Haití: ¿Hacía falta tanto horror para despabilarnos?
Unos dan lo que pueden, otros lo que les sobra, total para ellos ahora todo sirve, elaboran hasta palabras de dolor que brotan de las bocas de aquellos incapaces de sentir el dolor si no es el suyo.
Del empobrecimiento de Haití son responsables los mismos que hoy se rasgan las vestiduras. Aún sin terremoto en esa tierra había 80 % de población sin trabajo, ahora sin dudas habrá más pero no se verán, no faltará quien salga a decir dentro de un año que bajó la desocupación allí.
Los haitianos muertos estos días no tenían luz, gas, agua, tampoco hospitales que los atiendan porque antes de este desastre también había enfermos, pero no importaba, total ellos confiaban en la macumba y en una de esas, con suerte, algún santero los salvaba de morir. No sabían leer ni había quien les enseñe, pero el mundo no se enteraba.
Sólo Cuba envió médicos cuando el mundo olvidaba, Fidel sabía que existía Haití, estaba más informado pero era revolucionario “con perdón de la palabra”.
Haití no existió para el mundo hoy sacudido por el desastre, sólo lo tuvieron presente para sus ambiciones los Cascos Azules de la Minustha y la misión de las Naciones Unidas que jamás se unieron para ponerle un punto final al dolor de los haitianos sino para terminar de arruinarlos.
Estamos asistiendo a la desaparición de un país entero, esta es la cruda realidad, podríamos haberla evitado pero necesitamos que la tierra se abra y la ciudad se desmorone para saber que aquello era un infierno y el silencio del mundo el que atizó las llamas.
Ahora es tarde, sólo nos queda llorar nuestra vergüenza y comenzar a pensar que carajos es lo que nos pasa que cuando se abre la tierra nos asusta pero no nos importa que nos trague el hombre.
Ingrid Storgen
Unos dan lo que pueden, otros lo que les sobra, total para ellos ahora todo sirve, elaboran hasta palabras de dolor que brotan de las bocas de aquellos incapaces de sentir el dolor si no es el suyo.
Del empobrecimiento de Haití son responsables los mismos que hoy se rasgan las vestiduras. Aún sin terremoto en esa tierra había 80 % de población sin trabajo, ahora sin dudas habrá más pero no se verán, no faltará quien salga a decir dentro de un año que bajó la desocupación allí.
Los haitianos muertos estos días no tenían luz, gas, agua, tampoco hospitales que los atiendan porque antes de este desastre también había enfermos, pero no importaba, total ellos confiaban en la macumba y en una de esas, con suerte, algún santero los salvaba de morir. No sabían leer ni había quien les enseñe, pero el mundo no se enteraba.
Sólo Cuba envió médicos cuando el mundo olvidaba, Fidel sabía que existía Haití, estaba más informado pero era revolucionario “con perdón de la palabra”.
Haití no existió para el mundo hoy sacudido por el desastre, sólo lo tuvieron presente para sus ambiciones los Cascos Azules de la Minustha y la misión de las Naciones Unidas que jamás se unieron para ponerle un punto final al dolor de los haitianos sino para terminar de arruinarlos.
Estamos asistiendo a la desaparición de un país entero, esta es la cruda realidad, podríamos haberla evitado pero necesitamos que la tierra se abra y la ciudad se desmorone para saber que aquello era un infierno y el silencio del mundo el que atizó las llamas.
Ahora es tarde, sólo nos queda llorar nuestra vergüenza y comenzar a pensar que carajos es lo que nos pasa que cuando se abre la tierra nos asusta pero no nos importa que nos trague el hombre.
Ingrid Storgen
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