De nuevo tú, Dios.
Yo que no tuve la culpa de ser un hijo de comunistas, revolucionarios y ateos y a quien nunca llevaron a iglesia alguna, que no me enseñaron a creer en ti, ni tan siquiera a rezar.
Raúl Bracho
La palabra. Hablar de la palabra es hablar de tu voz, yo que no tuve la culpa de ser un hijo de comunistas, revolucionarios y ateos y a quien nunca llevaron a iglesia alguna, que no me enseñaron a creer en ti, ni tan siquiera a rezar. Esta noche me siento ante el teclado para escribirte.
Obviamente existes, es una discusión fundamental, para que algo exista solo es necesario que muchos crean que existe. Un imaginario colectivo, un refugio, una brújula, una esperanza, un guía y un destino.
Una industria, un comercio, un poder de dominación ejercido por los mercaderes de la fe, también. Así te me apareces en mi vida, como el dios de la esperanza y como el dios usado para la sumisión. Hoy quiero hablar de mi dios interior, este que se me ha ido construyendo de tanto oírte nombrar, al que tantos le dan las gracias y de quienes me llegan bendiciones que me unen a ti y que me obligan a venir a decirte estas cosas.
Siempre creí en la vida, en la fuerza fundamental de la energía de este universo tan hermoso en el que soy un milagro, que me permitirá disfrutarlo por los escasos años que dure mi existencia, siempre sentí que al nombrar a dios todos se referían al conjunto maravilloso de la creación, nunca me gustó usar la palabra dios, pero de a poco se me hace necesario entender a tantos con quienes vivo que terminan siempre nombrándote, creo que debo construirte para mi, o quizá entregar mi lucha a eso que mi pueblo amado llama dios, a ese dios a quien le piden, a ese dios a quien dan las gracias, a ese dios que se me acerca cada vez más adentro y a quien ya casi le hablo, a quien ya casi entiendo como un abstracto en donde todos nos unimos. Pondría una palabra más, la palabra amor, tan cursi a veces, tan difícil de decir cargada de verdad, tan difícil de sentir llena de su fuerza gigante, el amor como la fuerza fundamental de todo lo que existe, como combustible inagotable de todo este maravilloso universo, como esperanza, dios, para mi eres el amor de los hombres, y no me importa aceptarte, quizá hasta me haces falta, la palabra, tu palabra escrita en biblias o koranes, en talmudes o en pergaminos de oriente, no importa, desde todas hay reflexiones e historias en donde todo me huele al mismo sueño del socialismo, a comunismo, a los mismos sueños que llevo en la sangre. Si eso eres dios, eso que veo en los ojos de quienes te nombran, ese clamor de pueblo pidiendo salud, ayuda, esperanzas, entonces quiero que me aceptes como hijo, entonces dios es socialista y revolucionario como yo y quiero comprometerme a ser un cristo más sobre la tierra de mis hermanos, un servidor de la luz que ilumina a todo este universo que cada día amo más.
Quiero que sepas que no seré un servidor de sotana ni de iglesias, tan solo un hijo tuyo que andará por las calles, entregado a los más pobres y mas sufridos, a la lucha por la liberación de los pueblos, por el sueño de que llegue aquel famoso tiempo de vivir. Andaré con los seres que me llenan de tu nombre y actuaré en función a la entrega a una fuerza superior, más de una vez ya la he sentido en mi interior, como hoy la sentí mas intensa que nunca, en un abrazo allá en la Plaza Bolívar que no nació de mi ni de la persona que estuvo esos segundos, que se me hicieron eternos, entre mis brazos, no fui yo, no fue ella, Bolívar nos miraba en silencio, todo desapareció y una fuerza que no puedo sino definirla como tu presencia nos envolvió a los dos y luego nos regresó al mundo, pero ya el mundo fue todo lleno de sentido. No puedo más que aceptarlo, porque culparme a mí, sería pecar de prepotente, esa fuerza era inmortal, era eterna, era llena de olores de ángeles, de sonidos de campanas, de luz.
No aceptaré que te nombren para engañar al pueblo, ni que te vendan disfrazado de esperanzas, que te utilicen para anestesiar conciencia alguna de cualquiera de quienes se me acerquen, con un látigo seré severo ante quienes usan la palabra para adormecer a esta inmensa masa de seres humanos que quieren levantar sus brazos hacia ti. Hoy ante tu nombre, ese dios que escucho y escucho, dejaré de temer a pronunciarte y que mis labios sean tu instrumento, hoy me entrego a tu fuerza suprema, al amor universal donde todas las mujeres y hombres se refugian clamando sentido, clamando justicia y felicidad. Ya no serás más una discusión teológica, existes porque todos te nombran, porque todos te piden, porque todos creen en ti y basta. Dejo a los demás los discursos filosóficos, a mi me basta conque tu nombre me acerque a todos los que compartimos esta lucha por un nuevo mundo. Dios es de izquierda y revolucionario, no podría ser de otra forma, hablas en las bocas de los sufridos y encarnas sus esperanzas, sin temor alguno me pongo de rodillas ante la vida y me entrego a ella, ante el amor y me entrego a él, ante ti dios, para aceptarte. Acéptame a mí
Yo que no tuve la culpa de ser un hijo de comunistas, revolucionarios y ateos y a quien nunca llevaron a iglesia alguna, que no me enseñaron a creer en ti, ni tan siquiera a rezar.
Raúl Bracho
La palabra. Hablar de la palabra es hablar de tu voz, yo que no tuve la culpa de ser un hijo de comunistas, revolucionarios y ateos y a quien nunca llevaron a iglesia alguna, que no me enseñaron a creer en ti, ni tan siquiera a rezar. Esta noche me siento ante el teclado para escribirte.
Obviamente existes, es una discusión fundamental, para que algo exista solo es necesario que muchos crean que existe. Un imaginario colectivo, un refugio, una brújula, una esperanza, un guía y un destino.
Una industria, un comercio, un poder de dominación ejercido por los mercaderes de la fe, también. Así te me apareces en mi vida, como el dios de la esperanza y como el dios usado para la sumisión. Hoy quiero hablar de mi dios interior, este que se me ha ido construyendo de tanto oírte nombrar, al que tantos le dan las gracias y de quienes me llegan bendiciones que me unen a ti y que me obligan a venir a decirte estas cosas.
Siempre creí en la vida, en la fuerza fundamental de la energía de este universo tan hermoso en el que soy un milagro, que me permitirá disfrutarlo por los escasos años que dure mi existencia, siempre sentí que al nombrar a dios todos se referían al conjunto maravilloso de la creación, nunca me gustó usar la palabra dios, pero de a poco se me hace necesario entender a tantos con quienes vivo que terminan siempre nombrándote, creo que debo construirte para mi, o quizá entregar mi lucha a eso que mi pueblo amado llama dios, a ese dios a quien le piden, a ese dios a quien dan las gracias, a ese dios que se me acerca cada vez más adentro y a quien ya casi le hablo, a quien ya casi entiendo como un abstracto en donde todos nos unimos. Pondría una palabra más, la palabra amor, tan cursi a veces, tan difícil de decir cargada de verdad, tan difícil de sentir llena de su fuerza gigante, el amor como la fuerza fundamental de todo lo que existe, como combustible inagotable de todo este maravilloso universo, como esperanza, dios, para mi eres el amor de los hombres, y no me importa aceptarte, quizá hasta me haces falta, la palabra, tu palabra escrita en biblias o koranes, en talmudes o en pergaminos de oriente, no importa, desde todas hay reflexiones e historias en donde todo me huele al mismo sueño del socialismo, a comunismo, a los mismos sueños que llevo en la sangre. Si eso eres dios, eso que veo en los ojos de quienes te nombran, ese clamor de pueblo pidiendo salud, ayuda, esperanzas, entonces quiero que me aceptes como hijo, entonces dios es socialista y revolucionario como yo y quiero comprometerme a ser un cristo más sobre la tierra de mis hermanos, un servidor de la luz que ilumina a todo este universo que cada día amo más.
Quiero que sepas que no seré un servidor de sotana ni de iglesias, tan solo un hijo tuyo que andará por las calles, entregado a los más pobres y mas sufridos, a la lucha por la liberación de los pueblos, por el sueño de que llegue aquel famoso tiempo de vivir. Andaré con los seres que me llenan de tu nombre y actuaré en función a la entrega a una fuerza superior, más de una vez ya la he sentido en mi interior, como hoy la sentí mas intensa que nunca, en un abrazo allá en la Plaza Bolívar que no nació de mi ni de la persona que estuvo esos segundos, que se me hicieron eternos, entre mis brazos, no fui yo, no fue ella, Bolívar nos miraba en silencio, todo desapareció y una fuerza que no puedo sino definirla como tu presencia nos envolvió a los dos y luego nos regresó al mundo, pero ya el mundo fue todo lleno de sentido. No puedo más que aceptarlo, porque culparme a mí, sería pecar de prepotente, esa fuerza era inmortal, era eterna, era llena de olores de ángeles, de sonidos de campanas, de luz.
No aceptaré que te nombren para engañar al pueblo, ni que te vendan disfrazado de esperanzas, que te utilicen para anestesiar conciencia alguna de cualquiera de quienes se me acerquen, con un látigo seré severo ante quienes usan la palabra para adormecer a esta inmensa masa de seres humanos que quieren levantar sus brazos hacia ti. Hoy ante tu nombre, ese dios que escucho y escucho, dejaré de temer a pronunciarte y que mis labios sean tu instrumento, hoy me entrego a tu fuerza suprema, al amor universal donde todas las mujeres y hombres se refugian clamando sentido, clamando justicia y felicidad. Ya no serás más una discusión teológica, existes porque todos te nombran, porque todos te piden, porque todos creen en ti y basta. Dejo a los demás los discursos filosóficos, a mi me basta conque tu nombre me acerque a todos los que compartimos esta lucha por un nuevo mundo. Dios es de izquierda y revolucionario, no podría ser de otra forma, hablas en las bocas de los sufridos y encarnas sus esperanzas, sin temor alguno me pongo de rodillas ante la vida y me entrego a ella, ante el amor y me entrego a él, ante ti dios, para aceptarte. Acéptame a mí
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