Réquiem para un continente redimido
Esteban Emilio Mosonyi
Hace varias semanas corre la noticia de un acuerdo de alto nivel formalizado en Bolivia entre los Presidentes Hugo Chávez, "Lula" Da Silva y Evo Morales en torno a un ambicioso proyecto de desarrollo integral de la Amazonía, comenzando por la parte boliviana. En su fase inicial nuestro país es el que corre con el mayor porcentaje de gastos, al ofrecer el financiamiento de una red de carreteras que unirían la capital La Paz con la mayor parte de la Bolivia amazónica.
Pero el objetivo va mucho más allá y representa la culminación del expansionismo "brasileiro" a partir del mero centro de Suramérica e irradiando hacia el Océano Atlántico y el Mar Caribe, en un afán de gigantismo geopolítico. La versión oficial del proyecto habla de la integración total de la Amazonía al resto del continente –ciudades, obras de envergadura, poblamiento masivo, libre explotación de recursos minerales y vegetales– con la deforestación imparable que esa colosal inversión implica sin discusión alguna. Por más que los signatarios hablen de desarrollo "sustentable", ellos decretan la muerte rápida e irreversible de lo que queda de la Amazonía.
La problemática es vieja pero ahora hacen su aparición nuevos actores sociales, dotados también de inmenso poder. Desde casi mediados del siglo pasado, un nutrido grupo de entidades y personalidades constitutivas o ligadas a movimientos indígenas, ambientalistas y defensoras de la diversidad venimos denunciando en términos apocalípticos la actividad deletérea de grandes consorcios transnacionales –apoyadas y reforzadas por los países más ricos y poderosos del planeta– referente a la deforestación demencial de las selvas primigenias en todos los continentes con fines económicos y geopolíticos, acompañada del etnogenocidio de multitud de pueblos indígenas y tradicionales.
Nuestra labor ha logrado sensibilizar profundamente a la opinión progresista internacional y su voz se traduce en un amplio conjunto de normativas nacionales e internacionales, incluyendo la Constitución del '99 de la República Bolivariana de Venezuela; cuyo conjunto favorece de manera amplia la preservación del ambiente, la biodiversidad y los derechos colectivos de las comunidades y pueblos mencionados.
No obstante y con la parcial excepción de la Amazonía suramericana, las deforestaciones continúan en el mundo entero, hay una atroz mortandad de especies biológicas, disminuyen dramáticamente las fuentes hídricas, el cambio climático se hace incontrovertible, se extinguen o se desarraigan centenares de pueblos originarios con su acervo cultural irremplazable, el patrimonio lingüístico de la humanidad amenaza con reducirse a su mínima expresión en menos de un siglo, según algunos conocedores de la materia. Las grandes potencias han llegado a recomendar hasta la internacionalización de la Amazonía bajo el manto de protegerla, pero guiadas por la idea de controlar totalmente sus recursos y ocupar un inmenso espacio vital en el centro de nuestro continente, con lo cual su destrucción sería aún más veloz y tecnificada.
Ante este escenario tan impredecible y dramático, nos causó una alegría, un entusiasmo y una esperanza inenarrable el surgimiento inesperado de toda una generación de nuevas figuras políticas portadoras de promesas repletas de toda suerte de ideas progresistas en el marco de políticas independientes para los países iberoamericanos, deslastradas de intereses creados y otras rémoras. Nuestro actual Presidente, Hugo Chávez, se presenta en la primera fase de su desempeño como campeón de los pueblos indígenas y de los valores eco-ambientales.
Lula Da Silva parecía configurar la posibilidad de una política brasileña menos subimperialista, más protectora de los ecosistemas amazónicos aún vigentes. Evo Morales, indígena aymara, era representante emblemático, a su vez, de muchos pueblos indios de Bolivia y América. Es doloroso verlos reproducir el esquema materialista y suicida del gran capitalismo que ellos mismos critican hasta la saciedad.
Esteban Emilio Mosonyi
Hace varias semanas corre la noticia de un acuerdo de alto nivel formalizado en Bolivia entre los Presidentes Hugo Chávez, "Lula" Da Silva y Evo Morales en torno a un ambicioso proyecto de desarrollo integral de la Amazonía, comenzando por la parte boliviana. En su fase inicial nuestro país es el que corre con el mayor porcentaje de gastos, al ofrecer el financiamiento de una red de carreteras que unirían la capital La Paz con la mayor parte de la Bolivia amazónica.
Pero el objetivo va mucho más allá y representa la culminación del expansionismo "brasileiro" a partir del mero centro de Suramérica e irradiando hacia el Océano Atlántico y el Mar Caribe, en un afán de gigantismo geopolítico. La versión oficial del proyecto habla de la integración total de la Amazonía al resto del continente –ciudades, obras de envergadura, poblamiento masivo, libre explotación de recursos minerales y vegetales– con la deforestación imparable que esa colosal inversión implica sin discusión alguna. Por más que los signatarios hablen de desarrollo "sustentable", ellos decretan la muerte rápida e irreversible de lo que queda de la Amazonía.
La problemática es vieja pero ahora hacen su aparición nuevos actores sociales, dotados también de inmenso poder. Desde casi mediados del siglo pasado, un nutrido grupo de entidades y personalidades constitutivas o ligadas a movimientos indígenas, ambientalistas y defensoras de la diversidad venimos denunciando en términos apocalípticos la actividad deletérea de grandes consorcios transnacionales –apoyadas y reforzadas por los países más ricos y poderosos del planeta– referente a la deforestación demencial de las selvas primigenias en todos los continentes con fines económicos y geopolíticos, acompañada del etnogenocidio de multitud de pueblos indígenas y tradicionales.
Nuestra labor ha logrado sensibilizar profundamente a la opinión progresista internacional y su voz se traduce en un amplio conjunto de normativas nacionales e internacionales, incluyendo la Constitución del '99 de la República Bolivariana de Venezuela; cuyo conjunto favorece de manera amplia la preservación del ambiente, la biodiversidad y los derechos colectivos de las comunidades y pueblos mencionados.
No obstante y con la parcial excepción de la Amazonía suramericana, las deforestaciones continúan en el mundo entero, hay una atroz mortandad de especies biológicas, disminuyen dramáticamente las fuentes hídricas, el cambio climático se hace incontrovertible, se extinguen o se desarraigan centenares de pueblos originarios con su acervo cultural irremplazable, el patrimonio lingüístico de la humanidad amenaza con reducirse a su mínima expresión en menos de un siglo, según algunos conocedores de la materia. Las grandes potencias han llegado a recomendar hasta la internacionalización de la Amazonía bajo el manto de protegerla, pero guiadas por la idea de controlar totalmente sus recursos y ocupar un inmenso espacio vital en el centro de nuestro continente, con lo cual su destrucción sería aún más veloz y tecnificada.
Ante este escenario tan impredecible y dramático, nos causó una alegría, un entusiasmo y una esperanza inenarrable el surgimiento inesperado de toda una generación de nuevas figuras políticas portadoras de promesas repletas de toda suerte de ideas progresistas en el marco de políticas independientes para los países iberoamericanos, deslastradas de intereses creados y otras rémoras. Nuestro actual Presidente, Hugo Chávez, se presenta en la primera fase de su desempeño como campeón de los pueblos indígenas y de los valores eco-ambientales.
Lula Da Silva parecía configurar la posibilidad de una política brasileña menos subimperialista, más protectora de los ecosistemas amazónicos aún vigentes. Evo Morales, indígena aymara, era representante emblemático, a su vez, de muchos pueblos indios de Bolivia y América. Es doloroso verlos reproducir el esquema materialista y suicida del gran capitalismo que ellos mismos critican hasta la saciedad.
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