Hay una tendencia a considerar el socialismo como un exclusivo disfrute de los bienes producto del trabajo o de la naturaleza. Sin ningún costo, sin ningún esfuerzo, sin ninguna disciplina.
La experiencia demuestra todo lo contrario, que el socialismo requiere una sociedad organizada, de un alto nivel técnico y científico, con una elevada capacidad productiva, con un riguroso sentido de la disciplina social y una sólida conciencia de la solidaridad y la ética socialista.
No puede haber socialismo en medio de la desorganización y el caos, el primitivismo y la improductividad, el despilfarro de los recursos y la ausencia de disciplina social.
La lucha por la construcción del socialismo obliga desde el poder socialista y desde el partido de la revolución socialista, a librar un persistente combate contra la desorganización y la indisciplina, contra el despilfarro y la improductividad, contra las tendencias a subestimar el papel de la ideología y la ética socialistas.
Es propio del espíritu pequeño burgués, formado en la dispersión de la propiedad individual y en el ingreso personal, rehusar la disciplina social, resistir la organización, negarse a cualquier esfuerzo que implique abnegación y sacrificio.
Por lo general, el espíritu pequeño burgués concibe el socialismo como un aprovechamiento de ventajas y beneficios y no como una batalla que exige un máximo de organización colectiva, disciplina social, conciencia, productividad en el trabajo; cualidades sin las cuales es imposible vencer en la prolongada batalla contra los poderosos enemigos del proceso revolucionario.
La experiencia demuestra todo lo contrario, que el socialismo requiere una sociedad organizada, de un alto nivel técnico y científico, con una elevada capacidad productiva, con un riguroso sentido de la disciplina social y una sólida conciencia de la solidaridad y la ética socialista.
No puede haber socialismo en medio de la desorganización y el caos, el primitivismo y la improductividad, el despilfarro de los recursos y la ausencia de disciplina social.
La lucha por la construcción del socialismo obliga desde el poder socialista y desde el partido de la revolución socialista, a librar un persistente combate contra la desorganización y la indisciplina, contra el despilfarro y la improductividad, contra las tendencias a subestimar el papel de la ideología y la ética socialistas.
Es propio del espíritu pequeño burgués, formado en la dispersión de la propiedad individual y en el ingreso personal, rehusar la disciplina social, resistir la organización, negarse a cualquier esfuerzo que implique abnegación y sacrificio.
Por lo general, el espíritu pequeño burgués concibe el socialismo como un aprovechamiento de ventajas y beneficios y no como una batalla que exige un máximo de organización colectiva, disciplina social, conciencia, productividad en el trabajo; cualidades sin las cuales es imposible vencer en la prolongada batalla contra los poderosos enemigos del proceso revolucionario.
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