RUPTURA
Una Revolución es una ruptura cultural, es tomar por asalto a un nuevo mundo, al cielo, es la fundación de una nueva civilización.
Una Revolución supone, entonces, una nueva cultura que nace de las entrañas de las nuevas relaciones humanas.
Pero… ¿Cómo se producen las rupturas revolucionarias, cuáles son sus reglas?
Esas rupturas revolucionarias se inician de manera sorprendente, los políticos tradicionales no las comprenden, los teóricos son superados por la realidad que se resiste al vaticinio. La perplejidad sustituye al cálculo sesudo y castrante, la audacia teórica y práctica toma el timón. Son, como dijo el Che, alzamientos contra las oligarquías y contra los dogmas.
Así fue la Revolución de Octubre, que dio nacimiento a la Unión Soviética y sorprendió a las lecturas dogmáticas de los clásicos.
La Revolución Cubana aún asombra al mundo, su nacimiento fue heroico, y su permanencia más heroica todavía, rompe con la sensatez de los análisis.
El 4 de febrero, cuando nadie esperaba conmoción, un puñado de muchachos, tal como la prédica de Martí, tomó para sí el decoro de todo un pueblo. Y se alzó contra las oligarquías, las izquierdas agotadas y los dogmas rancios. Y fue así que nació esta Revolución, que hoy es expectativa de todo el continente.
La ruptura, que al inició es sorprendente, debe ser la constante: una Revolución avanza, se consolida en las rupturas. Cuando algo es aceptado, ya llega la hora de superarlo, de seguir avanzando.
Ahora bien, las rupturas son difíciles, riesgosas: se trata de romper con las costumbres, las tradiciones, las normas que son admitidas por las mayorías. El fracaso es una posibilidad, no existen redes de seguridad, el riesgo acompaña la acción revolucionaria, siempre.
Romper con lo aceptado, y hacer que lo nuevo ocupe su lugar, es un riesgo constante en de todas las revoluciones, pero lo es más para la Revolución nuestra, que es pacífica y aún se mueve en la lógica oligarca.
Revolución que no avanza, que se estanca, perece, de eso no hay dudas, pero al avanzar corremos riesgos de ser incomprendidos, es la paradoja de la Revolución Pacífica.
¿Qué hacer?
Debemos elevar el esfuerzo en la explicación de los pasos que da la Revolución, ubicarlos dentro de una estrategia clara, definida. El pueblo debe saber la importancia de cada medida, de cada paso, para eso es imprescindible que sienta como suyo el objetivo estratégico.
La masa debe entender la necesidad del cambio, explicarle que no es posible, que no es sostenible el sistema de vida capitalista, que allí no están las soluciones a los problemas. El mundo capitalista no es viable.
Debe apropiarse de la necesidad de cambiar los valores, la forma de relacionarse, entender la necesidad de una nueva civilización, de una nueva manera de vivir, de consumir, de producir. De la necesidad de que todo cambie.
Esa es la discusión y la práctica central. Allí debe la Revolución hacer énfasis, debe correr el riesgo de las rupturas para avanzar hacia ese nuevo mundo.
¡Chávez es Socialismo!
Una Revolución es una ruptura cultural, es tomar por asalto a un nuevo mundo, al cielo, es la fundación de una nueva civilización.
Una Revolución supone, entonces, una nueva cultura que nace de las entrañas de las nuevas relaciones humanas.
Pero… ¿Cómo se producen las rupturas revolucionarias, cuáles son sus reglas?
Esas rupturas revolucionarias se inician de manera sorprendente, los políticos tradicionales no las comprenden, los teóricos son superados por la realidad que se resiste al vaticinio. La perplejidad sustituye al cálculo sesudo y castrante, la audacia teórica y práctica toma el timón. Son, como dijo el Che, alzamientos contra las oligarquías y contra los dogmas.
Así fue la Revolución de Octubre, que dio nacimiento a la Unión Soviética y sorprendió a las lecturas dogmáticas de los clásicos.
La Revolución Cubana aún asombra al mundo, su nacimiento fue heroico, y su permanencia más heroica todavía, rompe con la sensatez de los análisis.
El 4 de febrero, cuando nadie esperaba conmoción, un puñado de muchachos, tal como la prédica de Martí, tomó para sí el decoro de todo un pueblo. Y se alzó contra las oligarquías, las izquierdas agotadas y los dogmas rancios. Y fue así que nació esta Revolución, que hoy es expectativa de todo el continente.
La ruptura, que al inició es sorprendente, debe ser la constante: una Revolución avanza, se consolida en las rupturas. Cuando algo es aceptado, ya llega la hora de superarlo, de seguir avanzando.
Ahora bien, las rupturas son difíciles, riesgosas: se trata de romper con las costumbres, las tradiciones, las normas que son admitidas por las mayorías. El fracaso es una posibilidad, no existen redes de seguridad, el riesgo acompaña la acción revolucionaria, siempre.
Romper con lo aceptado, y hacer que lo nuevo ocupe su lugar, es un riesgo constante en de todas las revoluciones, pero lo es más para la Revolución nuestra, que es pacífica y aún se mueve en la lógica oligarca.
Revolución que no avanza, que se estanca, perece, de eso no hay dudas, pero al avanzar corremos riesgos de ser incomprendidos, es la paradoja de la Revolución Pacífica.
¿Qué hacer?
Debemos elevar el esfuerzo en la explicación de los pasos que da la Revolución, ubicarlos dentro de una estrategia clara, definida. El pueblo debe saber la importancia de cada medida, de cada paso, para eso es imprescindible que sienta como suyo el objetivo estratégico.
La masa debe entender la necesidad del cambio, explicarle que no es posible, que no es sostenible el sistema de vida capitalista, que allí no están las soluciones a los problemas. El mundo capitalista no es viable.
Debe apropiarse de la necesidad de cambiar los valores, la forma de relacionarse, entender la necesidad de una nueva civilización, de una nueva manera de vivir, de consumir, de producir. De la necesidad de que todo cambie.
Esa es la discusión y la práctica central. Allí debe la Revolución hacer énfasis, debe correr el riesgo de las rupturas para avanzar hacia ese nuevo mundo.
¡Chávez es Socialismo!
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