lunes, 30 de marzo de 2009

UN DIA COMO HOY CAE EN COMBATE NICOLAS HURTADO BARRIOS

TENIENTE NICOLAS HURTADO BARRIOS
Nació en Calabozo el 6 de Noviembre de 1931, se gradúa de Subteniente en el año 1952 en la Promoción Juan Bautista Arismendi y de Teniente en el 58
El 7 de septiembre de 1958 sobrevino una intentona militar con la toma del Palacio Blanco, frente al Palacio Miraflores, al mando de Juan de Dios Moncada Vidal, en la que participan, entre otros, Manuel Azuaje y el teniente Nicolás Hurtado Barrios.
Aunque éste fue calificado como un golpe de derecha, al que incluso se opuso el PCV, Moncada Vidal, Manuel Azuaje y Hurtado Barrios se incorporan después a las fuerzas de izquierda. El caso del teniente Nicolás Hurtado Barrios no sólo es considerado como uno de los pioneros de la unidad cívico-militar de los años 60, sino que luego de siete años de prisión, éste se incorpora a las guerrillas y allí ofrenda su vida a la causa de la revolución socialista, según sus propios testimonios escritos, muchos de los cuales aparecen en el libro escrito conjuntamente con el capitán de corbeta Pedro Medina Silva, bajo el título “¿Por qué luchamos?” editado por las FALN en 1964.
En esa oportunidad se lee por primera vez la consigna de “Hacer la Patria Libre o morir por Venezuela”
Es puesto en libertad en el año 1964, sale del País y regresa en el año 66 para alistarse en la lucha guerrillera con el Frente “José Leonardo Chirino”, , cierra filas al lado de Douglas Bravo y participa activamente en la reorganización del movimiento revolucionario en armas.
El teniente Nicolás Hurtado Barrios, escribe, desde las montañas de Tucacas, con fecha 4 febrero de 1966, una carta a todos los componentes de las Fuerzas Armadas Nacionales, en donde les plantea que:
“Necesario, pues, es definir el carácter de toda fuerza armada. Por ta
nto, su naturaleza es patriótica, nacionalista, popular y revolucionaria si está al servicio de los grandes intereses del pueblo, ligada al trabajo productivo, al desarrollo y construcción de un país soberano e independiente o es un instrumento de los grandes capitales extranjeros, cuya misión represiva la cumple a través de lacayos y testaferros. Ésta es la historia y en sentido general a ella no escapa ninguna institución militar”.
El Ministerio de la Defensa dice que el coronel Camilo Betancourt ordenó la “Operación Henry” destinada a destruir los últimos reductos de la columna Rider Colina que comandaba el teniente desertor Nicolás Hurtado Barrios. Por lo que, de acuerdo a dicha información los asesinatos de Hurtado Barrios y Arcadio Martínez se ejecutaron con premeditación.
Un grupo de la marcha del PRV se dirigió a las montañas de Garabote limítrofes entre Lara y Portuguesa, al mando de Arnaldo Ochoa y Luben Petkoff, se concentran en el territorio entre Sarare y Ospino, y desde allí una pequeña escuadra que sale a buscar bastimento hacia el caserío Santa Bárbara, se enfrenta con el ejército y muere en combate en el sitio denominado Aguas Dormidas, en el Edo. Portuguesa..
Es elegido miembro de la Comandancia Nacional de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) y del Comité Central del Partido de la Revolución Venezolana (PRV)
El 19 de noviembre de 2005 sus restos óseos fueron exhumados por la fiscalía sexta del Ministerio Público, a cargo de la Dra. Luisa Ortega Díaz, conjuntamente con el CICPC, mediante investigación del Programa Nacional para el rescate de los desaparecidos.
Prólogo: LIBRO: “Con las botas puestas. Vida extraordinaria del teniente guerrillero desaparecido Nicolás Hurtado Barrios” de Néstor Francia
El recuerdo que no cesa
No es fácil alejarse del recuerdo cuando éste taladra lo más sensible del ser humano. Cuando se vive con una vaga noción de destino final que corriera a un ser querido. Cuando hay miles de preguntas sin respuesta. Cuando el tiempo permea imágenes, palabras; cuando alguien se aferra a la búsqueda imposible y recurre a fugaces leyendas y veladas informaciones.
¿Qué ocurrió en verdad? ¿Por qué el silencio? ¿Qué tupida red de intereses impidió el acceso a la verdad?
El tiempo apaga recuerdos y también los revive. Sólo se necesita voluntad para remover la capa de olvido, y la única manera de lograrlo es asumiéndole encuentro con la verdad.
¿Pero dónde está la verdad? Siempre está oculta en cualquier pliegue. Agazapada en cualquier rincón de la memoria, tras de alguna reiterada reminiscencia. Una figura diluida, apenas una sombra que aletea con terquedad y el lacerante afecto que no cesa. Que no sucumbe al paso del tiempo.
Cuando es algo que afecta directamente a mujeres, la huella es aún más profunda. Tengo la impresión que la memoria es, en esencia, femenina. En el medio familiar el género es determinante. Así Yolanda Birriel de Hurtado y Yolanda Hurtado Birriel, viuda e hija del teniente Nicolás Hurtado Barrios, no permitieron que la memoria les hiciera una mala jugada. Impidieron con fiereza que el olvido sepultara la figura del esposo y del padre. De quien siendo un profesional de la milicia optó por irse a la guerrilla y morir en la montaña.
Pero no es la muerte de quien decidió luchar por ideales con las armas en la mano lo que sorprende. La muerte no es sorpresa cuando hay un claro desafío de por medio y la voluntad de encararla. Es como ésta ocurre y su secuela.
Nicolás Hurtado Barrios grafíca el proceso de identificación del soldado y el pueblo que se gestó en Venezuela en dramáticas circunstancias. Cuando la estructura militar perdió autonomía y la instrumentalización para la ejecución de las prácticas antisubversivas del imperio, caracterizadas por la violación de los más elementales principios de respeto a la vida y a la dignidad humana. Hurtado simboliza – o prefiguró- en Venezuela la alianza que con el correr del tiempo cuajaría en una opción capaz de desalojar del poder aquellos partidos, instituciones, grupos económicos y sociales que garantizaban la dominación. En otras palabras, el nudo imperio global-oligarquía económica y política criolla, contra el cual apuntó el intento reivindicador del hecho nacional durante la década del 60. En síntesis, la desnacionalización del país tuvo para entonces una respuesta, si se quiere, voluntarista y romántica que no obstante echaría las bases para el proceso revolucionario que luego se daría bajo diversas formas a partir de la década de los 90.
Para las Hurtado, madre e hija, nunca hubo reposo. La investigación sobre la muerte del Teniente y guerrillero siempre tropezó con un muro de silencios y complicidades. Todas las vias se cerraron y apenas se lograban colar referencias generales y datos parciales sobre lo sucedido.
El cambio político operado en Venezuela con la victoria de las fuerzas populares lideradas por Hugo Chávez, permitió la apertura de espacios para la búsqueda de la verdad sobre miles de casos de violación –con total impunidad- de los derechos humanos en la Cuarta República. Uno de ellos, la muerte del teniente Nicolás Hurtado Barrios, la alevosa emboscada que se le tendió y la amputación de las manos de acuerdo a los manuales de la inefable escuela de las Américas, fábrica de represores en la región latinoamericana y la posterior desaparición del cadáver.
Luego vendría la búsqueda por parte de los familiares, inútil y desesperada. La infinita congoja agravada por el correr del tiempo inútil. Las noticias contradictorias acerca de su paradero. La información filtrada con morbosidad por los organismos de inteligencia y seguridad de un Estado cómplice en torno a la horrenda muerte, la búsqueda agotadora del cadáver y el llanto, siempre el llanto, incesante, hacia adentro y hacia fuera.
Estuve muy cerca de ese dolor. La amistad con la familia Hurtado, la participación en la investigación, la indefinición política a través de movimiento cívicos y protestas, me colocaron en el centro de esa desoladora angustia. Me conectaron a la resistencia tenaz a aceptar la dolorosa angustia. El tiempo y las obligaciones propias de cada quien nos alejaba o acercaba. Fue un flujo y reflujo durante años con un hilo conductor: la memoria del oficial asesinado, su ejemplo y el insondable misterio que rodeaba a su desaparición.
Un día el arqueólogo y revolucionario probado, Pedro Pablo Linárez, investigador del Proyecto “Construcción de la Memoria de los Años 60”, me informó que manejaba importante información sobre la muerte del teniente Nicolás Hurtado Barrrios y que había la posibilidad de determinar si un cadáver hallado en las montañas de portuguesa, en el sitio denom
inado “El Plan de los Muertos”, fuera el del oficial desaparecido.
Al respecto, el informe Linárez abunda en detalles, profundizados con posterioridad con rigor profesional. Con Yolanda Birriel conversé muchas veces sobre el tema y siempre aprecié en ella la firme convicción de que su esposo había sido brutalmente asesinado, que sus restos serían ubicados, así como la esperanza de que con el tiempo todo se aclararía. Más recientemente su hija, Yolandita, quien conocí siendo niña, que a lo largo de casi 40 años no desmayó en la búsqueda del padre, me habló de la ansiedad que la acosaba y la necesidad que sentía de exteriorizar sus vivencias, de darle rienda suelta al sentimiento que día y noche la invadía sobre esa figura que la tragedia y el tiempo devoraron. Comprendí lo que ella sentía y el requerimiento que, tácitamente, me hacía: transmitir algo que llevaba por dentro y que le resultaba imposible seguir guardando.
Fue entonces cuando hablé con Néstor Francia, periodista de excepción y escritor que sabe captar el momento para cada tema. Lo puse en contacto y, de inmediato, iniciaron un frenético diálogo. El tenso relato de ella lo recogió él con habilidad y diligencia de escriba exigente. El resultado es este libro, con título rotundo: CON LAS BOTAS PUESTAS (Vida extraordinaria del Teniente guerrillero desaparecido Nicolás Hurtado Barrios). Más apropiado no podía ser. Hurtado barrios murió no sólo con las botas puestas, como todo hombre, sino también con las ideas y la fe en Venezuela bien puestas.
José Vicente Rangel

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