El extraño y apasionante drama del hombre nuevo
Martín Guédez
Ernesto Che Guevara definía al hombre nuevo como “ese extraño y apasionante drama, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad”. Tenía razón el Che, nada es más apasionante y dramático que ese ser humano capaz de vencer los instintos individualistas a favor del ser colectivo. Aquello que Pablo de Tarso, preñado de angustias, llamaba el “aguijón del pecado” ante el cual se confesaba indefenso y que el hombre nuevo socialista debe derrotar en comunidad y armado de conciencia.
Desde luego, respecto al hombre viejo lo esencial es asumirlo como parte nuestra. Algo que debe ir muriendo en nosotros al tiempo que se gesta el siempre inacabado hombre nuevo. Negar “el corazón burgués que todo llevamos dentro” es tan inútil como pretender superar la dependencia del alcohol sin reconocerse alcohólico.
Por el reconocimiento doloroso de lo que somos como consecuencia de una cultura debe comenzar todo. El proceso por el que somos el fruto de una sociedad y unos valores que actúan en nosotros y por el otro somos protagonistas de un proceso consciente de autoeducación en los valores nuevos.
El socialismo apenas esbozado en la conciencia tiene que librar un duro combate con la cultura vieja aun poderosa y omnipresente. Los efectos de este combate se hacen sentir en nuestra débil resistencia a las tentaciones de los instintos. El aparato educativo y el mediático orientados al aislamiento del individuo, a la satisfacción de las necesidades propias y a los principios mercantilistas de la existencia se hacen sentir persistentemente en la incipiente conciencia.
En tanto la superestructura condicionadora de la percepción subjetiva de los hechos (Medios, publicidad, educación formal, etc.,) responda a los valores capitalistas será muy difícil liberarnos de este callejón sin salida. Para el socialismo al tiempo que las condiciones materiales hay que transformar hasta la esencia al hombre nuevo.
Para una Revolución sui Géneris como la bolivariana (revolución pacífica bajo las reglas del juego y sometida al bombardeo de las ideas capitalistas) quizás éste sea su más grande desafío.
Sólo en la medida en que todos nos empeñamos en ir muriendo al hombre viejo e ir pariendo nuevo, podremos construir el camino socialista. No todos caminarán al mismo paso; unos lo harán con cierta velocidad y presteza, en tanto otros lo harán lentamente. Ése no es el problema. En el camino se impondrá la solidaridad socialista para ayudar al que se retrase. Eso es también socialismo.
No faltarán tampoco los que tiendan a caminar en solitario con satisfacción social y reconociéndose protagonista del milagro socialista.
Martín Guédez
Ernesto Che Guevara definía al hombre nuevo como “ese extraño y apasionante drama, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad”. Tenía razón el Che, nada es más apasionante y dramático que ese ser humano capaz de vencer los instintos individualistas a favor del ser colectivo. Aquello que Pablo de Tarso, preñado de angustias, llamaba el “aguijón del pecado” ante el cual se confesaba indefenso y que el hombre nuevo socialista debe derrotar en comunidad y armado de conciencia.
Desde luego, respecto al hombre viejo lo esencial es asumirlo como parte nuestra. Algo que debe ir muriendo en nosotros al tiempo que se gesta el siempre inacabado hombre nuevo. Negar “el corazón burgués que todo llevamos dentro” es tan inútil como pretender superar la dependencia del alcohol sin reconocerse alcohólico.
Por el reconocimiento doloroso de lo que somos como consecuencia de una cultura debe comenzar todo. El proceso por el que somos el fruto de una sociedad y unos valores que actúan en nosotros y por el otro somos protagonistas de un proceso consciente de autoeducación en los valores nuevos.
El socialismo apenas esbozado en la conciencia tiene que librar un duro combate con la cultura vieja aun poderosa y omnipresente. Los efectos de este combate se hacen sentir en nuestra débil resistencia a las tentaciones de los instintos. El aparato educativo y el mediático orientados al aislamiento del individuo, a la satisfacción de las necesidades propias y a los principios mercantilistas de la existencia se hacen sentir persistentemente en la incipiente conciencia.
En tanto la superestructura condicionadora de la percepción subjetiva de los hechos (Medios, publicidad, educación formal, etc.,) responda a los valores capitalistas será muy difícil liberarnos de este callejón sin salida. Para el socialismo al tiempo que las condiciones materiales hay que transformar hasta la esencia al hombre nuevo.
Para una Revolución sui Géneris como la bolivariana (revolución pacífica bajo las reglas del juego y sometida al bombardeo de las ideas capitalistas) quizás éste sea su más grande desafío.
Sólo en la medida en que todos nos empeñamos en ir muriendo al hombre viejo e ir pariendo nuevo, podremos construir el camino socialista. No todos caminarán al mismo paso; unos lo harán con cierta velocidad y presteza, en tanto otros lo harán lentamente. Ése no es el problema. En el camino se impondrá la solidaridad socialista para ayudar al que se retrase. Eso es también socialismo.
No faltarán tampoco los que tiendan a caminar en solitario con satisfacción social y reconociéndose protagonista del milagro socialista.
Como decía Argimiro Gabaldón, “el camino es largo, el camino es duro... pero es el camino” ¡VENCEREMOS! ¡CONCIENCIA Y COHERENCIA RADICAL!
Nuestras primeras necesidades ¡VENCEREMOS!
Nuestras primeras necesidades ¡VENCEREMOS!
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