Dudamel contagió su energía a más de cinco mil espectadores
Gustavo Dudamel deleitó durante una hora y veinte minutos a más de cinco mil caraqueños en el parque Los Caobos
Justo antes del concierto en Los Caobos se regó la voz de que Gustavo Dudamel estaba muy cansado, pues el concierto que acababa de dar en el Teresa Carreño había durado media hora más de lo previsto. El público, que esperó hasta seis horas a su ídolo y que aguantó sin rechistar demasiado los retrasos, también debía estar cansado. Bien: nada de eso se notó ayer.
La energía de este músico, el producto más acabado del Sistema Nacional de Orquestas que hace más de treinta años comenzó a hacer realidad el maestro José Antonio Abreu, se sobrepuso a todo: al cansancio, al retraso y al tenso ambiente que se vivió cuando las autoridades dieron sus breves discursos.
Se calculaba que unas cinco mil personas irían a ver a Dudamel en su primer concierto público en Caracas, pero fueron muchas más. La gran mayoría disfrutó de pie el virtuosismo del director y de los más de cien músicos que forman parte de la orquesta Sinfónica Juvenil Teresa Carreño.
Ya hacia el minuto cuarenta la gente parecía totalmente involucrada en el evento, y comenzó a animarse especialmente cuando los músicos de la orquesta comenzaron a bailar en sus asientos mientras interpretaban un danzón del mexicano Arturo Márquez, un gag típico de Dudamel. Y luego lo tantas veces visto: músicos que se contorsionan, celistas que dan vueltas a sus instrumentos y oboístas que levantan sus cornos.
A partir de aquí el entusiasmo del público fue in crescendo: el mambo que inmortalizó Bernstein (mientras los músicos bailaban con su instrumento), un joropo con arpa, cuatro, maracas ¡y contrabajo!, un pajarillo que comenzó Alexis Cárdenas, y el Alma Llanera.
Gustavo Dudamel deleitó durante una hora y veinte minutos a más de cinco mil caraqueños en el parque Los Caobos
Justo antes del concierto en Los Caobos se regó la voz de que Gustavo Dudamel estaba muy cansado, pues el concierto que acababa de dar en el Teresa Carreño había durado media hora más de lo previsto. El público, que esperó hasta seis horas a su ídolo y que aguantó sin rechistar demasiado los retrasos, también debía estar cansado. Bien: nada de eso se notó ayer.
La energía de este músico, el producto más acabado del Sistema Nacional de Orquestas que hace más de treinta años comenzó a hacer realidad el maestro José Antonio Abreu, se sobrepuso a todo: al cansancio, al retraso y al tenso ambiente que se vivió cuando las autoridades dieron sus breves discursos.
Se calculaba que unas cinco mil personas irían a ver a Dudamel en su primer concierto público en Caracas, pero fueron muchas más. La gran mayoría disfrutó de pie el virtuosismo del director y de los más de cien músicos que forman parte de la orquesta Sinfónica Juvenil Teresa Carreño.
Ya hacia el minuto cuarenta la gente parecía totalmente involucrada en el evento, y comenzó a animarse especialmente cuando los músicos de la orquesta comenzaron a bailar en sus asientos mientras interpretaban un danzón del mexicano Arturo Márquez, un gag típico de Dudamel. Y luego lo tantas veces visto: músicos que se contorsionan, celistas que dan vueltas a sus instrumentos y oboístas que levantan sus cornos.
A partir de aquí el entusiasmo del público fue in crescendo: el mambo que inmortalizó Bernstein (mientras los músicos bailaban con su instrumento), un joropo con arpa, cuatro, maracas ¡y contrabajo!, un pajarillo que comenzó Alexis Cárdenas, y el Alma Llanera.
Aquí Dudamel se volteó hacia su público y comenzó a dirigirlo mientras cantaba "Y por eso tengo el alma como el alma primorosa...".
Pero en esta fiesta el Alma Llanera no marcó el fin. Lo hizo la canción "Venezuela", de Pablo Herrero y José Luis Armenteros. Y el público cantando con la orquesta: "Y si un día tengo que naufragar / y el tifón rompe mis velas / enterrad mi cuerpo cerca del mar / en Venezuela".
Pero en esta fiesta el Alma Llanera no marcó el fin. Lo hizo la canción "Venezuela", de Pablo Herrero y José Luis Armenteros. Y el público cantando con la orquesta: "Y si un día tengo que naufragar / y el tifón rompe mis velas / enterrad mi cuerpo cerca del mar / en Venezuela".
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