sábado, 6 de marzo de 2010

Hay tiempo, queda mundo

Hay tiempo, queda mundo
Publicado por La chizpa
“Apenas el aleteo sensible de una mariposa puede causar un terremoto”. Poéticamente llamado efecto mariposa, lo que un hombre hace aquí repercute en toda la tierra, incluso afecta al cosmos, hecho que hoy tiene muchos sentido, puesto que los niveles de sensibilidad del planeta tierra son a cada momento más alarmantes, y como decía el Profesor Juan Barreto (Juancho): “esto no es para asustar a nadie, pero que se asusten si es la manera que tenemos de crear conciencia planetaria”. Los seres humanos le hemos declarado la guerra al planeta, estamos avanzando por un camino que conduce al apocalipsis, hacia la destrucción de la especie humana, la destrucción de nosotros mismos, para los que no entiendan lo de humano.
“La tierra no es de quien la trabaja, la tierra es de quien la ama” así se referían los Pemones a su pacha mama, sintiéndose parte de la tierra, estableciendo su compromiso con ella, queriendo a quien le da los elementos para la vida, respetándola por sentirse en plena armonía con ella, sabiendo que no respetarla seria no respetarse a sí mismo, y lo que es más importante sintiéndose parte de ella, hoy queremos utilizar los principios de los Pemones para establecer la esencia de una conciencia planetaria. Al contrario de las modernas creencias religiosas y humanistas que consideran a la tierra como algo que está ahí para ser explotado en beneficio de la humanidad. La conciencia planetaria es entender que la crisis del planeta no es un problema de estado ni de gobierno, es un problema de la humanidad entera, que nos afecta a todos.
James Lovelock, en su teoría de la Gaia, le da un marco científico al hecho de sentirse parte de la tierra, pues fundamenta el hecho de que nuestro planeta bien puede ser considerado como un organismo viviente -como el organismo vivo más grande conocido-, con capacidad para autorregular su propia temperatura, la composición química de la atmósfera o la salinidad de los mares, todo esto con el fin de permitirnos poder desarrollar nuestra vida en su superficie. Es decir para Lovelock la tierra es la huésped de nosotros los seres humanos que nos hemos ido convirtiendo en parásitos, sin embargo la tierra como buen huésped crea las condiciones necesarias para nosotros sentirnos bastante cómodos, el problema con esta relación de huésped – parasito es que no se trata de un mutualismo en el que hay beneficios para ambos, sino que los parásitos han abusado de la buena hospitalidad que ofrece el huésped queriendo sacarle hasta la última gota de jugo a este, dígalo usted como quiera, explotación de la tierra, ecocidio, planeticidio, etc, en fin Lovelock resume que la tierra tiene dos vías posibles, una que consiste en tratar de vivir con el parasito de manera de que huésped y parasito puedan beneficiarse ambos o la que en definitiva a escogido nuestro huésped, acabar con el parasito que la amenaza.
Hemos entonces sobre pasado la línea de no retorno, “la gran fiesta del siglo XX con su extravagante despilfarro y sus juegos de guerra, se ha acabado. Ahora es el momento de limpiar y sacar la basura”. Y es que la destrucción del planeta es parte de nuestra rutina diaria, casi todos participamos en tal destrucción. Es una labor a la que dedicamos todas las horas del día. Y esperamos que los gobiernos y el sistema capitalista que es desarrollista encuentren la solución a este problema que ellos con la ignorancia de nosotros entre todos hemos causado.
Pues la visión de ver al planeta, al huésped, como un activo económico, es desarrollista y es la esencia del sistema capitalista, por eso lo ilógico del supuesto avance de la humanidad dañando sin reparo el lugar que habitamos, dándole preponderancia al mejoramiento de las condiciones de vida de los humanos incluso solo de algunos sin demostrarle el mismo interés al planeta.
Hoy en día representa una acto mucho más subversivo el luchar por un rio, por un árbol, por una quebrada, que el luchar por el cierre de una avenida, pues enfrenta esos dos pilares fundamentales que representan esta epidemia neoliberal capitalista que nos mantiene consumiendo contra nosotros mismos, desarrollándonos mientras caemos en un abismo, produciendo para quedarnos sin recursos, en fin dando vida para matarla luego; uno de estos pilares es la propiedad privada y el otro el ver al planeta como un activo económico, todo lo que sea natural hay que explotarlo, hay que convertirlo en plusvalía, en ganancia.
Por tanto hay que declarar sospechoso cualquier discurso que hable de desarrollo, pues nos conduce en dirección apocalíptica, el capitalismo es en esencia un torturador, que tortura a la naturaleza, y como torturador no sabe el nivel de resistencia del torturado hasta que este se muere, ¿el antídoto? Como le preguntaban al Profesor Juancho Barreto, “el antídoto es que no haya torturador” decía este. Pero para esto hace falta toda una práctica, toda una conducta, toda una cotidianidad, toda una espiritualidad que sirva para acabar con el torturador, que conduzca a la preservación de la tierra, y que por supuesto enfrente a los antivalores capitalistas que están metidos en todas partes incluso de manera microfísica, casi ni se ven. Representa una tarea difícil el hecho de crear conciencia planetaria para quien no tiene en cuenta que las cosas grandes ocurren porque las pequeñas han ocurrido.
“Hay un punto en la revolución donde se produce una gran desviación que aniquila a esa revolución y está dentro del hombre”. Ernesto “Che” Guevara.

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