Nueva Forma de Hacer Política
Revista Insurrección 211
La mayoría, por no decir que todos los candidatos a la Presidencia de la República han edificado sus propuestas tratando de no cuestionar la Seguridad Democrática de Uribe, por el contrario han tratado de decir que le darán continuidad, unos por que se identifican con ella, y otros porque les da temor que se los identifique como “blandengues”, “demócratas”, o que pueden parecerse a la Guerrilla.
Si en algo deberían diferenciarse es en ese tema, pues Uribe colocó la seguridad del establecimiento por encima de todo. Entiéndase el establecimiento como la defensa de los intereses de los sectores oligarcas y de las corporaciones transnacionales, sin importar con quién se aliara el Estado, paramilitares y mafias de todo tipo, sin importar tampoco lo que hubiese que hacer con tal de mantenerse en el poder, “falsos positivos”, “chuzadas”, “yidis y teodolindos”, y así destruir cualquier alternativa de cambio.
Las elecciones del pasado 14 de marzo ratifican que los sectores paracos y mafiosos tienen plena aceptación y todas las puertas de la institucionalidad están abiertas para que estén dentro del poder legislativo y de esa manera se construyan las mayorías que se impondrán en la próxima legislatura.
Los grandes temas del país siguen olvidados en los debates de los candidatos.
La soberanía nacional pisoteada por la presencia de las tropas gringas y el saqueo de las transnacionales.
La agricultura campesina fue destruida para darle paso a los mega-proyectos de la elite mafiosa paramilitar que se robó las mejores tierras.
La pobreza y la indigencia siguen creciendo imparables.
El desempleo y los bajos salarios son la única respuesta a esta catástrofe social; ante la ausencia de salud las gentes deben echar mano de sus escasos o inexistentes ahorros, mientras los dineros de los fondos de pensiones engrosan las utilidades del sector financiero.
Los desplazados y perseguidos siguen abandonados a su suerte, y las bandas de paramilitares haciendo su agosto en el narcotráfico y ayudando a Juan Manuel Santos a realizar los “falsos positivos”.
Hoy se requieren propuestas de nación, la insurgencia le apuesta a un nuevo país, que lo podamos construir entre todos, donde puedan existir escenarios democráticos y las gentes expresen sus puntos de vista, y no sea esa parodia de parlamento donde solo llegan los que más compran votos, sin importar que estén encarcelados por ser paramilitares.
A tal punto se ha llegado el manejo de las conveniencias políticas, que mientras Uribe vocifera de guerra a los cuatro vientos, por debajo de la mesa hace llegar mensajes a la insurgencia para “hacer reuniones confidenciales para explorar la paz”.
Sin duda que se requiere derrotar esta forma de hacer política en Colombia, esa mezcla de trampas y métodos mafiosos debe erradicarse definitivamente para abrirle camino a la ética y la dignidad. En Colombia existen las reservas morales que permitan levantar las banderas de una Nueva Colombia.
Esta coyuntura electoral podría volverse interesante si es capaz de romper el discurso guerrerista y que en el debate nacional surja con valor un planteamiento de paz serio, que interprete la nación y todos los colombianos podamos participar en la reedificación de nuestra patria sobre la base de la justicia social, la democracia real y la soberanía nacional.
Revista Insurrección 211
La mayoría, por no decir que todos los candidatos a la Presidencia de la República han edificado sus propuestas tratando de no cuestionar la Seguridad Democrática de Uribe, por el contrario han tratado de decir que le darán continuidad, unos por que se identifican con ella, y otros porque les da temor que se los identifique como “blandengues”, “demócratas”, o que pueden parecerse a la Guerrilla.
Si en algo deberían diferenciarse es en ese tema, pues Uribe colocó la seguridad del establecimiento por encima de todo. Entiéndase el establecimiento como la defensa de los intereses de los sectores oligarcas y de las corporaciones transnacionales, sin importar con quién se aliara el Estado, paramilitares y mafias de todo tipo, sin importar tampoco lo que hubiese que hacer con tal de mantenerse en el poder, “falsos positivos”, “chuzadas”, “yidis y teodolindos”, y así destruir cualquier alternativa de cambio.
Las elecciones del pasado 14 de marzo ratifican que los sectores paracos y mafiosos tienen plena aceptación y todas las puertas de la institucionalidad están abiertas para que estén dentro del poder legislativo y de esa manera se construyan las mayorías que se impondrán en la próxima legislatura.
Los grandes temas del país siguen olvidados en los debates de los candidatos.
La soberanía nacional pisoteada por la presencia de las tropas gringas y el saqueo de las transnacionales.
La agricultura campesina fue destruida para darle paso a los mega-proyectos de la elite mafiosa paramilitar que se robó las mejores tierras.
La pobreza y la indigencia siguen creciendo imparables.
El desempleo y los bajos salarios son la única respuesta a esta catástrofe social; ante la ausencia de salud las gentes deben echar mano de sus escasos o inexistentes ahorros, mientras los dineros de los fondos de pensiones engrosan las utilidades del sector financiero.
Los desplazados y perseguidos siguen abandonados a su suerte, y las bandas de paramilitares haciendo su agosto en el narcotráfico y ayudando a Juan Manuel Santos a realizar los “falsos positivos”.
Hoy se requieren propuestas de nación, la insurgencia le apuesta a un nuevo país, que lo podamos construir entre todos, donde puedan existir escenarios democráticos y las gentes expresen sus puntos de vista, y no sea esa parodia de parlamento donde solo llegan los que más compran votos, sin importar que estén encarcelados por ser paramilitares.
A tal punto se ha llegado el manejo de las conveniencias políticas, que mientras Uribe vocifera de guerra a los cuatro vientos, por debajo de la mesa hace llegar mensajes a la insurgencia para “hacer reuniones confidenciales para explorar la paz”.
Sin duda que se requiere derrotar esta forma de hacer política en Colombia, esa mezcla de trampas y métodos mafiosos debe erradicarse definitivamente para abrirle camino a la ética y la dignidad. En Colombia existen las reservas morales que permitan levantar las banderas de una Nueva Colombia.
Esta coyuntura electoral podría volverse interesante si es capaz de romper el discurso guerrerista y que en el debate nacional surja con valor un planteamiento de paz serio, que interprete la nación y todos los colombianos podamos participar en la reedificación de nuestra patria sobre la base de la justicia social, la democracia real y la soberanía nacional.
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