, a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por si mismos, sus derechos y destinos".
Cuba también reafirmaba su propósito de establecer vínculos diplomáticos con los países socialistas de ese entonces, y aceptaba y agradecía el apoyo de los cohetes de la otrora URSS si su territorio fuese invadido por Estados Unidos.
A 48 años de la aprobación de aquel texto, aún se mantienen vigentes sus elementos esenciales.
En sus empeños redentores la Revolución Cubana hoy está acompañada de muchos pueblos que consideran que un mundo mejor SÍ es posible, y sus ideas proliferan del río Bravo a la Patagonia, el Caribe y otras regiones del universo.
A todos los que tenemos fe en un porvenir más luminoso, la Primera Declaración de La Habana –que el 2 de septiembre de 1960 se alzó como colosal grito de rebeldía y combate– nos trasmite la íntima convicción de que no está muy lejano el día en que "el águila imperial yanqui sea despojada, sin remedio de sus sanguinarias garras".
Los cubanos emprendieron hace 48 años una batalla de ideas por Cuba, por los desposeídos de América y por la Humanidad se reunieron en Asamblea General Nacional y aprobaron jubilosos la Primera Declaración de La Habana, leída por Fidel Castro.
El histórico pronunciamiento fue la réplica viril a la Declaración de San José, acordada en una reunión en Costa Rica por la Organización de Estados Americanos (OEA), en la que el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa García, denunció los ataques, falacias y maniobras de Estados Unidos y sus acólitos contra la isla caribeña. El servilismo de la mayoría de los gobiernos allí representados condujo a la adopción de una decisión lesiva a Cuba.
El documento político aprobado en La Habana condena las atrocidades y crímenes del imperialismo yanqui y proclama el derecho de los oprimidos a combatir por alcanzar reivindicaciones económicas, políticas y sociales, y a decidir sus propios destinos; enarbola el latinoamericanismo liberador de José Martí y Benito Juárez, y ratifica la amistad y solidaridad de Cuba con todos los pueblos del mundo.
la declaración de La Habana proclamó "el derecho de los campesinos a la tierra, el derecho del obrero al fruto de su trabajo, el derecho de los niños a la educación, el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria, el derecho de los jóvenes al trabajo, el derecho de los estudiantes a la enseñanza libre, experimental y científica, el derecho de los negros e indios a la dignidad plena del hombre, el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política, el derecho del anciano a una vejez segura, el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor, el derecho de los estados a la nacionalización de los monopolios imperialistas, rescatando así las riquezas y recursos nacionales, el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo, el derecho de las naciones a su plena soberanía, el derecho de los pueblos a convertir sus fortalezas militares en escuelas, y a armar a sus obreros, a sus campesinos, a sus estudiantes, a sus intelectuales, al negro, al indio, a la mujer, al joven, al anciano, a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por si mismos, sus derechos y destinos".
Cuba también reafirmaba su propósito de establecer vínculos diplomáticos con los países socialistas de ese entonces, y aceptaba y agradecía el apoyo de los cohetes de la otrora URSS si su territorio fuese invadido por Estados Unidos.
A 48 años de la aprobación de aquel texto, aún se mantienen vigentes sus elementos esenciales.
En sus empeños redentores la Revolución Cubana hoy está acompañada de muchos pueblos que consideran que un mundo mejor SÍ es posible, y sus ideas proliferan del río Bravo a la Patagonia, el Caribe y otras regiones del universo.
A todos los que tenemos fe en un porvenir más luminoso, la Primera Declaración de La Habana –que el 2 de septiembre de 1960 se alzó como colosal grito de rebeldía y combate– nos trasmite la íntima convicción de que no está muy lejano el día en que "el águila imperial yanqui sea despojada, sin remedio de sus sanguinarias garras".
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