!Feliz Navidad, mamá! (Poder Joven)
“Feliz Navidad, mamá, esta noche no hay guerras ni mueren niños en Vietnam.”
“Feliz Navidad, mamá, esta noche no hay guerras ni mueren niños en Vietnam.”
Raul Bracho
Así comenzaba aquel escrito que junto a mis camaradas repartimos en un Diciembre creo que en 1.968. Estrenaba mi juventud en aquellos años de Paris Mayo, el nacer de la generación hippie, en los años de Allen Ginsberg y Marcuse, las comunas y Woodstock, Jimmy Hendrick, Alí Primera, Castañeda, Miguel Hernández, whit a litle help from my friends, Paco Ibañez, Soledad, tantos y tantos otros que llevo en mi bulto y el inmortal Che Guevara, padre, hermano, amigo inseparable en mi camino...
Hoy el sol alumbra a mis espaldas, un camino feroz e incesante en el que le di más de una vuelta al mundo, donde amé bellas mujeres, escuché el tañir de la guitarra de Víctor Jara en la peña de los Parra, en Santiago, donde besé en la frente a mi hija y a mi hijo, donde tuve aciertos y donde cometí garrafales errores, años que me enseñaron el goce de los bienes materiales y otros en los que entendí que prefería las cosas más simples y cercanas a mi espíritu, la vida que va pasando, que va dejando de ser infinita, el tiempo que se consume y que va haciendo tan importante al resto que me queda, pararme del piso luego de caer equivocado, volver a lavarme la cara y retomar la senda, faro, marea, navío y destino. Una palabra tatuada siempre debajo de mi lengua: revolución.
Soy el mismo, ese que ama ver un atardecer y se enternece con la mirada de los niños, que le gusta escuchar las canciones de Violeta Parra y usar blujeans, el de siempre, la juventud parece que es eterna, por dentro de uno si lo es, o dentro de mi, al menos. Más lleno de ganas de seguir andando, más que nunca en la lucha por ese mundo que me llenó los ojos de sueños, comprometido en aquel amanecer del que siempre hablamos. La soledad del hombre no es tan solitaria, aquí van ustedes amigos de mi vida, van todos conmigo. La memoria los guarda y de vez en cuando en algún recodo los devuelve a la realidad y jugamos nuevamente, cantamos, escribimos. Soy el mismo de siempre y cada vez más yo mismo, enamorado de la vida como nunca, adicto al alfabeto al que someto diariamente para expresarles mis sentires y hacer todo lo que pueda y entregarme al sueño que siempre compartimos. En mi morral llevo sus rostros, los de los que siguen, los que se fueron y el de los que traicionaron.
Siempre dije que había un día en que cada año, a uno lo toca el espíritu de la navidad. Es quizá un invento o un comercio, es un legado de un Santa Clous importado y entrometido gracias a la dominación cultural, días llenos de luces y de olores de pino, fuegos artificiales y regalos, como una gran mentira general, pareciera que todos queremos olvidar el infierno cotidiano e inventamos la irrealidad por estos días de Diciembre y entonces todos nos queremos, nos visitamos, nos recordamos, nos damos regalos y compartimos.
En fin de cuentas la navidad es la navidad, ponerme a cuestionarla no tendría tanto sentido, más vale que aceptemos que nos atrapa a todos y es más como un dibujo o un intento de un mundo feliz. Es bueno querernos y recordarnos, llamarnos y desearnos un feliz año nuevo, pero también es necesario darnos cuenta de lo absurdo. Las cosas siguen siendo injustas cada uno de estos días, apenas y cambiamos un tanto y somos apenas más caritativos, rescatamos el amor y vencemos las serviles costumbres individualistas, pero es tan solo un festín que acaba, en el que muchos derrochan y muchos otros adornan su hambre y su dolor con esperanzas apenas.
Tan solo quiero despedirme por un tiempo, debo partir a cumplir compromisos desde donde no podré escribirles hasta que vuelva, a todos los que me han leído mis afectos, a mis amigos un gran abrazo, a quienes me han publicado mi infinita gratitud. A todas y a todos Feliz Navidad.
Hoy podría volver a escribir aquella carta que repartimos quienes conformamos el Poder Joven: ¡Feliz Navidad Mamá! Esta noche no hay guerra ni mueren niños en Afganistán, no hay ningún cubano sentenciado a treinta cadenas perpetuas más quince días, feliz navidad, no le allanan la casa a los rebeldes en Honduras ni a los Mapuches en la tierra austral, no hay ningún hueco en la estratósfera que sentencie a muerte mi planeta, feliz navidad, Aminatú Aidar nunca estuvo en huelga de hambre y nadie cometió ningún femicidio, mamá. Esta noche es navidad, no hay bases en Colombia que apunten a la cabeza de mi comandante libertador Chávez, nadie piensa en matar a Evo, mamá, feliz navidad. Ningún niño es comido por las moscas en África, ninguna mujer golpeada por un marido borracho, ningún joven muerto por sobredosis, no hay policías golpeando a inocentes, ni presos en Guantánamo, nadie es echado de su empleo porque la fábrica o empresa cayó abatida por la crisis mamá, feliz navidad.
¡Felicidades mamá, esta noche es navidad!
!EL VIEJO PODER!
Así comenzaba aquel escrito que junto a mis camaradas repartimos en un Diciembre creo que en 1.968. Estrenaba mi juventud en aquellos años de Paris Mayo, el nacer de la generación hippie, en los años de Allen Ginsberg y Marcuse, las comunas y Woodstock, Jimmy Hendrick, Alí Primera, Castañeda, Miguel Hernández, whit a litle help from my friends, Paco Ibañez, Soledad, tantos y tantos otros que llevo en mi bulto y el inmortal Che Guevara, padre, hermano, amigo inseparable en mi camino...
Hoy el sol alumbra a mis espaldas, un camino feroz e incesante en el que le di más de una vuelta al mundo, donde amé bellas mujeres, escuché el tañir de la guitarra de Víctor Jara en la peña de los Parra, en Santiago, donde besé en la frente a mi hija y a mi hijo, donde tuve aciertos y donde cometí garrafales errores, años que me enseñaron el goce de los bienes materiales y otros en los que entendí que prefería las cosas más simples y cercanas a mi espíritu, la vida que va pasando, que va dejando de ser infinita, el tiempo que se consume y que va haciendo tan importante al resto que me queda, pararme del piso luego de caer equivocado, volver a lavarme la cara y retomar la senda, faro, marea, navío y destino. Una palabra tatuada siempre debajo de mi lengua: revolución.
Soy el mismo, ese que ama ver un atardecer y se enternece con la mirada de los niños, que le gusta escuchar las canciones de Violeta Parra y usar blujeans, el de siempre, la juventud parece que es eterna, por dentro de uno si lo es, o dentro de mi, al menos. Más lleno de ganas de seguir andando, más que nunca en la lucha por ese mundo que me llenó los ojos de sueños, comprometido en aquel amanecer del que siempre hablamos. La soledad del hombre no es tan solitaria, aquí van ustedes amigos de mi vida, van todos conmigo. La memoria los guarda y de vez en cuando en algún recodo los devuelve a la realidad y jugamos nuevamente, cantamos, escribimos. Soy el mismo de siempre y cada vez más yo mismo, enamorado de la vida como nunca, adicto al alfabeto al que someto diariamente para expresarles mis sentires y hacer todo lo que pueda y entregarme al sueño que siempre compartimos. En mi morral llevo sus rostros, los de los que siguen, los que se fueron y el de los que traicionaron.
Siempre dije que había un día en que cada año, a uno lo toca el espíritu de la navidad. Es quizá un invento o un comercio, es un legado de un Santa Clous importado y entrometido gracias a la dominación cultural, días llenos de luces y de olores de pino, fuegos artificiales y regalos, como una gran mentira general, pareciera que todos queremos olvidar el infierno cotidiano e inventamos la irrealidad por estos días de Diciembre y entonces todos nos queremos, nos visitamos, nos recordamos, nos damos regalos y compartimos.
En fin de cuentas la navidad es la navidad, ponerme a cuestionarla no tendría tanto sentido, más vale que aceptemos que nos atrapa a todos y es más como un dibujo o un intento de un mundo feliz. Es bueno querernos y recordarnos, llamarnos y desearnos un feliz año nuevo, pero también es necesario darnos cuenta de lo absurdo. Las cosas siguen siendo injustas cada uno de estos días, apenas y cambiamos un tanto y somos apenas más caritativos, rescatamos el amor y vencemos las serviles costumbres individualistas, pero es tan solo un festín que acaba, en el que muchos derrochan y muchos otros adornan su hambre y su dolor con esperanzas apenas.
Tan solo quiero despedirme por un tiempo, debo partir a cumplir compromisos desde donde no podré escribirles hasta que vuelva, a todos los que me han leído mis afectos, a mis amigos un gran abrazo, a quienes me han publicado mi infinita gratitud. A todas y a todos Feliz Navidad.
Hoy podría volver a escribir aquella carta que repartimos quienes conformamos el Poder Joven: ¡Feliz Navidad Mamá! Esta noche no hay guerra ni mueren niños en Afganistán, no hay ningún cubano sentenciado a treinta cadenas perpetuas más quince días, feliz navidad, no le allanan la casa a los rebeldes en Honduras ni a los Mapuches en la tierra austral, no hay ningún hueco en la estratósfera que sentencie a muerte mi planeta, feliz navidad, Aminatú Aidar nunca estuvo en huelga de hambre y nadie cometió ningún femicidio, mamá. Esta noche es navidad, no hay bases en Colombia que apunten a la cabeza de mi comandante libertador Chávez, nadie piensa en matar a Evo, mamá, feliz navidad. Ningún niño es comido por las moscas en África, ninguna mujer golpeada por un marido borracho, ningún joven muerto por sobredosis, no hay policías golpeando a inocentes, ni presos en Guantánamo, nadie es echado de su empleo porque la fábrica o empresa cayó abatida por la crisis mamá, feliz navidad.
¡Felicidades mamá, esta noche es navidad!
!EL VIEJO PODER!
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