sábado, 6 de marzo de 2010

Yo también fui de izquierda

Yo también fui de izquierda
Por: Carola Chávez
Hay un tipo de opositor que pica mi curiosidad. Lástima que son de los que lanzan su “No es no” seguido de un portazo, por lo que mis preguntas quedan colgando en el aire y del aire al papel, a modo de mensaje en una botella, a ver si alguien me aclara quiénes son estos que, desde la más furibunda y reaccionaria derecha, se llenan la boca diciendo “cuando era joven fui de izquierda”, como quien dice cuando tu vas yo ya vengo.
Esa frase que silba entre los dientes apretados de una sonrisa rabiosa me desconcierta: ¿Qué quiere decir “ser de izquierda” para estos ex izquierdistas? Acaso una manera de fluir con el tiempo, las modas y el son que se bailaba. Supongo que para algunos de estos jóvenes de los sesenta-setenta, la revolución era chic, pero eso sí, sin mojarse mucho, apoyando el mayo francés, pero gracias a Dios que París no queda aquí; leyendo Farewell, dejándose una barbota y tirando piedras por aquí y por allá… Si se trataba de una jovencita, ser de izquierdas implicaba la liberación de las tetas del yugo del sostén, seguida de la liberación del cuerpo del yugo de la virginidad ¡Así cualquiera es de izquierda!
Supongo que estos que fueron de izquierda, cuando creían que lo eran, se estremecían ante las injusticias que cantaban Mercedes, Pablo, Silvio y Alí mientras sorbían Cuba Libres en un bar de mala muerte que estuviera de moda.
Sólo de ese ser de izquierda sin compromiso ni profundidad pueden venir estos iracundos opositores que engavetaron la justicia social a favor de la comodidad de una adultez segura y sin sobresaltos. Ese ser de izquierda porque era la onda entonces es lo que los convierte en los más irracionales opositores, porque la moda de hoy dicta que la izquierda es niche.
Consecuentes con la inconsecuencia, hoy tiemblan de asco ante la imagen de El Che que una vez lucieron en sus pechos libres de sujetadores y otras molestias.
Alegan que las revoluciones les resultaron violentas, pero no les parece violento que el sistema que defienden deje un saldo de nueve millones de niños muertos cada año por falta de comida, así como tampoco es violento el uranio empobrecido, cortesía de El Pentágono, que envenena a fuego lento a los niños en Iraq. Y podría pasarme meses describiendo la violencia que ellos aceptan aliviados y hasta orgullosos, creyéndose vacunados contra las atrocidades que incluso invocan para su pueblo.
Afirman que la desigualdad existe desde que el mundo es mundo y luchar contra ella es síntoma de inmadurez.
Mis pobres opositores de sueños marchitos: Si ellos fueron de izquierda, yo soy la Infanta Doña Carola de Borbón

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