Adioses a los espantapájaros de la palabra
Por: Rafael Leyva
¿Somos verdaderamente revolucionarios? Quién tiene la osadía y la franqueza de confesar que ha logrado despojarse de las corazas oxidadas con las que nos arropamos del frío del capitalismo.
Quién puede asegurar que no trae un pedazo de egoísta dentro, que no alberga en sus entrañas bajas pasiones que le inhiben acercarse al compañero y comentarle: carajo, que buena idea, ojalá se me hubiese ocurrido a mí.
Recientemente el presidente Chávez nos pedía por enésima vez despojarnos de esos anti valores y en clara referencia a la dirigencia o administración "revolucionaria", exigía dejar de lado las rencillas personales para caminar unidos por Venezuela.
El traje le sirve a casi cualquier ciudadano, equipo, partido, grupo o asociación pero hoy se lo encasquetamos al incipiente Consejo Nacional de Comunicadores y Comunicadoras Socialistas, esfuerzo que intenta nuclear a colegiados o no, licenciados y sin licencia, idealistas, comunistas, panas y ñangaras que les ha pica´o el bichito de la Comunicación y que en varios niveles de intensidad, están de acuerdo en que hay que cambiar de una vez el concepto, la visión y la forma de contarles a la gente qué pasa en el país y en el mundo.
Gente que como tú o como yo, que estamos obstinados de consumir noticias edulcuradas con comerciales, duendecillos, panques, siliconas, y un sinfín de diluyentes de la verdad.
Ahora bien, el primero de los retos del Consejo, en mi modo de ver, es que a esos encuentros de comunicadores no ingresemos, o expulsemos a tiempo los resquemores de antaño, aliñados en redacciones, pasillos, cafeterías y desvanes. Si bien al comunicador se le autoriza socialmente a criticar y a chismear profesionalmente, esa no puede ser arma contra el camarada, arma que en ocasiones se blande a la luz del día para que brille amargamente, pero que también se clava en un susurro, sin hacer menos daño.
El capitalismo va por dentro. Cómo podemos decirnos o peor, decirles, que somos chavistas, que somos revolucionarios y que queremos llegar al Socialismo, si no nos comprometemos, no sólo con nosotros mismos, sino también con el prójimo. Entonces qué queda del discurso con que embadurnamos cuartillas para construir sociedades, sino una mueca de hipocresía.
Sin lugar a dudas el Consejo Nacional de Comunicadores Socialistas era y es una necesidad imperiosa ante la mortandad del CNP, que ha quedado reducido a las siglas y los comunicados acartonados, a pesar del apoyo profesado por las empresas privadas de la comunicación.
El Consejo va siendo además, tribuna para desempolvar insatisfacciones y montones de ideas geniales que estuvieron engavetadas.
José Martí, escritor y periodista cubano del siglo XIX, decía del oficio nuestro: es cantar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer admirar todo lo grande. La prensa debe ser examen y la censura, nunca el odio ni la ira que no dejan espacio a la libre emisión de las ideas. Nunca se acepta lo que viene en forma de imposición injuriosa; se acepta lo que viene en forma de razonado consejo. La prensa no es aprobación bondadosa o ira insultante; es proposición, estudio, examen y consejo.
El juicio martiano de la profesión nos sirve para nosotros mismos pues escogimos, o nos escogieron para desempeñar una noble profesión, que cuando no se le pone retazos de alma termina magullándonos los corazones. No permitamos entonces que la semilla muera. ¡Fuera las sombras que sólo la luz del sol hace florecer las utopías!
Los que se conformen con ser espantapájaros de la palabra que asuman su rol y callen. La planta igual crece porque para suerte de nosotros son más los sembradores que los monigotes y las plagas.
Por: Rafael Leyva
¿Somos verdaderamente revolucionarios? Quién tiene la osadía y la franqueza de confesar que ha logrado despojarse de las corazas oxidadas con las que nos arropamos del frío del capitalismo.
Quién puede asegurar que no trae un pedazo de egoísta dentro, que no alberga en sus entrañas bajas pasiones que le inhiben acercarse al compañero y comentarle: carajo, que buena idea, ojalá se me hubiese ocurrido a mí.
Recientemente el presidente Chávez nos pedía por enésima vez despojarnos de esos anti valores y en clara referencia a la dirigencia o administración "revolucionaria", exigía dejar de lado las rencillas personales para caminar unidos por Venezuela.
El traje le sirve a casi cualquier ciudadano, equipo, partido, grupo o asociación pero hoy se lo encasquetamos al incipiente Consejo Nacional de Comunicadores y Comunicadoras Socialistas, esfuerzo que intenta nuclear a colegiados o no, licenciados y sin licencia, idealistas, comunistas, panas y ñangaras que les ha pica´o el bichito de la Comunicación y que en varios niveles de intensidad, están de acuerdo en que hay que cambiar de una vez el concepto, la visión y la forma de contarles a la gente qué pasa en el país y en el mundo.
Gente que como tú o como yo, que estamos obstinados de consumir noticias edulcuradas con comerciales, duendecillos, panques, siliconas, y un sinfín de diluyentes de la verdad.
Ahora bien, el primero de los retos del Consejo, en mi modo de ver, es que a esos encuentros de comunicadores no ingresemos, o expulsemos a tiempo los resquemores de antaño, aliñados en redacciones, pasillos, cafeterías y desvanes. Si bien al comunicador se le autoriza socialmente a criticar y a chismear profesionalmente, esa no puede ser arma contra el camarada, arma que en ocasiones se blande a la luz del día para que brille amargamente, pero que también se clava en un susurro, sin hacer menos daño.
El capitalismo va por dentro. Cómo podemos decirnos o peor, decirles, que somos chavistas, que somos revolucionarios y que queremos llegar al Socialismo, si no nos comprometemos, no sólo con nosotros mismos, sino también con el prójimo. Entonces qué queda del discurso con que embadurnamos cuartillas para construir sociedades, sino una mueca de hipocresía.
Sin lugar a dudas el Consejo Nacional de Comunicadores Socialistas era y es una necesidad imperiosa ante la mortandad del CNP, que ha quedado reducido a las siglas y los comunicados acartonados, a pesar del apoyo profesado por las empresas privadas de la comunicación.
El Consejo va siendo además, tribuna para desempolvar insatisfacciones y montones de ideas geniales que estuvieron engavetadas.
José Martí, escritor y periodista cubano del siglo XIX, decía del oficio nuestro: es cantar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer admirar todo lo grande. La prensa debe ser examen y la censura, nunca el odio ni la ira que no dejan espacio a la libre emisión de las ideas. Nunca se acepta lo que viene en forma de imposición injuriosa; se acepta lo que viene en forma de razonado consejo. La prensa no es aprobación bondadosa o ira insultante; es proposición, estudio, examen y consejo.
El juicio martiano de la profesión nos sirve para nosotros mismos pues escogimos, o nos escogieron para desempeñar una noble profesión, que cuando no se le pone retazos de alma termina magullándonos los corazones. No permitamos entonces que la semilla muera. ¡Fuera las sombras que sólo la luz del sol hace florecer las utopías!
Los que se conformen con ser espantapájaros de la palabra que asuman su rol y callen. La planta igual crece porque para suerte de nosotros son más los sembradores que los monigotes y las plagas.
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