La cólera de Uribe
Por estos días los sucesos que involucran a Colombia y a la República Bolivariana de Venezuela llaman la atención, por el afán guerrerista de Álvaro Uribe y su Ministro de Defensa, Gabriel Silva.
Alfonso del Rosario
Uribe mantiene una posición belicista Tal y como recuerda ese clásico de la literatura universal, la Ilíada, el asedio de Troya terminó en funestas consecuencias tanto para griegos como para troyanos, debido en gran medida a la cólera del guerrero Aquiles.
Y es que la posición belicosa a la hora de gobernar o liderar un grupo humano no conlleva nada más que a la derrota, aún cuando se cuente con una divina areté.
Por estos días los sucesos que involucran a Colombia y a la República Bolivariana de Venezuela llaman la atención, sobre todo por el afán guerrerista del mandatario Álvaro Uribe y su Ministro de Defensa, Gabriel Silva.
Silva se ha ido fraguando con el paso de los días una imagen de verdadero heraldo de la muerte, por su posición de fuerza con respecto a la vecina nación venezolana.
Sobradas razones tienen el pueblo y el gobierno de Venezuela de defenderse ante la creciente militarización de Colombia, apoyado esté último país por los Estados Unidos de Norteamérica.
Desde el estallido del conflicto entre las dos naciones suramericanas el Imperialismo no ha hecho más que continuar defendiendo su postura de gendarme, y a las siete bases militares desplegadas a lo largo de la geografía colombiana ahora pretenden instaurar un nuevo enclave militar en la península de La Guajira.
Sobradas razones tiene el gobierno venezolano para repudiar esta acción. El juego político está por desarrollarse y la opinión pública y los observadores internacionales repudian la farsa que está por estrenarse por parte de Bogotá.
La Guajira se encuentra ubicada en el extremo norte de Colombia; más específicamente en la localidad de Nazareth, en la zona Wayu, estará emplazada la octava base militar, esta posición la ubica a escasos kilómetros del corazón petrolero venezolano.
Las razones esgrimidas por Uribe son la supuesta lucha contra el narcotráfico y las guerrillas (FARC), pero la realidad es que el gobierno de Bogotá se ha prestado a los juegos norteamericanos de destruir los gobiernos progresistas que en el continente van tomando cada día más apoyo popular.
El Ministro de Defensa colombiano, Gabriel Silva tiene “como una obsesión contra nuestro pueblo”, según palabras del Canciller venezolano, Nicolás Maduro. Para el ministro de exteriores de la nación bolivariana constituye una razón de dignidad responder a las agresiones de Silva.
El pasado día 22 Maduro catalogó al gobierno de Bogotá de guerrerista y consideró un juego político demasiado peligroso para la región el pretender involucrar a Caracas con el narcotráfico y la insurgencia colombiana.
Tras la instalación de la octava base militar en Nazareth el gobierno de Uribe pretende asfixiar políticamente a Venezuela y no se descarta una agresión militar promovida por Bogotá.
Un eslabón a no perder de vista lo constituye la casi sistemática incursión en territorio venezolano de aviones no pilotados procedentes de Colombia. El presidente Hugo Chávez ha respondido tajantemente: “Son aviones de dos o tres metros. Esos son los yanquis, nos quieren poner a pelear. No vamos a caer en provocación pero estamos alertas”.
Las labores de inteligencia y espionaje promovidas por los Estados Unidos con el apoyo del gobierno de Uribe constituyen una chispa muy peligrosa en el polvorín que se está fomentando en la región suramericana. Bogotá se va convirtiendo poco a poco en “territorio de ultramar”, según la definición de nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro. Esta nación está exponiendo la seguridad de la zona, solo por seguirle el juego de los gendarmes de Washington.
En las últimas jornadas uno de esos aviones no pilotados incursionó hasta Fuerte Mara, en el estado de Zulia, esta posición de franca intromisión en territorio venezolano constituye un paso de la gran escalada que pretende orquestar el gobierno norteamericano y su marioneta de turno, Álvaro Uribe.
El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, está alertando al mundo del peligro que representa para todo el continente un ataque militar por parte de Bogotá a su país.
La estratagema que pretende poner en escena el gobierno dirigido por Uribe es la de hacer ver a Venezuela como la agresora de Colombia, pero el presidente Chávez lo ha dejado claro: “Nuestra lucha es aquí, la lucha contra la delincuencia y por la justicia social. Esa es la tarea nuestra de todos los días”, argumentó al referirse a que el Gobierno bolivariano no tiene pensado agredir a Colombia ni a ningún otro país.
En esta dicotomía se desenvuelve la región. Mientras el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela aboga por la integración latinoamericana y utiliza como preceptos la soberanía, la solidaridad y la autodeterminación de las naciones que integren esa alianza; la jefatura colombiana promueve la extorsión, la provocación y el militarismo, en franco desapego a las más elementales normas del derecho y la diplomacia internacionales.
Posiciones que describen las gestiones presidenciales de una y otra parte. Hugo Chávez acaba de anunciar el nacimiento de la Misión Niño Jesús para otorgarle a toda mujer que de a luz las condiciones mínimas indispensables para tener un parto digno; Álvaro Uribe abrirá una nueva base militar, para vigilar y amenazar la frontera venezolana.
Son síntomas de una posición colérica que el mandatario colombiano exhibe cual trofeo, pero que será la causante de un error estratégico en la distensión pacífica del área
Por estos días los sucesos que involucran a Colombia y a la República Bolivariana de Venezuela llaman la atención, por el afán guerrerista de Álvaro Uribe y su Ministro de Defensa, Gabriel Silva.
Alfonso del Rosario
Uribe mantiene una posición belicista Tal y como recuerda ese clásico de la literatura universal, la Ilíada, el asedio de Troya terminó en funestas consecuencias tanto para griegos como para troyanos, debido en gran medida a la cólera del guerrero Aquiles.
Y es que la posición belicosa a la hora de gobernar o liderar un grupo humano no conlleva nada más que a la derrota, aún cuando se cuente con una divina areté.
Por estos días los sucesos que involucran a Colombia y a la República Bolivariana de Venezuela llaman la atención, sobre todo por el afán guerrerista del mandatario Álvaro Uribe y su Ministro de Defensa, Gabriel Silva.
Silva se ha ido fraguando con el paso de los días una imagen de verdadero heraldo de la muerte, por su posición de fuerza con respecto a la vecina nación venezolana.
Sobradas razones tienen el pueblo y el gobierno de Venezuela de defenderse ante la creciente militarización de Colombia, apoyado esté último país por los Estados Unidos de Norteamérica.
Desde el estallido del conflicto entre las dos naciones suramericanas el Imperialismo no ha hecho más que continuar defendiendo su postura de gendarme, y a las siete bases militares desplegadas a lo largo de la geografía colombiana ahora pretenden instaurar un nuevo enclave militar en la península de La Guajira.
Sobradas razones tiene el gobierno venezolano para repudiar esta acción. El juego político está por desarrollarse y la opinión pública y los observadores internacionales repudian la farsa que está por estrenarse por parte de Bogotá.
La Guajira se encuentra ubicada en el extremo norte de Colombia; más específicamente en la localidad de Nazareth, en la zona Wayu, estará emplazada la octava base militar, esta posición la ubica a escasos kilómetros del corazón petrolero venezolano.
Las razones esgrimidas por Uribe son la supuesta lucha contra el narcotráfico y las guerrillas (FARC), pero la realidad es que el gobierno de Bogotá se ha prestado a los juegos norteamericanos de destruir los gobiernos progresistas que en el continente van tomando cada día más apoyo popular.
El Ministro de Defensa colombiano, Gabriel Silva tiene “como una obsesión contra nuestro pueblo”, según palabras del Canciller venezolano, Nicolás Maduro. Para el ministro de exteriores de la nación bolivariana constituye una razón de dignidad responder a las agresiones de Silva.
El pasado día 22 Maduro catalogó al gobierno de Bogotá de guerrerista y consideró un juego político demasiado peligroso para la región el pretender involucrar a Caracas con el narcotráfico y la insurgencia colombiana.
Tras la instalación de la octava base militar en Nazareth el gobierno de Uribe pretende asfixiar políticamente a Venezuela y no se descarta una agresión militar promovida por Bogotá.
Un eslabón a no perder de vista lo constituye la casi sistemática incursión en territorio venezolano de aviones no pilotados procedentes de Colombia. El presidente Hugo Chávez ha respondido tajantemente: “Son aviones de dos o tres metros. Esos son los yanquis, nos quieren poner a pelear. No vamos a caer en provocación pero estamos alertas”.
Las labores de inteligencia y espionaje promovidas por los Estados Unidos con el apoyo del gobierno de Uribe constituyen una chispa muy peligrosa en el polvorín que se está fomentando en la región suramericana. Bogotá se va convirtiendo poco a poco en “territorio de ultramar”, según la definición de nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro. Esta nación está exponiendo la seguridad de la zona, solo por seguirle el juego de los gendarmes de Washington.
En las últimas jornadas uno de esos aviones no pilotados incursionó hasta Fuerte Mara, en el estado de Zulia, esta posición de franca intromisión en territorio venezolano constituye un paso de la gran escalada que pretende orquestar el gobierno norteamericano y su marioneta de turno, Álvaro Uribe.
El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, está alertando al mundo del peligro que representa para todo el continente un ataque militar por parte de Bogotá a su país.
La estratagema que pretende poner en escena el gobierno dirigido por Uribe es la de hacer ver a Venezuela como la agresora de Colombia, pero el presidente Chávez lo ha dejado claro: “Nuestra lucha es aquí, la lucha contra la delincuencia y por la justicia social. Esa es la tarea nuestra de todos los días”, argumentó al referirse a que el Gobierno bolivariano no tiene pensado agredir a Colombia ni a ningún otro país.
En esta dicotomía se desenvuelve la región. Mientras el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela aboga por la integración latinoamericana y utiliza como preceptos la soberanía, la solidaridad y la autodeterminación de las naciones que integren esa alianza; la jefatura colombiana promueve la extorsión, la provocación y el militarismo, en franco desapego a las más elementales normas del derecho y la diplomacia internacionales.
Posiciones que describen las gestiones presidenciales de una y otra parte. Hugo Chávez acaba de anunciar el nacimiento de la Misión Niño Jesús para otorgarle a toda mujer que de a luz las condiciones mínimas indispensables para tener un parto digno; Álvaro Uribe abrirá una nueva base militar, para vigilar y amenazar la frontera venezolana.
Son síntomas de una posición colérica que el mandatario colombiano exhibe cual trofeo, pero que será la causante de un error estratégico en la distensión pacífica del área
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