Los frentes de la batalla en este período de dificultades, la batalla contra los efectos de la crisis mundial, deben dibujarse con más precisión.
Uno de los frentes tiene como escenario el campo de la información y las comunicaciones. Es la batalla ideológica. Se libra en las páginas de los periódicos y revistas, en la TV y la radio, en los discursos y declaraciones, en las imágenes, en las caricaturas, en los laboratorios de la guerra informática.
El objetivo de la batalla ideológica en esta coyuntura es ganar la voluntad de los millones de venezolanos y venezolanas para enfrentar las dificultades con austeridad y disciplina.
Otro de los frentes es la batalla por las calles. Quienes conspiran por regresar al gobierno de los viejos partidos y de la subordinación a la oligarquía y el imperialismo, pretenden aprovechar las dificultades para apoderarse de las calles, a fin de reducir a la impotencia a la policía y Guardia Nacional, romper el orden público, obligar a Chávez a sacar al ejército. De tal situación a la desestabilización, sólo hay un paso. Ése es el plan de la contrarrevolución.
La batalla debe librarse en los dos frentes con igual intensidad y coraje.
La batalla ideológica no debe cesar ni por un instante, por el contrario es necesario atender todas sus exigencias y no dejar sin respuesta ninguna de los desafíos y presiones del campo adversario.
La batalla por la calle no admite ninguna fatiga ni tregua. Al final, será en la calle donde se decidirá la suerte de la Revolución venezolana.
Sería un grave error dejar bajo la exclusiva responsabilidad de la policía y la Guardia Nacional el mantenimiento del orden público. El PSUV y todas las organizaciones revolucionarias, pero especialmente la juventud y los trabajadores, deben no sólo compartir la responsabilidad sino asumir las posiciones de vanguardia. Ocupar y defender cada palmo de las calles para cerrar el paso a los guarimberos.
El peligro es real y la contrarrevolución amenaza con tomar la vía de la violencia para arrebatar a nuestro pueblo las conquistas revolucionarias.
Aun cuando se oculte bajo el ropaje de “pacíficas manifestaciones reivindicativas”, no puede engañarnos. Es el fascismo al asalto del poder
Uno de los frentes tiene como escenario el campo de la información y las comunicaciones. Es la batalla ideológica. Se libra en las páginas de los periódicos y revistas, en la TV y la radio, en los discursos y declaraciones, en las imágenes, en las caricaturas, en los laboratorios de la guerra informática.
El objetivo de la batalla ideológica en esta coyuntura es ganar la voluntad de los millones de venezolanos y venezolanas para enfrentar las dificultades con austeridad y disciplina.
Otro de los frentes es la batalla por las calles. Quienes conspiran por regresar al gobierno de los viejos partidos y de la subordinación a la oligarquía y el imperialismo, pretenden aprovechar las dificultades para apoderarse de las calles, a fin de reducir a la impotencia a la policía y Guardia Nacional, romper el orden público, obligar a Chávez a sacar al ejército. De tal situación a la desestabilización, sólo hay un paso. Ése es el plan de la contrarrevolución.
La batalla debe librarse en los dos frentes con igual intensidad y coraje.
La batalla ideológica no debe cesar ni por un instante, por el contrario es necesario atender todas sus exigencias y no dejar sin respuesta ninguna de los desafíos y presiones del campo adversario.
La batalla por la calle no admite ninguna fatiga ni tregua. Al final, será en la calle donde se decidirá la suerte de la Revolución venezolana.
Sería un grave error dejar bajo la exclusiva responsabilidad de la policía y la Guardia Nacional el mantenimiento del orden público. El PSUV y todas las organizaciones revolucionarias, pero especialmente la juventud y los trabajadores, deben no sólo compartir la responsabilidad sino asumir las posiciones de vanguardia. Ocupar y defender cada palmo de las calles para cerrar el paso a los guarimberos.
El peligro es real y la contrarrevolución amenaza con tomar la vía de la violencia para arrebatar a nuestro pueblo las conquistas revolucionarias.
Aun cuando se oculte bajo el ropaje de “pacíficas manifestaciones reivindicativas”, no puede engañarnos. Es el fascismo al asalto del poder
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