lunes, 20 de abril de 2009

Julián Grimau García fue político comunista español, nacido en Madrid en 1911 y fusilado en la misma ciudad en 1963.


Julián Grimau García fue político comunista español, nacido en Madrid en 1911 y fusilado en la misma ciudad en 1963.
En su juventud militó en Izquierda Republicana. Al estallar la guerra civil, ingresó en el Partido Comunista de España (PCE). Pasó la guerra en Barcelona, donde se dedicó a labores policiales (su padre, Enrique Grimau, había sido inspector de policía). Al ser derrotada la República, se exilió a Latinoamérica, estableciéndose posteriormente en Francia. Fue uno de los dirigentes del PCE durante la época franquista. En 1954, durante el congreso del partido celebrado en Praga, fue elegido miembro de su comité central. A partir de 1959 se haría cargo de la dirección del partido "en el interior", es decir, en España, donde tuvo que residir clandestinamente a lo largo de varios periodos.
Su actividad le hizo ser una de las personas más buscadas por la policía española. Tras su detención, fue juzgado por sus crímenes y fue fusilado por el régimen franquista.
En realidad, el juicio por "rebelión militar", en el que se aplicaba la Ley de Responsabilidades Políticas de 1938, hacía previsible la sentencia. Este tipo de juicios sumarísimos en aplicación de una ley creada específicamente para aniquilar a los republicanos no se producía desde los años inmediatamente posteriores a la guerra. En su periodo de apogeo, acababan invariablemente con una sentencia de muerte, tanto que a menudo los bedeles del tribunal se permitían hacer sin reparos una broma macabra que se hizo famosa: "que pase la viuda del acusado". El fiscal Fernández Martín actuaba con frecuencia en estos juicios y su afición a la pena de muerte era también famosa.
La presión internacional
Precisamente por lo inusitado del procedimiento, eco de una guerra que por otro lado el franquismo parecía querer enterrar (comenzaban a prepararse los actos de los "veinticinco años de paz"), y porque se esperaba lo peor, desde el anuncio de los cargos contra Grimau se desató una reacción internacional de protesta y presión sin precedentes en ningún aspecto relacionado con España. La prensa internacional volcó su atención sobre el caso Grimau y hubo manifestaciones en varias capitales europeas y latinoamericanas. En algunos puertos, los estibadores se negaban a descargar los barcos españoles, y más de 800.000 telegramas llegaron a Madrid pidiendo la paralización de lo que consideraban un juicio farsa. La presión no pareció afectar al general Franco, que en su línea habitual la atribuyó a una "conspiración masónico-izquierdista con la clase política".
Tras la lectura de la sentencia, sólo cabía la posibilidad de que Franco conmutara la pena por otra de prisión. Numerosos jefes de Estado se pusieron en comunicación con él para hacerle esta petición, entre ellos el papa Juan XXIII y el líder soviético Nikita Krushchov. Dentro de España, algunas personalidades cercanas al régimen pidieron también clemencia.
Muerte de Grimau
Julián Grimau, entre tanto, pasaba en el cuartel militar del barrio de Campamento sus horas de capilla, es decir, las previas a la ejecución de la pena, en compañía de su abogado, de acuerdo con las ordenanzas militares. Hacia las 5 de la madrugada del 20 de abril, fue trasladado en una furgoneta al campo de tiro del cuartel, donde debía ejecutarse el fusilamiento. En principio, correspondía a la Guardia Civil formar el pelotón, pero sus mandos se negaron a hacerlo. El capitán general de Madrid rehusó también que el pelotón fuera integrado por militares de carrera, que era la segunda opción. Parece ser que fue el propio Franco quien dio la orden de que los ejecutores de Grimau fueran soldados de reemplazo, y así se hizo. Jóvenes, asustados y sin experiencia de tiro, según los testigos, dispararon a Grimau 27 balas sin lograr acabar con su vida. Fue el teniente que mandaba el pelotón quien hubo de rematar a Grimau de dos tiros en la cabeza. Según confesó años más tarde a la familia del fallecido, este acto le persiguió durante toda su vida, hasta el punto de que acabó sus días en un psiquiátrico. Julián Grimau fue enterrado en el cementerio civil de Madrid
Numerosas ciudades de todo el mundo honran al madrileño con calles y edificios oficiales que llevan su nombre
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1 comentario:

Anónimo dijo...

En el año 1935 militaba en la Izquierda Republicana y era funcionario del cuerpo de policía. Intervino en graves sucesos de la guerra civil, como el asalto al cuartel de la Montaña. En octubre de 1936 ingresó en el PCE y en noviembre de 1936, siendo Santiago Carrillo encargado de Orden Público, Grimau fue nombrado Jefe de Grupo de la Brigada Criminal de Madrid. Su carrera experimentó un vertiginoso ascenso, llegando a ser Secretario General de Investigación Criminal de Valencia y responsable del PCE en este organismo, lo que significaba que todos los comunistas del cuerpo general de policía dependían de él. Su nombre apareció en el boletín de la Dirección General de Seguridad con fecha 16 de agosto de 1937 con motivo de una recompensa por haber logrado la detención de sesenta y tres personas que luego fueron fusiladas en su mayoría. En noviembre de 1938 fue felicitado oficialmente por su celo y eficacia represiva del “trotskismo” y de “la quinta columna fascista.”
Los familiares de aquellas personas que fueron “juzgadas” por los tristemente conocidos “tribunales populares”, recuerdan a Grimau como “testigo de cargo”, y le recuerdan acusando siempre, imponiendo su voluntad criminal.
Doña Joaquina Ventoldrá Niubó, vive en Barcelona, calle Rosellón 267. Su marido, D. César Sánchez Catalina, era jefe técnico de “Transradio Española”. Fueron detenidos ambos el día 22 de marzo de 1938, por una patrulla de la policía roja a cuyo frente iba como jefe Julián Grimau García, quien se apoderó de todos los objetos de valor, dinero y documentos que llevaban tanto ella como su marido. En la casa hicieron un registro, destrozando muebles y cuadros religiosos, y se llevaron todo cuanto creyeron de valor. Fueron conducidos a la “Brigada Criminal”, localizada en el número 1 de la Plaza Berenguer el Grande, en cuyos sótanos tenían montada una checa. Fueron objeto de crueles tratos de palabra y obra, especialmente su marido, de quien trataban de conseguir que hiciera declaraciones y delatara a los componentes de “grupos” que decían controlaba. Doña Joaquina Ventoldrá declara que la mandaron desnudarse completamente y que luchó y gritó desesperadamente cuando intentaban quitarle la ropa.

Su marido fue separado de ella y encerrado en una celda sin ventilación, debajo de una escalera, en la que era muy difícil mantenerse erguido. Permaneció en esta celda durante cuatro meses, al final de los cuales pasó a la Cárcel Modelo de Barcelona, pues había sido “juzgado” y condenado a muerte. El “juicio” duró cinco días, y, durante ellos, Julián Grimau impidió que los presos fueran visitados por sus familiares, a quienes echó violenta y groseramente a la calle el último día. El 11 de agosto de 1938 fue fusilado Sánchez Catalina en los fosos de “Santa Elena”, en Montjuich, en unión de sesenta y dos personas más, la mayor parte detenidas por Julián Grimau.

Doña Joaquina Ventoldrá Niubó fue encerrada en una celda muy húmeda. Desde ella oía los gritos de Julián Grimau que amenazaba con fusilar a todos. Un día una señorita apellidada Antolina, contestó vivamente a las amenazas de Grimau diciendo que para ella sería un honor ser fusilada. Julián Grimau la empujó violentamente por las escaleras obligándola a bajar rodando hasta los calabozos. En los días en que la señora Ventoldrá permaneció en la celda tuvo noticia de las torturas que sufrió don Germán Tárraga Carrillo, de 27 años, a quien quemaron los pies con un soplete para que declarara y fue fusilado pocos días después.

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