Quedan pocos días para el festejo de año nuevo. Un festejo que 2009 se merece.
Demos gracias a los malos augurios que desde aquél año nuevo de hace doce meses anunciaron catástrofes que no se cumplieron. Gracias por el vasto desacierto. Por dejar que fracasaran los heraldos del fracaso. Fuera con las malas pitonisas y los malos deseos. Gracias a esos feroces y divulgados economistas, políticos, periodistas, medios fundaciones, consultoras, oenegés y charlatanes sueltos, por equivocarse en augurar colapsos; gracias por no acertar, gracias por dejar expuestos al ridículo a las profecías y a sus profetas.
Gracias buen año por dejarnos entender qué significan y qué no significan los significantes que vienen envueltos con las noticias. Un aire de cambio de época atraviesa el calendario. Un aire que se lleva a antiguos y yertos anacronismos. Gracias a este despabilamiento que nos permite ver desnudos y sin máscaras a tantos intereses largamente disfrazado de desinterés y ética pomposa.
Gracias por revelarnos qué diferencias hay entre el credo y el poder cardenalicio; entre el judaísmo y un rabino rabioso; entre la injusticia y el linchamiento; entre la impotencia política y romperse el trasero; entre rechazar leyes y crearlas; entre la negación y las ilusiones; entre la burbuja especulativa y el Estado sólido.
Gracias 2009 porque lograste que las realidades felices desplazaran a las fabulaciones amargas; y porque empujaste a la derecha a salirse de la hipocresía. Gracias por sincerar a los opositores. Por enseñarnos la diferencia entre un hombre de ciudad y un hombre de campo; entre un campesino y un rentista, entre un “chavista” y un “escuálido”; entre un colonizado que soba al emisario y un descolonizado que lo pulsea; entre un alcahuete y un militante. Y gracias por dejar que Venezuela pudiera transparentarse a pesar de las veladuras que se propusieron enturbiarla. Y que pudiera dejar a la vista a los alborotados alborotando y a los hacedores haciendo.
No es para tirar manteca al techo, pero por suerte hay manteca; no es para tirar la casa por la ventana, pero hay casa; no es para hacer aspavientos de consumo, pero hay consumo; no es para exagerar que los jubilados son prósperos, pero ya no son excluidos; no es para decir que Venezuela es una fiesta, pero se alejó del plano inclinado hacia abajo; no es para decir que esta es la llegada, pero este puede ser el camino.
Sí, año 2009, gracias. Nos dejaste con la boca abierta y a los agoreros con la boca cerrada.
Demos gracias a los malos augurios que desde aquél año nuevo de hace doce meses anunciaron catástrofes que no se cumplieron. Gracias por el vasto desacierto. Por dejar que fracasaran los heraldos del fracaso. Fuera con las malas pitonisas y los malos deseos. Gracias a esos feroces y divulgados economistas, políticos, periodistas, medios fundaciones, consultoras, oenegés y charlatanes sueltos, por equivocarse en augurar colapsos; gracias por no acertar, gracias por dejar expuestos al ridículo a las profecías y a sus profetas.
Gracias buen año por dejarnos entender qué significan y qué no significan los significantes que vienen envueltos con las noticias. Un aire de cambio de época atraviesa el calendario. Un aire que se lleva a antiguos y yertos anacronismos. Gracias a este despabilamiento que nos permite ver desnudos y sin máscaras a tantos intereses largamente disfrazado de desinterés y ética pomposa.
Gracias por revelarnos qué diferencias hay entre el credo y el poder cardenalicio; entre el judaísmo y un rabino rabioso; entre la injusticia y el linchamiento; entre la impotencia política y romperse el trasero; entre rechazar leyes y crearlas; entre la negación y las ilusiones; entre la burbuja especulativa y el Estado sólido.
Gracias 2009 porque lograste que las realidades felices desplazaran a las fabulaciones amargas; y porque empujaste a la derecha a salirse de la hipocresía. Gracias por sincerar a los opositores. Por enseñarnos la diferencia entre un hombre de ciudad y un hombre de campo; entre un campesino y un rentista, entre un “chavista” y un “escuálido”; entre un colonizado que soba al emisario y un descolonizado que lo pulsea; entre un alcahuete y un militante. Y gracias por dejar que Venezuela pudiera transparentarse a pesar de las veladuras que se propusieron enturbiarla. Y que pudiera dejar a la vista a los alborotados alborotando y a los hacedores haciendo.
No es para tirar manteca al techo, pero por suerte hay manteca; no es para tirar la casa por la ventana, pero hay casa; no es para hacer aspavientos de consumo, pero hay consumo; no es para exagerar que los jubilados son prósperos, pero ya no son excluidos; no es para decir que Venezuela es una fiesta, pero se alejó del plano inclinado hacia abajo; no es para decir que esta es la llegada, pero este puede ser el camino.
Sí, año 2009, gracias. Nos dejaste con la boca abierta y a los agoreros con la boca cerrada.
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