Fabricio detenido sentenciado y detenido por un Consejo de Guerra a 18 años de presidio por Rebelión Militar, recluido en la cárcel de Trujillo logró fugarse en compañía de otros compañeros.
Una vez cumplidos los requisitos “legales” y condenados definitivamente, todos los reos fueron enviados a la cárcel del estado Trujillo; allí se les ubicó en un pabellón para detenidos militares., enel que podía decirse que gozaban de ciertas “comodidades”.
La vida en la prisión se hacía monótonas, larga, y la falta de libertad, empezó a golpear la menta de los reclusos. Al cabo de cinco meses. Germinó la idea de la fuga, con fuerza incontenible, idea también que la conciben los reos que son condenados a muchos años de prisión, fundamentalmente.
El pensamiento alrededor de la fuga se hizo permanente. En las interminables noches de vigilia, cuando el recuerdo de la mujer amada se hace clara, como sol de la mañana, y de los hijos indispensables, acogotan el cerebro, en busca de respuesta que satisfagan el espíritu herido de nostalgia por la soledad espiritual. Corre el pensamiento como brisa salvaje y marinera y trae el dulce recuerdo de las horas felices, y crece más y más la idea de la evasión. Todos los pensamientos salen fuera de coordinación, pero el resultado siempre es el mismo: la evasión.
Ya la fuga y la libertad, se han convertido en una obsesión que es necesario canalizar, para poder estar en calma: Todos los resortes de la mente están en función de un solo objetivo: la fuga, para seguir la lucha. Los planes para la huída, se fueron realizando meticulosamente; cada detalle fue diseñado y estudiado, con la paciencia que requiere, un trabajo en la que se expone la vida.
Se chequeó durante muchos días, la rutina de los carceleros militares y civiles. Era necesario, para el éxito de la fuga, poder contar con cierta complicidad de los vigilantes del penal. También hubo que ganarse la amistad de ciertos presos comunes, los cuales tenían influencia en la comunidad carcelaria.
Cuando todo encajaba perfectamente como un rompecabezas, se fijó la fecha de la evasión.
La cárcel de Trujillo, es una edificación rectangular, un tanto sombría, que desde lejos impone temor y angustias. En cada esquina del rectángulo, se alza un garita, las cuales permiten controlar el resto de la edificación, y donde permanecen los vigilantes del penal, las 24 horas del día.
En el plan original de fuga, el Capitán Molina Villegas, no estaba incluido entre los que iban a fugarse, porque su presencia era la mejor garantía y adicionaba mayor seguridad, ya que por su jerarquía, siempre le preguntaban a él si el personal bajo su mando estaba completa, y sólo tenía que responder en forma afirmativa, para que lo tomaran como correcta. la respuesta.
En los días que precedieron a la huída, se presentó en la cárcel cierta rivalidad con el Segundo Comandante del Movimiento 4 de Mayo, Mayor Vegas Castejón; porque Vegas Castejón, Fleming Mendoza y Acosta Bello, eran muy amigos del Partido Comunista, y era esta organización la que preparaba la fuga. Vegas Castejón era un joven muy estudioso e inteligente.
En una visita dominical, unos días antes de la fuga, el Capitán Molina Villegas, le participa a su esposa Doña Carmen, el plan de evasión, en el cual él no estaba incluido, por las causas expresadas con anterioridad, que resultaban poderosos motivos. Pero Doña Carmen de Molina, se molestó y le exige a su marido que se fugue también. Es tanta la presión ejercida, que el Capitán, no le queda otra alternativa, que modificar un poco el proyecto, e incluirse en él.
Fijada la tarea de cada quien, al Capitán Molina, por su condición de marino, se le pidió que construyera una escalera de mecate, para poder facilitar el salto sobre la pared, que tenía más de tres metros de altura.
Después de ese largo esperar, llegó la hora de escapar y se activó la ejecución del plan. Cada pieza encajaba perfectamente en el engranaje creado, con precisión militar y a las siete y treinta de la noche (7.30 P.M), de un día sábado, fecha escogida, porque en esa oportunidad, se realizaba un gran mitin de Unión Republicana Democrática (U.R.D), en esa entidad federal, y las movilizaciones de esos contingentes humanos, evidentemente, fue un factor que ayudo grandemente la fuga.
Para la evasión se había escogido un grupo de nueve personas: tres civiles y seis militares. Los civiles eran: Fabricio Ojeda, Luben Pettkof y Gregorio Lunar Márquez. Los militares eran: Capitán Jesús Teodoro Molina Villegas, Mayor Pedro Vegas Castejón, Capitán Omar Echeverría Sierra, Teniente Héctor Fleming Mendoza, Maestre de Primera Francisco Uzcátegui y Teniente Octavio Acosta Bello.
Observando todas las precauciones del caso, empezó la huída, pero cuando empezaron a bajar del otro lado del penal, Fabricio Ojeda, sufrió una aparatosa caída y se luxó un pie, lo cual puso en peligro la escapatoria, en el mismo momento de emprender la salida.
Una vez en la calle, las preocupación aumentó de tamaño, al constatar que las personas encargadas de llevarlos rápidamente de allí, de trasladarlos a otro sitio con la rapidez del caso, no estaban en el sitio acordado con anterioridad; eso obligo a caminar varios kilómetros por el hombrillo de la carretera, la cual se observaba mucho tránsito.
Sobre la marcha se dividieron en 2 grupos para no llamar la atención, contando también con la complicidad del destino, que hizo posible que un mitin de U.R.D, mucha gente se desplazara para el acto de masas.
Un rato después llegaron los ángeles de la salvación y todos fueron trasladados, casi sin ninguna dificultad, porque la fuga se supo ocho horas después; tiempo suficiente para borrar el rastro a sus seguidores. Y llevarlos a Boconó, donde permanecieron escondidos algún tiempo, hasta que el Frente Guerrillero del Charal, cuyo Comandante era Juan Vicente Cabezas (Comandante Pablo), se los llevó a las montañas.
A fin de hacer más expedito el camino hacia la montaña y procurar pasar lo más desapercibidos, se organizaron dos grupos, que fueron subiendo, siempre siguiendo el curso del río para no dejar rastro.
Al otro día de la llegada, se produjo un ataque al campamento guerrillero, por parte del gobierno, y por ese motivo se hizo un desplazamiento hacia “La Negrita”.
Por otra parte la F.A.L.N desde Caracas Resolvió que el Capitán Jesús Teodoro Molina, el Mayor Pedro Vegas Castejón, el Teniente Héctor Fleming Mendoza, el Maestre de Primera Fernando Uzcátegui, el Teniente Octavio Acosta Bello, bajaran a la ciudad, a fin de realizar los contactos con las Fuerzas Armadas y continuar la lucha al lado del pueblo. En las Guerrillas del Charal quedaron, Echeverría y Fabricio Ojeda.
La llegada a Caracas sin ninguna novedad, se pudo realizar gracia a los buenos oficios del Diputado Luis Miquilena, quien envió su carro con placas del Parlamento Nacional, para facilitar el paso por las Alcabalas. Los rebeldes estuvieron “enconchados” en varios sitios, uno de ellos fue San Antonio de Los Altos, hasta ubicarse en la casa de habitación, del también diputado de U.R.D, Manuel Joaquín Aristimuño.
Una vez cumplidos los requisitos “legales” y condenados definitivamente, todos los reos fueron enviados a la cárcel del estado Trujillo; allí se les ubicó en un pabellón para detenidos militares., enel que podía decirse que gozaban de ciertas “comodidades”.
La vida en la prisión se hacía monótonas, larga, y la falta de libertad, empezó a golpear la menta de los reclusos. Al cabo de cinco meses. Germinó la idea de la fuga, con fuerza incontenible, idea también que la conciben los reos que son condenados a muchos años de prisión, fundamentalmente.
El pensamiento alrededor de la fuga se hizo permanente. En las interminables noches de vigilia, cuando el recuerdo de la mujer amada se hace clara, como sol de la mañana, y de los hijos indispensables, acogotan el cerebro, en busca de respuesta que satisfagan el espíritu herido de nostalgia por la soledad espiritual. Corre el pensamiento como brisa salvaje y marinera y trae el dulce recuerdo de las horas felices, y crece más y más la idea de la evasión. Todos los pensamientos salen fuera de coordinación, pero el resultado siempre es el mismo: la evasión.
Ya la fuga y la libertad, se han convertido en una obsesión que es necesario canalizar, para poder estar en calma: Todos los resortes de la mente están en función de un solo objetivo: la fuga, para seguir la lucha. Los planes para la huída, se fueron realizando meticulosamente; cada detalle fue diseñado y estudiado, con la paciencia que requiere, un trabajo en la que se expone la vida.
Se chequeó durante muchos días, la rutina de los carceleros militares y civiles. Era necesario, para el éxito de la fuga, poder contar con cierta complicidad de los vigilantes del penal. También hubo que ganarse la amistad de ciertos presos comunes, los cuales tenían influencia en la comunidad carcelaria.
Cuando todo encajaba perfectamente como un rompecabezas, se fijó la fecha de la evasión.
La cárcel de Trujillo, es una edificación rectangular, un tanto sombría, que desde lejos impone temor y angustias. En cada esquina del rectángulo, se alza un garita, las cuales permiten controlar el resto de la edificación, y donde permanecen los vigilantes del penal, las 24 horas del día.
En el plan original de fuga, el Capitán Molina Villegas, no estaba incluido entre los que iban a fugarse, porque su presencia era la mejor garantía y adicionaba mayor seguridad, ya que por su jerarquía, siempre le preguntaban a él si el personal bajo su mando estaba completa, y sólo tenía que responder en forma afirmativa, para que lo tomaran como correcta. la respuesta.
En los días que precedieron a la huída, se presentó en la cárcel cierta rivalidad con el Segundo Comandante del Movimiento 4 de Mayo, Mayor Vegas Castejón; porque Vegas Castejón, Fleming Mendoza y Acosta Bello, eran muy amigos del Partido Comunista, y era esta organización la que preparaba la fuga. Vegas Castejón era un joven muy estudioso e inteligente.
En una visita dominical, unos días antes de la fuga, el Capitán Molina Villegas, le participa a su esposa Doña Carmen, el plan de evasión, en el cual él no estaba incluido, por las causas expresadas con anterioridad, que resultaban poderosos motivos. Pero Doña Carmen de Molina, se molestó y le exige a su marido que se fugue también. Es tanta la presión ejercida, que el Capitán, no le queda otra alternativa, que modificar un poco el proyecto, e incluirse en él.
Fijada la tarea de cada quien, al Capitán Molina, por su condición de marino, se le pidió que construyera una escalera de mecate, para poder facilitar el salto sobre la pared, que tenía más de tres metros de altura.
Después de ese largo esperar, llegó la hora de escapar y se activó la ejecución del plan. Cada pieza encajaba perfectamente en el engranaje creado, con precisión militar y a las siete y treinta de la noche (7.30 P.M), de un día sábado, fecha escogida, porque en esa oportunidad, se realizaba un gran mitin de Unión Republicana Democrática (U.R.D), en esa entidad federal, y las movilizaciones de esos contingentes humanos, evidentemente, fue un factor que ayudo grandemente la fuga.
Para la evasión se había escogido un grupo de nueve personas: tres civiles y seis militares. Los civiles eran: Fabricio Ojeda, Luben Pettkof y Gregorio Lunar Márquez. Los militares eran: Capitán Jesús Teodoro Molina Villegas, Mayor Pedro Vegas Castejón, Capitán Omar Echeverría Sierra, Teniente Héctor Fleming Mendoza, Maestre de Primera Francisco Uzcátegui y Teniente Octavio Acosta Bello.
Observando todas las precauciones del caso, empezó la huída, pero cuando empezaron a bajar del otro lado del penal, Fabricio Ojeda, sufrió una aparatosa caída y se luxó un pie, lo cual puso en peligro la escapatoria, en el mismo momento de emprender la salida.
Una vez en la calle, las preocupación aumentó de tamaño, al constatar que las personas encargadas de llevarlos rápidamente de allí, de trasladarlos a otro sitio con la rapidez del caso, no estaban en el sitio acordado con anterioridad; eso obligo a caminar varios kilómetros por el hombrillo de la carretera, la cual se observaba mucho tránsito.
Sobre la marcha se dividieron en 2 grupos para no llamar la atención, contando también con la complicidad del destino, que hizo posible que un mitin de U.R.D, mucha gente se desplazara para el acto de masas.
Un rato después llegaron los ángeles de la salvación y todos fueron trasladados, casi sin ninguna dificultad, porque la fuga se supo ocho horas después; tiempo suficiente para borrar el rastro a sus seguidores. Y llevarlos a Boconó, donde permanecieron escondidos algún tiempo, hasta que el Frente Guerrillero del Charal, cuyo Comandante era Juan Vicente Cabezas (Comandante Pablo), se los llevó a las montañas.
A fin de hacer más expedito el camino hacia la montaña y procurar pasar lo más desapercibidos, se organizaron dos grupos, que fueron subiendo, siempre siguiendo el curso del río para no dejar rastro.
Al otro día de la llegada, se produjo un ataque al campamento guerrillero, por parte del gobierno, y por ese motivo se hizo un desplazamiento hacia “La Negrita”.
Por otra parte la F.A.L.N desde Caracas Resolvió que el Capitán Jesús Teodoro Molina, el Mayor Pedro Vegas Castejón, el Teniente Héctor Fleming Mendoza, el Maestre de Primera Fernando Uzcátegui, el Teniente Octavio Acosta Bello, bajaran a la ciudad, a fin de realizar los contactos con las Fuerzas Armadas y continuar la lucha al lado del pueblo. En las Guerrillas del Charal quedaron, Echeverría y Fabricio Ojeda.
La llegada a Caracas sin ninguna novedad, se pudo realizar gracia a los buenos oficios del Diputado Luis Miquilena, quien envió su carro con placas del Parlamento Nacional, para facilitar el paso por las Alcabalas. Los rebeldes estuvieron “enconchados” en varios sitios, uno de ellos fue San Antonio de Los Altos, hasta ubicarse en la casa de habitación, del también diputado de U.R.D, Manuel Joaquín Aristimuño.
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