UNA ESTOCADA AL CORAZÓN DE LA LUCHA
Unos meses atrás, decidimos alejarnos de la escritura para lanzarnos a la búsqueda de experiencias que nos permitiesen hechos concretos como referentes de lucha. Así nos trasladamos al estado Sucre, donde se adelanta la lucha de los trabajadores contra el maridaje gobierno-patronal nacional e internacional. Tal vez por esa decisión, nos abstuvimos de manifestar por escrito nuestro dolor por la muerte física del negrohereje, o quizás porque se nos van haciendo costumbre los golpes terribles de febrero: hermano, hijo, camarada.
Con el negro volvimos a conversar en una pasada por Caracas en el mes de marzo, como siempre nuestra primera visita fue a la biblioteca nacional. Esta vez nos escuchó en silencio, no nos aportó más de su gran sabiduría, aunque su inigual mirada nos decía que se había ido tranquilo pues su semilla estaba sembrada.
Esta vez es diferente, lo del negro lo esperábamos, sabíamos de su bravía lucha contra su enfermedad. Pero el puerco asesinato del compa Argenis Vásquez Marcano nos obliga a gritar.
Lo conocimos en una tarde dominguera al sur de Cumaná. De entrada supimos que se trataba de un ser diferente, que no estábamos en presencia de un sindicalista cualquiera, sino de un ser humano integro e integral. Un ser humano inmenso que apuntaba a una nueva organización de los trabajadores, que no estaba dispuesto a ceder a las prebendas, ni a las amenazas patronales o gubernamentales.
Justo el domingo pasado, por teléfono el gordo Eladio nos comentaba de la gran batalla que venía dando Argenis por conformar el Consejo Regional de Trabajadores. Por eso, no se trata de un asesinato más, no fueron dos tiros contra otro trabajador, de los muchos a la cuenta de estos últimos años de “gobierno de los trabajadores”. Se trata de una certera estocada al corazón de la lucha. Y es que Argenis fue eso, el centro del corazón de esta lucha por dignificar al pueblo, para servir de ejemplo como debe ser el hombre nuevo mencionado por el Che. Seguro que Argenis de haber estado a su lado, se hubiese convertido en ejemplo viviente del pensamiento del comandante heroico.
Alguien nos dijo en esa primera conversa que Argenis era margariteño, y claro, Vásquez Marcano, no podría ser de otra parte con esos apellidos. Pero Argenis era más que un nombre, en su pecho llevaba clavada la nobleza ñera que cantara Alí. La última conversa la dimos en el portón de la Toyota. Al vernos acudió al abrazo fraterno, alegre en su combate, dispuesto al avance del proceso formativo de todos los trabajadores. Se ratificaba en aquel abrazo ya una amistad, que aunque nueva era muy antigua pues andamos los mismos caminos. Lamentablemente, nuestra alerta sobre la urgencia de conformar el Consejo Regional de Trabajadores para proteger a compañeros muy expuestos como Argenis, hoy se ve confrontada con la acción cobarde de quienes no tienen la estatura moral de un combatiente del tamaño de Argenis.
Y aquí es donde la reflexión es necesaria, más allá de la tranquilidad del genuflexo fiscal que lo imputó, quien ahora tendrá un caso menos que atender. Por encima de la calma que debe sentir el psuvisado inspector del trabajo, quien no volverá a quedar desnudo ante la integridad de Argenis. Más allá de todo eso, esta nuestra responsabilidad por haberlo dejado sólo, por no haber consolidado la organización que hubiese desviado la mirada de la jauría de su necesaria presencia.
La historia de la lucha de nuestros pueblos ha estado llena de casos como éste, donde se privilegian intereses personales y mezquinos. No alcanza con llamarnos revolucionarios, combatientes, sujetos políticos y demás bolserías, es nuestra actuación la que nos define. Basta de esa pendejada cotidiana de señalar que: la burocracia es ineficiente pero estoy con el gobierno; que nos mataron otro compañero pero soy psuvista; que el gobierno ataca a la clase obrera pero soy rojo rojito, que el hampa mato a mi hermano pero amo a chavez.
Basta ya. Hoy Argenis, el compa, el pana, nos reclama hechos concretos.
Actuamos o esperamos que nos ejecuten uno a uno.
GRITAMOS O SEGUIMOS CHILLANDO
HASTA SIEMPRE COMPA
El grito sigue siendo el mismo: HASTA LA VICTORIA SIEMPRE, VENCEREMOS
Unos meses atrás, decidimos alejarnos de la escritura para lanzarnos a la búsqueda de experiencias que nos permitiesen hechos concretos como referentes de lucha. Así nos trasladamos al estado Sucre, donde se adelanta la lucha de los trabajadores contra el maridaje gobierno-patronal nacional e internacional. Tal vez por esa decisión, nos abstuvimos de manifestar por escrito nuestro dolor por la muerte física del negrohereje, o quizás porque se nos van haciendo costumbre los golpes terribles de febrero: hermano, hijo, camarada.
Con el negro volvimos a conversar en una pasada por Caracas en el mes de marzo, como siempre nuestra primera visita fue a la biblioteca nacional. Esta vez nos escuchó en silencio, no nos aportó más de su gran sabiduría, aunque su inigual mirada nos decía que se había ido tranquilo pues su semilla estaba sembrada.
Esta vez es diferente, lo del negro lo esperábamos, sabíamos de su bravía lucha contra su enfermedad. Pero el puerco asesinato del compa Argenis Vásquez Marcano nos obliga a gritar.
Lo conocimos en una tarde dominguera al sur de Cumaná. De entrada supimos que se trataba de un ser diferente, que no estábamos en presencia de un sindicalista cualquiera, sino de un ser humano integro e integral. Un ser humano inmenso que apuntaba a una nueva organización de los trabajadores, que no estaba dispuesto a ceder a las prebendas, ni a las amenazas patronales o gubernamentales.
Justo el domingo pasado, por teléfono el gordo Eladio nos comentaba de la gran batalla que venía dando Argenis por conformar el Consejo Regional de Trabajadores. Por eso, no se trata de un asesinato más, no fueron dos tiros contra otro trabajador, de los muchos a la cuenta de estos últimos años de “gobierno de los trabajadores”. Se trata de una certera estocada al corazón de la lucha. Y es que Argenis fue eso, el centro del corazón de esta lucha por dignificar al pueblo, para servir de ejemplo como debe ser el hombre nuevo mencionado por el Che. Seguro que Argenis de haber estado a su lado, se hubiese convertido en ejemplo viviente del pensamiento del comandante heroico.
Alguien nos dijo en esa primera conversa que Argenis era margariteño, y claro, Vásquez Marcano, no podría ser de otra parte con esos apellidos. Pero Argenis era más que un nombre, en su pecho llevaba clavada la nobleza ñera que cantara Alí. La última conversa la dimos en el portón de la Toyota. Al vernos acudió al abrazo fraterno, alegre en su combate, dispuesto al avance del proceso formativo de todos los trabajadores. Se ratificaba en aquel abrazo ya una amistad, que aunque nueva era muy antigua pues andamos los mismos caminos. Lamentablemente, nuestra alerta sobre la urgencia de conformar el Consejo Regional de Trabajadores para proteger a compañeros muy expuestos como Argenis, hoy se ve confrontada con la acción cobarde de quienes no tienen la estatura moral de un combatiente del tamaño de Argenis.
Y aquí es donde la reflexión es necesaria, más allá de la tranquilidad del genuflexo fiscal que lo imputó, quien ahora tendrá un caso menos que atender. Por encima de la calma que debe sentir el psuvisado inspector del trabajo, quien no volverá a quedar desnudo ante la integridad de Argenis. Más allá de todo eso, esta nuestra responsabilidad por haberlo dejado sólo, por no haber consolidado la organización que hubiese desviado la mirada de la jauría de su necesaria presencia.
La historia de la lucha de nuestros pueblos ha estado llena de casos como éste, donde se privilegian intereses personales y mezquinos. No alcanza con llamarnos revolucionarios, combatientes, sujetos políticos y demás bolserías, es nuestra actuación la que nos define. Basta de esa pendejada cotidiana de señalar que: la burocracia es ineficiente pero estoy con el gobierno; que nos mataron otro compañero pero soy psuvista; que el gobierno ataca a la clase obrera pero soy rojo rojito, que el hampa mato a mi hermano pero amo a chavez.
Basta ya. Hoy Argenis, el compa, el pana, nos reclama hechos concretos.
Actuamos o esperamos que nos ejecuten uno a uno.
GRITAMOS O SEGUIMOS CHILLANDO
HASTA SIEMPRE COMPA
El grito sigue siendo el mismo: HASTA LA VICTORIA SIEMPRE, VENCEREMOS
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