Seréis borregos hasta el último de los días.
Seremos pequeños burgueses, para ello fuimos criados.
Raúl Bracho
Los abuelos coleccionaban postales y estampillas, tenían tiempo para guardarlas en aquellos gruesos álbumes que heredaríamos un día, herencia con olor a calma y lentas historias vividas.
Ya al asistir a las aulas de clases somos sentenciados a esta felicidad servil, estudiamos para ser alguien, para destacarnos sobre los demás, para sobresalir y graduarnos de una profesión rentable que nos permita la libertad de tener una propiedad a nuestro nombre, un solar, una casa con vista a algún paisaje colorido y suficientes tarjetas de crédito para llenarla de cuanta mercancía nos indique los canales de televisión, asistimos al colegio y aprendimos a firmar nuestro nombre para empezar a pactar con la gran sociedad de consumo que espera por nosotros. Fuimos a la escuela no para aprender a pensar sino para aprender a vendernos, a prostituirnos ante el mejor postor luego de graduados, aprendimos a ser un maniquí donde regodeamos ante los demás nuestras riquezas: trajes de exquisitos diseños, anillos de oro, zapatos de fino talle italiano, blackberrys y demás prendas perfumadas por los más selectos aromas.
Seremos felices al poder ser nuestros propios dueños, entiéndase bien: colgar nuestro diploma y dedicar nuestro futuro a vendernos cada vez por el precio más alto, a pasar por sobre cualquier valor humano con tal de obtener esa vida deslumbrante que siempre veíamos en la pantalla y en las revistas, a tener nuestras propias cosas, a trabajar hasta el cansancio para poder distraernos después un par de horas cuando lleguemos a casa. Seremos pequeños burgueses, para ello fuimos criados.
No perderemos el tiempo preocupándonos por los problemas climáticos, por las guerras, por la miseria y el hambre, no, nosotros fuimos afortunados al poder ir a la escuela, tenemos la responsabilidad enorme de que el sistema funcione, ya verán los gobiernos como ayudan a solucionar tantos problemas, nosotros debemos trabajar para poder pagar nuestras cuentas y no ser uno más en la lista de desempleados o hambrientos. Cada domingo dejaremos en la iglesia algunas monedas para lavarnos el alma de cualquier culpa.
Nacimos para ser borregos, para pagar, para comprar. No nos queda tiempo para pensar en cambiar nada, solo para leer la enormidad de mail chatarra que nos mandan nuestras amistades, para leer los mensajes de texto que nos envían y para ver en la pantalla de plasma las últimas películas y los nuevos productos que deberemos comprar.
Es mentira que estamos en riesgo de extinción, son propagandas de los comunistas, es mentira que vendrán revoluciones, que caerán imperios, es falso de toda falsedad. Miles de años invirtieron los antecesores de todos nosotros para dejarnos este mundo y disfrutarlo, para poder tomar unas vacaciones a Cuba y llevar nuestra camarita digital y tomarnos una foto tomando un Bacardí. Es mentira todo lo demás y nosotros no somos culpables, hicimos lo que teníamos que hacer, nos preparamos para vivir.
La culpa la tienen todos esos que no quisieron venir a la escuela, los que viven allá en los barrios pobres, los campesinos. Esos siempre están hablando contra nosotros y contra el mundo civilizado, sin darse cuenta de que son víctimas de su ignorancia. Si hubieran ido a la escuela, podrían ser como nosotros y disfrutar este mundo que tanto atacan.
No nos hablen de Chávez y su socialismo, esa pesadilla deberá acabarse pronto, para eso están los Estados unidos, para imponer de nuevo el orden y encerrar a ese castro comunista, no nos hablen de obreros ni de huelgas, menos nos hablen de crisis, eso no es para los pequeños burgueses. Esta sociedad maravillosa seguirá siendo siempre igual.
Hago pública mi poca destreza para manejar las cámaras digitales y los archivos virtuales, poca destreza y poca vocación. Una suerte de fobia quizá, hacia los tiempos del capitalismo moderno, ira visceral contra esta manera de vivir impuesta por los mercados imperiales, el festín irrefrenable de comprar obsesivamente cuanta baratija electrónica nos dispensen las vitrinas titilantes de la ciudad, la dependencia a una dominación cultural cuya misión fundamental es no permitirnos ser nosotros mismos, distracción continuada y circo eterno para impedir que nos enfrentemos a la esclavitud a la que hemos sido sometido.
¿Qué será lo que heredarán mis hijos? ¿Guardarán en el closet esta vieja PC y la sacarán de cuando en vez para revisar y sonreírse con mis archivos? O saldrán a desolados campos erosionados por la crisis, a mendigar un vaso de agua y algo para comer? Yo dejo en herencia mi lucha y mis letras, dejo este camino al socialismo por el que luchamos junto a Chávez, a Correa, a Evo y a Fidel, dejo sueños sin realizarse para que luchen por ellos, dejo amor por un planeta que se asfixia y que debemos salvar. Dejo a Cuba como ejemplo de dignidad y humanismo, al continente del sur en su lucha por la victoria contra ese mundo banal de los mercaderes. Dejo mi alma empeñada en abrir las ventanas. Dejo mis ojos mirando la inmensidad de la noche, para escribir con estrellas el código de la nueva sociedad.
!Venceremos!
Seremos pequeños burgueses, para ello fuimos criados.
Raúl Bracho
Los abuelos coleccionaban postales y estampillas, tenían tiempo para guardarlas en aquellos gruesos álbumes que heredaríamos un día, herencia con olor a calma y lentas historias vividas.
Ya al asistir a las aulas de clases somos sentenciados a esta felicidad servil, estudiamos para ser alguien, para destacarnos sobre los demás, para sobresalir y graduarnos de una profesión rentable que nos permita la libertad de tener una propiedad a nuestro nombre, un solar, una casa con vista a algún paisaje colorido y suficientes tarjetas de crédito para llenarla de cuanta mercancía nos indique los canales de televisión, asistimos al colegio y aprendimos a firmar nuestro nombre para empezar a pactar con la gran sociedad de consumo que espera por nosotros. Fuimos a la escuela no para aprender a pensar sino para aprender a vendernos, a prostituirnos ante el mejor postor luego de graduados, aprendimos a ser un maniquí donde regodeamos ante los demás nuestras riquezas: trajes de exquisitos diseños, anillos de oro, zapatos de fino talle italiano, blackberrys y demás prendas perfumadas por los más selectos aromas.
Seremos felices al poder ser nuestros propios dueños, entiéndase bien: colgar nuestro diploma y dedicar nuestro futuro a vendernos cada vez por el precio más alto, a pasar por sobre cualquier valor humano con tal de obtener esa vida deslumbrante que siempre veíamos en la pantalla y en las revistas, a tener nuestras propias cosas, a trabajar hasta el cansancio para poder distraernos después un par de horas cuando lleguemos a casa. Seremos pequeños burgueses, para ello fuimos criados.
No perderemos el tiempo preocupándonos por los problemas climáticos, por las guerras, por la miseria y el hambre, no, nosotros fuimos afortunados al poder ir a la escuela, tenemos la responsabilidad enorme de que el sistema funcione, ya verán los gobiernos como ayudan a solucionar tantos problemas, nosotros debemos trabajar para poder pagar nuestras cuentas y no ser uno más en la lista de desempleados o hambrientos. Cada domingo dejaremos en la iglesia algunas monedas para lavarnos el alma de cualquier culpa.
Nacimos para ser borregos, para pagar, para comprar. No nos queda tiempo para pensar en cambiar nada, solo para leer la enormidad de mail chatarra que nos mandan nuestras amistades, para leer los mensajes de texto que nos envían y para ver en la pantalla de plasma las últimas películas y los nuevos productos que deberemos comprar.
Es mentira que estamos en riesgo de extinción, son propagandas de los comunistas, es mentira que vendrán revoluciones, que caerán imperios, es falso de toda falsedad. Miles de años invirtieron los antecesores de todos nosotros para dejarnos este mundo y disfrutarlo, para poder tomar unas vacaciones a Cuba y llevar nuestra camarita digital y tomarnos una foto tomando un Bacardí. Es mentira todo lo demás y nosotros no somos culpables, hicimos lo que teníamos que hacer, nos preparamos para vivir.
La culpa la tienen todos esos que no quisieron venir a la escuela, los que viven allá en los barrios pobres, los campesinos. Esos siempre están hablando contra nosotros y contra el mundo civilizado, sin darse cuenta de que son víctimas de su ignorancia. Si hubieran ido a la escuela, podrían ser como nosotros y disfrutar este mundo que tanto atacan.
No nos hablen de Chávez y su socialismo, esa pesadilla deberá acabarse pronto, para eso están los Estados unidos, para imponer de nuevo el orden y encerrar a ese castro comunista, no nos hablen de obreros ni de huelgas, menos nos hablen de crisis, eso no es para los pequeños burgueses. Esta sociedad maravillosa seguirá siendo siempre igual.
Hago pública mi poca destreza para manejar las cámaras digitales y los archivos virtuales, poca destreza y poca vocación. Una suerte de fobia quizá, hacia los tiempos del capitalismo moderno, ira visceral contra esta manera de vivir impuesta por los mercados imperiales, el festín irrefrenable de comprar obsesivamente cuanta baratija electrónica nos dispensen las vitrinas titilantes de la ciudad, la dependencia a una dominación cultural cuya misión fundamental es no permitirnos ser nosotros mismos, distracción continuada y circo eterno para impedir que nos enfrentemos a la esclavitud a la que hemos sido sometido.
¿Qué será lo que heredarán mis hijos? ¿Guardarán en el closet esta vieja PC y la sacarán de cuando en vez para revisar y sonreírse con mis archivos? O saldrán a desolados campos erosionados por la crisis, a mendigar un vaso de agua y algo para comer? Yo dejo en herencia mi lucha y mis letras, dejo este camino al socialismo por el que luchamos junto a Chávez, a Correa, a Evo y a Fidel, dejo sueños sin realizarse para que luchen por ellos, dejo amor por un planeta que se asfixia y que debemos salvar. Dejo a Cuba como ejemplo de dignidad y humanismo, al continente del sur en su lucha por la victoria contra ese mundo banal de los mercaderes. Dejo mi alma empeñada en abrir las ventanas. Dejo mis ojos mirando la inmensidad de la noche, para escribir con estrellas el código de la nueva sociedad.
!Venceremos!
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