martes, 19 de agosto de 2008

Homenaje a la Conspiración

Homenaje a la conspiración
Por: José Roberto Duque
www.discursodeloeste.blogspot.com
La conspiración es una de las bellas artes. Dicho en términos más sutiles: cualquier güevón no puede ser o echárselas de conspirador, porque cuando lo hace desvirtúa el oficio.
Conspirador era Gustavo Machado, aquel señor del pensamiento y la palabra que en pleno hervidero anticomunista que fue la era de López Contreras se paró frente a los pichones de legisladores venezolanos y les gritó en idioma cacri: “Yo soy comunista”.
Conspirador era Carlos Aponte, aquel guerrero internacionalista que vivió y murió en su ley.
Conspirador, un continuador del anterior, llamado Alí Gómez García, quien según sus palabras no nació en una ribera del Arauca sino en una del Guaire, y que se zumbó pal monte a guerrear su caraqueñidad y a morirse de heroísmo despedazado por una bomba antisandinista.
Conspiradores eran el Taita José Tomás Boves y sus secuaces, quienes se pasaron por el forro de las bolas el rótulo de defensores del Rey y la condición de próceres de sus rivales, y salieron a ponerle nombre a una pelea que todavía muy poca gente, en tiempos que llamamos revolucionarios, se atreve a señalar: esto no es un peo entre chavistas y escuálidos, ni entre patriotas y antipatriotas, sino entre oprimidos y opresores, entre esclavos y amos, entre acumuladores de capital y trabajadores humillados.
Conspiradores eran Pío Tamayo, José Rafael Pocaterra, el comandante Magoya, Chema Saher, Fabricio Ojeda, mi bisabuelo Desiderio Canelón (“Me lo dijo Canelón”, le cantó Alí Primera, otro conspirador).
Conspiradores serios aquellos héroes anónimos de los campos venezolanos que están haciendo y viviendo el socialismo sin saberlo siquiera. Esos sujetos que viven de sus conucos, de la caza, la pesca, la recolección y el trueque, y que en su puta vida han leído ni leerán un maldito manual de marxismo pero son comunistas vitales, ejercen el comunismo por todo el cañón y a pesar del aspecto miserable de sus viviendas y sus ropas viven algo parecido a lo que todos imaginamos que es la felicidad. La existencia de esa gente es un atentado contra las ideas de “desarrollo” que cargan en el coco los capitalistas y los socialistas de librito y foro en el Celarg, esos mismos güevones que vienen a hablar de teorías y propuestas pero jamás en su meretriz vida han sido capaces de cuestionar nada como no sea con palabras tarifadas.
(Mi saludo malcriao y señalador a la parranda de izquierdosos exquisitos que le ponen precio a “su” pensamiento y que hablan bellísimo de la “revolución bolivariana” mientras les pagan, pero que cuando se les vence el contrato y no se lo renuevan brincan la baranda y se ponen a echar mierda y piedras desde el otro lado: púdranse los Dieterich, los Pascual Serrano, los Buen-Abad Domínguez, la Harnecker, los Ramonet y toda esa fauna de presuntos intelectuales que hoy sólo vienen a Venezuela si les garantizan chofer y alojamiento en el Alba Caracas, que es el mismo Hilton pero con otro nombre, pero que a la hora de la piedra, el candelero y los coñazos ni de verguita asomarán las narices por aquí, ¡LA PINGA!, vender el pensamiento y la palabra es muy sabroso, difícil es jugarse el pellejo en las batallas de la verdad, ahí en la puta calle donde se mezclan facilito la mierda y la sangre).
Por su parte, quienes hoy andan por ahí otra vez invocando dizque el 350 y la desobediencia y las guarimbas no pasan de ser chicuacos cagones que sólo se mueven en presencia de una ley que los autorice a hacerlo. Lo mismo los compinches bolivarianos que se creen obligados a explicar el carácter legal de la revolución bolivariana. ¿Nadie les explicó a estos panas que no hay revolución legal? ¿Que todos los grandes saltos adelante de la humanidad, que todos los quiebres dramáticos y hermosos de las sociedades humanas no son legales sino que se dan, precisamente, al margen y en contra de las leyes? ¿Quién se imagina a los próceres de la independencia pidiéndole permiso a España para poder crear la república? ¿Sabrán los pobres seudoconspiradores chavistas y antichavistas que la existencia de Venezuela y de todas estas repúblicas se debe a un acto tan puramente ilegal y contracultural como una declaración de independencia, acto que no estaba registrado ni permitido ni soportado en ningún precedente anterior? ¿Será que la vena “conspiradora” no les da para entender que para ser revolucionario, para tumbar gobiernos, para hacer rebeliones y para torcer el rumbo de los países hay que ser, primero que nada, delincuente, sujeto al margen de la ley?
Ya lo verán: mañana me caerán varios chavistas a decir: “¡Un momentico! ¡Yo soy revolucionario y no soy delincuente!”. ¿Alguien les habrá explicado que no se puede ser revolucionario conservador, por la misma razón por la que no es posible ser puta y mantenerse virgen?
Así que, revolucionarios y conspiradores arrechos, los de antes. Quienes hoy conspiran contra el gobierno son una parranda de gafos a quienes en la próxima parazón de machete se les bajará la tensión y tendrán que ser hospitalizados.
Y nosotros, igual: los chavistas hemos sido incapaces de conspirar, diez años después del triunfo de Chávez, contra el Estado adeco.
No hay revolución sin conspiración. Así que nos jodimos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un excelente artículo de José Roberto Duque (para variar) publicado en en www.psuvelhatillo.net y www.radiocomunaelhatillo.net que nos ubica en la "legalidad de la conspiración". Una vez leído, creo que nos quedarían tres vías:
1) Reorganizas esa conspiración que hace rato vienes ejerciendo militantemente como digno oficio revolucionario para hacerla verdaderamente efectiva, productiva y eficiente,

2) Preguntarte: Cuándo comenzamos a desmontar ese Estado?, cuándo retomamos el curso natural de una verdadera Revolución Socialista?, es decir, cuándo reiniciamos la sabrosa conspiración? ó

3) Seguir en estado vegetativo, viendo pasar la vida y la dilución del extraordinario momento histórico que vivimos.


Un cálido y reflexivo abrazo,
Naile