martes, 3 de noviembre de 2009

Falleció a los 106 años el comunista mas viejo, Bernabe Quintero "Comandante Cosaco"

Murió nuestro camarada Bernabé Quintero- “Comandante Cosaco”- un hombre de ciento seis -(106)- años de indudable referencia moral en el Municipio Morán y el Estado Lara, luchador junto al Comandante Argimiro Gabaldón.
Militantes rindieron homenaje y manifestaron su solidaridad con la familia, amigos y militantes comunistas de Bernabé Quintero, militante histórico de los comunistas venezolano quien falleciera el día 1ro de Noviembre en la localidad del Tocuyo, a la edad de 106 años,
Quintero, era considera uno de los participante de la guerrilla de los años 60 de mayor edad aun vivo hasta el día de antier, fue compañero de lucha de cuadros militantes como: Olga Luzardo, Amelia Blanco, Pedro Gutiérrez, Tomas Torres, Pedro Araujo, Eloy Araujo, José Malpica, Luis Ciano, José Moreno, Carmen Rojas, José Sosa, Rafael Arismendi, Aurelio Vergara, Luis Ramírez Valero, Ana de Prada, Jerónimo Carrera, José Félix Ramírez, Jesús Cordero Giusti, Virgilio Oropeza, José Felipe Alvarado, Bernabé Quintero, Lázaro Hernández, y tantos otros y otras militantes comunistas que nunca han flaqueado ni dudado en mantener las banderas del socialismo y el comunismo en alto.
“Bernabe Quintero, descendiente Gayon, médico Shaman y combatiente guerrillero desde la dictadura de Gómez, compañero de Argimiro Gabaldon, guerrero con más de cien años recuerda de su infancia que conoció a Pío Tamayo una tarde cuando andaba guarureando loros en la hacienda La Estancia, al otro lado del río, frente a la Vega de los Gayones”.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Ojos que no has de mirar
(Relato)
Bernabé Quintero tenía extraños poderes. Una vez, cuando andábamos metidos en los meandros irresolutos de la guerrilla, los soldados nos buscaban y nos escondimos en un gallinero, con la consecuente alharaca de las gallinas. Él aplaudió y las gallinas se callaron. Volvió a aplaudir y cuando los soldados revisaron el gallinero, no nos vieron. Bernabé nos hizo invisibles. Era un shaman, un heredero de atávicas sapiencias incomprensibles a nuestras lógicas causalidades que, decían, lo habían vuelto inexpugnable a las dolencias de los seres físicos y lo encaminaban sin duda a ser una criatura eterna.
Decían también que podía convertirse en burro, en un racimo de plátanos, aún en una piedra, con el sólo sonido de sus palmas juntas. Dormía a los caballos mirándolos a los ojos, y sabía cuando alguien tenía pesadillas y tenía el poder de quitárselas, forjándole sueños bonitos nada más con tocarle la cabeza. Espantaba los duendes que perseguían las mujeres bonitas, con el retumbo de sus rezos estentóreos. Él, que era carne, les resultaba invencible.
Cuando dormía, navegaba en las aguas sin presagios de sus sueños inverosímiles, por lo que los soldados, medrosos de sus facultades, querían agarrarlo adormilado en su chinchorro, sacarle rápidamente los ojos, cortarle las manos con un machete y al cabo de un rato, cuando ya desfalleciera desangrado, le darían un tiro en la frente.
Le tenían miedo, pues de agarrarlo despierto, sabían, usaría sin duda esos poderes que tanta fama le daban. Sólo una vez, durante una breve escaramuza, recibió una bala en el costillar y cayó bocabajo en una zanja cenagosa a un lado del camino y la vida se le fue por el agujero en el pulmón con un sonido borboritante. Vio desaparecer una última línea de luz que se deshizo lentamente ante sus ojos entreabiertos y tuvo la impresión de estar sumergido en aguas espesas y negrísimas.
Pero, con su labia inmemorial engañó a la muerte jurándole que era el difunto equivocado y con un ensalmo de artificio se liberó de sus macilentas y frígidas manos prometiéndole volver a ella cuando encontrase el muerto destinado. Así, Bernabé vivió largos años y volvió realidad muchos de sus quiméricos sueños y aunque estaba reservado a ser una entidad sempiterna, la muerte nunca olvidó su artimaña y cuando, por su senectud, descuidó sus ardides de sortilegio, se lo llevó de un inequívoco zarpazo.
José Antonio Guzmán
Periodista y escritor

Unknown dijo...

Si Jehová y Jesús no me hubiesen dado la oportunidad de encontrarlos, seguramente me hubiese reído de este relato. Jehová le da poderes especiales a gente especial. El camarada Bernabé Quintero fue un ser especial, ahora lo comprendo. Le conocí personalmente, dormí más de una vez en su casa, allá en El Tocuyo. Tiene morada en el cielo.