Los Yukpas
Por: Julio Escalona
No hay grandes titulares. Debe ser porque hace más de 500 años que los están asesinando. La comunidad Chaktapa. Está por ahí, en Machiques. Dice la denuncia que a José Manuel Romero de 109 años lo apalearon y parece que junto con los golpes, la tristeza y la rabia lo mataron. A esta memoria cultural de un pueblo, que debería tener un reconocimiento nacional. Invadieron su comunidad atropellando mujeres y niños. A sus años no pudo proteger a su pueblo. Vomitando sangre estuvo. Seguramente como muriéndose con los sueños rotos, las tierras fértiles robadas, las antiguas costumbres mancilladas, la familia destrozada, la comunidad disolviéndose. Su hijo, Sabino Romero, el cacique de la tribu, está escondido, pues lo buscan para matarlo.
Dice la denuncia que los responsables directos de este crimen y de los atropellos cometidos son los ganaderos de la zona; y los alcahuetas son la guardia nacional, el ejército y la Fiscalía de Machiques.
Los Yukpas están en una zona geoestratégica clave: minas de carbón, tierras fértiles, caminos de toda clase de contrabando, cerca de la frontera con Colombia, del Golfo de Venezuela, del Lago de Maracaibo, del Petróleo, del separatismo transnacional y sus aliados regionales, de los paramilitares, los sicarios, los hacendados que extienden cada vez más los cercados, las empresas asociadas a CarboZulia y cierta ausencia (¿o complicidad?) de las instituciones venezolanas.
Los dioses de la razón, del desarrollismo, del racismo, del etnocidio, del geocidio han triunfado sobre los dioses del agua, de los bosques, de las estrellas, de la luna, de la luz, del amor. Es el triunfo del capital, del dios del dinero. Son los mismos que están triunfando en la amazonía, que pronto podría estar cruzada por carreteras; que pugnan por convertir el polo norte en campo petrolífero, que impulsan la guerra. Si los Yukpas y las civilizaciones primigenias continúan muriendo, seguramente no quedará planeta donde construir utopías. La palabra iría perdiendo su poder como fuerza creadora y los dioses del viento podrían enterrarla. No harían falta los misiles de la IV flota. Aún hay tiempo. Hay un pueblo que vibra con esperanza. Le toca a él decir basta y echarse a andar. Más fuerte es la luz de la esperanza. Un tiempo de pueblo nos aguarda. Amén.
Por: Julio Escalona
No hay grandes titulares. Debe ser porque hace más de 500 años que los están asesinando. La comunidad Chaktapa. Está por ahí, en Machiques. Dice la denuncia que a José Manuel Romero de 109 años lo apalearon y parece que junto con los golpes, la tristeza y la rabia lo mataron. A esta memoria cultural de un pueblo, que debería tener un reconocimiento nacional. Invadieron su comunidad atropellando mujeres y niños. A sus años no pudo proteger a su pueblo. Vomitando sangre estuvo. Seguramente como muriéndose con los sueños rotos, las tierras fértiles robadas, las antiguas costumbres mancilladas, la familia destrozada, la comunidad disolviéndose. Su hijo, Sabino Romero, el cacique de la tribu, está escondido, pues lo buscan para matarlo.
Dice la denuncia que los responsables directos de este crimen y de los atropellos cometidos son los ganaderos de la zona; y los alcahuetas son la guardia nacional, el ejército y la Fiscalía de Machiques.
Los Yukpas están en una zona geoestratégica clave: minas de carbón, tierras fértiles, caminos de toda clase de contrabando, cerca de la frontera con Colombia, del Golfo de Venezuela, del Lago de Maracaibo, del Petróleo, del separatismo transnacional y sus aliados regionales, de los paramilitares, los sicarios, los hacendados que extienden cada vez más los cercados, las empresas asociadas a CarboZulia y cierta ausencia (¿o complicidad?) de las instituciones venezolanas.
Los dioses de la razón, del desarrollismo, del racismo, del etnocidio, del geocidio han triunfado sobre los dioses del agua, de los bosques, de las estrellas, de la luna, de la luz, del amor. Es el triunfo del capital, del dios del dinero. Son los mismos que están triunfando en la amazonía, que pronto podría estar cruzada por carreteras; que pugnan por convertir el polo norte en campo petrolífero, que impulsan la guerra. Si los Yukpas y las civilizaciones primigenias continúan muriendo, seguramente no quedará planeta donde construir utopías. La palabra iría perdiendo su poder como fuerza creadora y los dioses del viento podrían enterrarla. No harían falta los misiles de la IV flota. Aún hay tiempo. Hay un pueblo que vibra con esperanza. Le toca a él decir basta y echarse a andar. Más fuerte es la luz de la esperanza. Un tiempo de pueblo nos aguarda. Amén.
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