Este martes 16 de febrero, se cumplen 25 años de la desaparición física, del compositor y cantor de música de protesta Alí Primera, quien más allá de su muerte, continúa vigente, con sus pensamientos y sus poemas, en el corazón de los latinoamericanos, y especialmente de los venezolanos.
Su muerte se produjo el 16 de febrero de 1985 en un lamentable accidente automovilístico, ocurrido en la Autopista Valle-Coche. Vale destacar que para mucho de sus seguidores el fallecimiento de Alí Primera, fue obra de un atentando orquestado en su contra por parte de enemigos políticos, hecho que sin embargo, nunca se demostró.
El imperialismo y la América Latina obrera
El antiimperialismo de Alí Primera es como una huella roja en toda su obra musical que corresponde a la herencia histórica heredada de los proceres y mártires de la primera independencia antiimperialista. En esencia su pensamiento revolucionario siempre fue bolivariano porque había comprendido el presagio de Simón Bolivar que: Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad.
La libertad del imperio es como la goma de mascar, se estira y se encoge de acuerdo a los intereses del gran capital. Libertad es una gran palabra, decía Lenin [4] ; pero bajo la bandera de la libertad de industria se han hecho las guerras más rapaces, y bajo la bandera de la libertad de trabajo se ha expoliado a los trabajadores.
Alí nos habla entonces através de la voz de un carajito macilento y sentencia: //...Hoy acudimos a tu idea visionaria / al anti-imperialista pensamiento de tu frente / disculpa que te trate de tú / pero para ser mi Libertador / tuviste primero que ser mi amigo / grandioso capitán navegando hacia Angostura...
La Venezuela del presente, bolivariana y socialista, es el mejor ejemplo de que la semilla de su canción germinó y floreció en la tierra fértil de un pueblo bravío y valiente.
Hace 25 años, de madrugada, y en una autopista caraqueña Alí Primera dejaba espacios físicos para ocupar el campo infinito del ejemplo y la dignidad.
No había cumplido 43 años aquél hombre que vivió entre la rabia, por la injusticia y la humillación constante a las que era sometido su pueblo, y entre la ternura de su canto que levantaba banderas de insurgencia para poner la patria bonita.
No Alí, no araste en vano, tu canto está en el trinar del zenzontle salvadoreño, del gallo madrugador de la sabana, en el vuelo magistral de un altivo cóndor andino, en el zorsal cubano y en el quetzal multicolor de Guatemala.
Aún es de noche en América Latina, pero duerme tranquilo león sabanero que tu pueblo y su líder están con mucho guillo. Es de noche, guerrillero, pero descansa tranquilo y suéñate desandando la historia a trote limpio, oyendo como pasa relinchando algún caballo no importa el color, porque en la oscuridad lo que importa son los pasos. Es el libertador, despierten que están tocando a degüello en los albores del siglo XXI:/ ¡vamos! // Hay que empujar al sol / que ha estado detenido / y que la vieja herida / de nuestra tierra / tendrá en nuestra piel / la cicatriz de la mañana. // Es de noche y habrá mañana
El antiimperialismo de Alí Primera es como una huella roja en toda su obra musical que corresponde a la herencia histórica heredada de los proceres y mártires de la primera independencia antiimperialista. En esencia su pensamiento revolucionario siempre fue bolivariano porque había comprendido el presagio de Simón Bolivar que: Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad.
La libertad del imperio es como la goma de mascar, se estira y se encoge de acuerdo a los intereses del gran capital. Libertad es una gran palabra, decía Lenin [4] ; pero bajo la bandera de la libertad de industria se han hecho las guerras más rapaces, y bajo la bandera de la libertad de trabajo se ha expoliado a los trabajadores.
Alí nos habla entonces através de la voz de un carajito macilento y sentencia: //...Hoy acudimos a tu idea visionaria / al anti-imperialista pensamiento de tu frente / disculpa que te trate de tú / pero para ser mi Libertador / tuviste primero que ser mi amigo / grandioso capitán navegando hacia Angostura...
La Venezuela del presente, bolivariana y socialista, es el mejor ejemplo de que la semilla de su canción germinó y floreció en la tierra fértil de un pueblo bravío y valiente.
Hace 25 años, de madrugada, y en una autopista caraqueña Alí Primera dejaba espacios físicos para ocupar el campo infinito del ejemplo y la dignidad.
No había cumplido 43 años aquél hombre que vivió entre la rabia, por la injusticia y la humillación constante a las que era sometido su pueblo, y entre la ternura de su canto que levantaba banderas de insurgencia para poner la patria bonita.
No Alí, no araste en vano, tu canto está en el trinar del zenzontle salvadoreño, del gallo madrugador de la sabana, en el vuelo magistral de un altivo cóndor andino, en el zorsal cubano y en el quetzal multicolor de Guatemala.
Aún es de noche en América Latina, pero duerme tranquilo león sabanero que tu pueblo y su líder están con mucho guillo. Es de noche, guerrillero, pero descansa tranquilo y suéñate desandando la historia a trote limpio, oyendo como pasa relinchando algún caballo no importa el color, porque en la oscuridad lo que importa son los pasos. Es el libertador, despierten que están tocando a degüello en los albores del siglo XXI:/ ¡vamos! // Hay que empujar al sol / que ha estado detenido / y que la vieja herida / de nuestra tierra / tendrá en nuestra piel / la cicatriz de la mañana. // Es de noche y habrá mañana
A 25 años de su siembra, Alí Primera tiene todas las vidas del mundo
Apenas un par de meses atrás, diciembre de 1984, la conversación había girado en torno al que, sin saberlo, era su último disco, pero básicamente sobre un par de canciones que nos dejarían marcados: La patria buena y Camarada. En esta última, sin que nadie pudiera presentirlo, el amigo, el guía, el panita, se estaba despidiendo. “Has llegado a tu máximo nivel como poeta”, le dijimos vía telefónica, mientras nos poníamos de acuerdo acerca de un libro sobre los cantores populares, que él nos propuso escribir a cuatro manos.
No pudimos contactarnos en enero, como lo teníamos previsto, hasta que llegó la oscuridad de aquella madrugada, en la que cambió de paisaje, para alegría de todos aquellos que durante tantos años habían intentado asesinarlo, porque callarlo nunca, como se sigue demostrando un cuarto de siglo después. El dolor fue para millones.
“No sólo de vida vive el hombre”, había advertido en un remitido precisamente a raíz de uno de los tantos atentados que sufriera y hoy tal sentencia sigue por ahí, acompañándolo en quienes entonan sus canciones en cualquier rincón de nuestra patria.
Aquella frase mantiene tanta vigencia como muchas otras que dejara, legado revolucionario de un ser humano integral, de quien estuvo comprometido más allá de su sangre con Venezuela y su herencia bolivariana.
“El canto no gana combates, pero ayuda a formar los batallones”, decía, en aquellas tertulias que sosteníamos.
En una edición del Instituto Municipal para la Juventud de Caracas, los muchachos del Frente de Creadores Militantes recogen una gran cantidad de esos escritos.
Ahí, por ejemplo, está un poema dedicado a su compañera, Sol
Musett: Si callo para siempre, no me llores, recuérdame siempre en mi canto vivo, con alegría, no hace nada con llorar, ni con rezos ni con flores. En la tierra siempre se muere y la lucha es pan de cada día/ quizás un grito en mi garganta/ no sea más con vida, pero vive.
(…) Mi voz perdurará en tus oídos/ recuérdame siempre con amor/dedicando tu vida a cuidar/ los retoños de nuestro amor.
Predestinado, el camarada sin pausas sabía que en cualquier momento podía irse, tales las amenazas permanentes. “Que mi canto no se pierda”, insistía de manera constante.
“No podemos seguir viviendo del recuerdo de los héroes, tenemos que tratar de limpiar la estatua de Bolívar con dignidad”, dijo apenas escasos días antes de su muerte.
Veinticinco años de aquella madrugada que todavía llevamos clavada en el corazón, pero ahí sigue él, tendiendo su brazo amigo, su canción ronca, su rabia y su ternura, acompañándonos por estos caminos de revolución que todavía estamos construyendo y, por ello, seguimos diciéndole: gracias por la siembra, panita.
JIMMY LÓPEZ MORILLO PERIODISTA – AMIGO DE ALÍ PRIMERA
Apenas un par de meses atrás, diciembre de 1984, la conversación había girado en torno al que, sin saberlo, era su último disco, pero básicamente sobre un par de canciones que nos dejarían marcados: La patria buena y Camarada. En esta última, sin que nadie pudiera presentirlo, el amigo, el guía, el panita, se estaba despidiendo. “Has llegado a tu máximo nivel como poeta”, le dijimos vía telefónica, mientras nos poníamos de acuerdo acerca de un libro sobre los cantores populares, que él nos propuso escribir a cuatro manos.
No pudimos contactarnos en enero, como lo teníamos previsto, hasta que llegó la oscuridad de aquella madrugada, en la que cambió de paisaje, para alegría de todos aquellos que durante tantos años habían intentado asesinarlo, porque callarlo nunca, como se sigue demostrando un cuarto de siglo después. El dolor fue para millones.
“No sólo de vida vive el hombre”, había advertido en un remitido precisamente a raíz de uno de los tantos atentados que sufriera y hoy tal sentencia sigue por ahí, acompañándolo en quienes entonan sus canciones en cualquier rincón de nuestra patria.
Aquella frase mantiene tanta vigencia como muchas otras que dejara, legado revolucionario de un ser humano integral, de quien estuvo comprometido más allá de su sangre con Venezuela y su herencia bolivariana.
“El canto no gana combates, pero ayuda a formar los batallones”, decía, en aquellas tertulias que sosteníamos.
En una edición del Instituto Municipal para la Juventud de Caracas, los muchachos del Frente de Creadores Militantes recogen una gran cantidad de esos escritos.
Ahí, por ejemplo, está un poema dedicado a su compañera, Sol
Musett: Si callo para siempre, no me llores, recuérdame siempre en mi canto vivo, con alegría, no hace nada con llorar, ni con rezos ni con flores. En la tierra siempre se muere y la lucha es pan de cada día/ quizás un grito en mi garganta/ no sea más con vida, pero vive.
(…) Mi voz perdurará en tus oídos/ recuérdame siempre con amor/dedicando tu vida a cuidar/ los retoños de nuestro amor.
Predestinado, el camarada sin pausas sabía que en cualquier momento podía irse, tales las amenazas permanentes. “Que mi canto no se pierda”, insistía de manera constante.
“No podemos seguir viviendo del recuerdo de los héroes, tenemos que tratar de limpiar la estatua de Bolívar con dignidad”, dijo apenas escasos días antes de su muerte.
Veinticinco años de aquella madrugada que todavía llevamos clavada en el corazón, pero ahí sigue él, tendiendo su brazo amigo, su canción ronca, su rabia y su ternura, acompañándonos por estos caminos de revolución que todavía estamos construyendo y, por ello, seguimos diciéndole: gracias por la siembra, panita.
JIMMY LÓPEZ MORILLO PERIODISTA – AMIGO DE ALÍ PRIMERA
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