En la tarde del domingo 07 de septiembre fallecieron en La Habana, Cuba, Celia Hart (profesora de física y escritora colaboradora de medios alternativos) de 45 años y su hermano Abel Hart Santamaría, de 48, víctimas de un lamentable accidente de tránsito.
El hecho ocurrió al impactarse contra un árbol el vehículo en que viajaban, tal como lo reseñó en su página web el diario La Rebelión.
Ambos eran hijos de Armando Hart Dávalos, dirigente histórico de la Revolución, y de Haydee Santamaría, colaboradora de Fidel Castro desde 1953.
Celia Hart era ampliamente conocida en los medios alternativos por sus textos y colaboraciones. Tan leal a la revolución cubana como sincera en sus comentarios, se convirtió en una de la voces con iniciativa propia para interpretar la actualidad cubana.
Su integridad intelectual y su honestidad solían viajar juntas con su apasionada inteligencia. Y sus viajes no tenían regreso. Como éste, desgraciado, repentino y absolutamente desbordado que le causó la muerte en Miramar, Cuba, ayer domingo 8 de septiembre por la tarde. Se fue con la furia de los huracanes que asedian a su isla amada.
Cuenta el portal de Radio La Habana que se mató en un accidente junto a su hermano Abel al chocar el carro contra un árbol.
Ella solía decir, entre risas y reflexiones, que era un "souvenir de la Revolución Cubana". Su realidad se parecía a esa frase, pero en la envoltura de sus virtudes. Había nacido del vientre de una heroína como Haydée Santamaría y de Armando Hart, otro jefe ilustre del Movimiento 26 de julio. La marcha de esas dos figuras la convertía, según creía, en el souvenir de un triunfo revolucionario que llevaba en la sangre.
Aquella frase revelaba, en varias medidas, el retrato de su existencia como intelectual y militante dentro y fuera de Cuba. Pero creo que ella no era consciente.
Celia se había formado como la mayoría de su generación cubana, en lo mejor de su cultura universitaria y en sus valores, dentro de las condiciones sociales y políticas de la Cuba de comienzos de los años Setenta en adelante.
Su tiempo de aprendizaje ideológico y social la encontró fuera del acontecimiento creador de los primeros años y la condujo por derroteros distintos a los que hubiera elegido, si hubiera podido elegir.
Fue dirigente en la Juventud del PCC, pero su gusto por la lectura y las ciencias la llevó a Alemania del este, de donde volvió a Cuba como teórica Física y algo más extraño que los secretos del Universo: trotskista.
Esa contingencia generacional explica su devota admiración por el jefe más destacado de la hazaña revolucionaria de 1959: Fidel Castro. Y por Martí, la fuente invocatoria de todo anti imperialista que se respete.
Celia tenía 45 años ayer, apenas cinco menos que la edad de la revolución que la amamantó. Fue una expresión personal de ella y una disrupción ideológica al mismo tiempo. Entendía que las conquistas de la revolución cubana sólo se salvan en los derroteros de la revolución bolivariana, boliviana, ecuatoriana, y de América latina. Y viceversa: Sin Cuba no es posible entender nada en nuestro tiempo.
Su compromiso con la "revolución bolivariana" y su fanático aprecio a Chávez como líder popular, la convencieron de que era más útil ser corresponsal gratuita de la agencia bolivariana Aporrea, el emblema periodístico del proceso venezolano, que opinadora bien pagada de Le Monde Diplomatic.
Un escrito que causó polémicas y molestias en algunos medios excesivamente oficiales fue el que hizo para criticar a Chávez por los asuntos de las FARC, un punto en el que coincidió con su admirado Fidel, sin que los mares se desbordaran por esa diferencia. De hecho, el presidente venezolano sólo lamento que no hubieran coincidido con él. En cambio los cortesanos, siempre más papistas que el Papa, como dice el gastado dicho, comenzaron a señalarla como "peligrosa" o "sospechosa" por pensar diferente y atreverse a decirlo sin saltar del tren de la revolución.
El hecho ocurrió al impactarse contra un árbol el vehículo en que viajaban, tal como lo reseñó en su página web el diario La Rebelión.
Ambos eran hijos de Armando Hart Dávalos, dirigente histórico de la Revolución, y de Haydee Santamaría, colaboradora de Fidel Castro desde 1953.
Celia Hart era ampliamente conocida en los medios alternativos por sus textos y colaboraciones. Tan leal a la revolución cubana como sincera en sus comentarios, se convirtió en una de la voces con iniciativa propia para interpretar la actualidad cubana.
Su integridad intelectual y su honestidad solían viajar juntas con su apasionada inteligencia. Y sus viajes no tenían regreso. Como éste, desgraciado, repentino y absolutamente desbordado que le causó la muerte en Miramar, Cuba, ayer domingo 8 de septiembre por la tarde. Se fue con la furia de los huracanes que asedian a su isla amada.
Cuenta el portal de Radio La Habana que se mató en un accidente junto a su hermano Abel al chocar el carro contra un árbol.
Ella solía decir, entre risas y reflexiones, que era un "souvenir de la Revolución Cubana". Su realidad se parecía a esa frase, pero en la envoltura de sus virtudes. Había nacido del vientre de una heroína como Haydée Santamaría y de Armando Hart, otro jefe ilustre del Movimiento 26 de julio. La marcha de esas dos figuras la convertía, según creía, en el souvenir de un triunfo revolucionario que llevaba en la sangre.
Aquella frase revelaba, en varias medidas, el retrato de su existencia como intelectual y militante dentro y fuera de Cuba. Pero creo que ella no era consciente.
Celia se había formado como la mayoría de su generación cubana, en lo mejor de su cultura universitaria y en sus valores, dentro de las condiciones sociales y políticas de la Cuba de comienzos de los años Setenta en adelante.
Su tiempo de aprendizaje ideológico y social la encontró fuera del acontecimiento creador de los primeros años y la condujo por derroteros distintos a los que hubiera elegido, si hubiera podido elegir.
Fue dirigente en la Juventud del PCC, pero su gusto por la lectura y las ciencias la llevó a Alemania del este, de donde volvió a Cuba como teórica Física y algo más extraño que los secretos del Universo: trotskista.
Esa contingencia generacional explica su devota admiración por el jefe más destacado de la hazaña revolucionaria de 1959: Fidel Castro. Y por Martí, la fuente invocatoria de todo anti imperialista que se respete.
Celia tenía 45 años ayer, apenas cinco menos que la edad de la revolución que la amamantó. Fue una expresión personal de ella y una disrupción ideológica al mismo tiempo. Entendía que las conquistas de la revolución cubana sólo se salvan en los derroteros de la revolución bolivariana, boliviana, ecuatoriana, y de América latina. Y viceversa: Sin Cuba no es posible entender nada en nuestro tiempo.
Su compromiso con la "revolución bolivariana" y su fanático aprecio a Chávez como líder popular, la convencieron de que era más útil ser corresponsal gratuita de la agencia bolivariana Aporrea, el emblema periodístico del proceso venezolano, que opinadora bien pagada de Le Monde Diplomatic.
Un escrito que causó polémicas y molestias en algunos medios excesivamente oficiales fue el que hizo para criticar a Chávez por los asuntos de las FARC, un punto en el que coincidió con su admirado Fidel, sin que los mares se desbordaran por esa diferencia. De hecho, el presidente venezolano sólo lamento que no hubieran coincidido con él. En cambio los cortesanos, siempre más papistas que el Papa, como dice el gastado dicho, comenzaron a señalarla como "peligrosa" o "sospechosa" por pensar diferente y atreverse a decirlo sin saltar del tren de la revolución.
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